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La Lubianka de Venezuela

El Helicoide: de proyecto de centro comercial a epicentro de las torturas en Iberoamérica

El Helicoide

El Helicoide estaba llamado a convertirse en «una de las creaciones más exquisitas nacidas de la mente de un arquitecto», como describió el poeta Pablo Neruda, pero terminó convertido en una de las priones de tortura más grandes de Iberoamérica.

Su historia evidencia el estado de un país sumido en el terror, la miseria y el éxodo. Un símbolo de represión. Ubicado en Roca Tarpeya, en la parroquia San Pedro (una de las 32 parroquias del Área Metropolitana de Caracas). La falta de presupuesto hizo que la obra no pudiera ser continuada. Un proyecto de ingeniería pensado para ser el centro comercial más moderno de los años 50, ahora es la prisión en la que recalan cientos de presos políticos perseguidos por formar parte de organizaciones disidentes o simplemente por manifestarse en contra del régimen de Nicolás Maduro.

En un principio el gobernador de Caracas concedió la entrada en el edificio a la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención conocida como DISIP que funcionó desde el año 1969. Cuando Hugo Chávez llega al poder en 1999 ordena el traslado de las dependencias de los servicios de Inteligencia a otro lugar a principios de 2001. Mediante el Decreto 6733 se determina la disolución del DISIP y en 2009 nace lo que hoy se conoce como el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), que posee una estructura jerárquica de mérito denominada escalafón. El número oficial de efectivos es confidencial y se considera información clasificada, a pesar de tratarse de un órgano con capacidad de gestión administrativa, financiera y presupuestaria.

La edificación está provista de varios niveles. En las plantas superiores se encuentra la directiva de inteligencia. La zona intermedia está prácticamente abandonada pero albergan las clases policiales donde se imparten diversos cursos de formación para los futuros SEBIN y es el lugar donde se realizan las prácticas de tiro. Las zonas inferiores se utilizan como prisión donde acaban los presos políticos o presos incomodos para el régimen. Muy cerca se encuentra la Universidad Central de Venezuela. El Helicoide está gobernado por un oficial superior del Servicio de Inteligencia.

Los que han sido presos políticos del régimen y han conseguido salir del edificio cuentan las atrocidades que han visto y han vivido en el Helicoide. La presentan como una cárcel de tortura que atenta contra los derechos humanos. Incluso el Tribunal Penal Internacional decidía reanudar las investigaciones sobre las violaciones de estos derechos humanos en el país ante tales barbaries.

La historia del recluso E.D.P.

Así le ocurrió a E.D.P. un preso político que estuvo retenido 42 dias en la entrada y 30 dentro del Helicoide..

Según narra E.D.P., las celdas son de varios tipos, las individuales con puerta de seguridad para presos con un servicio especial de régimen interior, es decir para los privilegiados. Otras celdas tienen una gran habitación con camas y cocina, en este lugar ubican a militares o policías que cometen delitos. En otra de los espacios las celdas tienen cuatro o cinco literas y no entra tan siquiera la luz del día con una zona común donde mantienen a los presos políticos.

Cuando los llevan al Helicoide los disponen en la entrada de los sótanos, allí les toman los datos, huellas y les realizan una foto con el escudo del SEBIN dibujado en la pared, un médico es el encargado de evaluar su estado en el momento de acceso. Durante 30 dias le introducen en una celda de 15 por seis metros, donde sólo hay colchones podridos llenos de insectos y dos fluorescentes encendidos 24 horas, puerta con barrotes, cámara de vigilancia y un muro de 60 centímetros. «Hasta 28 personas estuvimos metidos en la misma habitación sin colchones para todos».

Si se acuerdan de los que están allí, les llevan desayuno y cena que suele ser arepa de maíz dura con queso o mortadela, macarrones con tomate y puré de patatas, todos los dias lo mismo. No se permite salir del lugar para realizar sus necesidades, «si tienes suerte te facilitan una botella de cinco litros». Las heces las depositan en los platos de la comida que tienen una tapa pues el hedor de todas las deposiciones se convierte en insoportable. Se sale a vaciar los excrementos a las 4.00 horas de la madrugaad, en grupos de dos, cuando se duchan con agua fría. «Si el acompañante quiere ayudarte, gozarás de jabón, siempre y cuando tengas dinero escondido, y no me pregunte donde».

En el Helicoide quien tiene dinero come, pues en ninguna cárcel de Venezuela dan alimentos. En su interior pueden adquirir productos siempre y cuando se tenga como pagarlos. Hay presos con privilegios, como su propia celda con aire acondicionado, teléfono, ordenador, incluso un chef para hacerle la comida y visitas de prostitutas. «Allí todo se compra y todo se vende», explica. Otros no tienen la misma suerte les vence la presión y terminan suicidándose como el Aviador que cuando «te dan la cuerda se cuelgan de ella y se van para siempre».

Los 30 días que estuve en la celda interior teníamos cinco literas de tres, un váter y una cocina para 25 personas. Cinco dormían en el suelo por tiempos y se hacía por elección: «No me tocó ninguna cama».

E.D.P. escapó del Helicoide en un traslado de cárcel, cuando consiguió que sus vigilantes pararan en una zona del Zulia, donde le esperaban unos amigos de La Guajira que le escondieron y le sacaron por la zona de los indios Guajiros a Maicao, de allí a Barranquilla donde siguió su fuga. Todo el que consigue salir de allí vive con miedo. El jefe de torturadores del SEBIN Alexander Enrique Granko Arteaga «aún me tiene entre ceja y ceja por lo que allí pasó».

El Helicoide es un emblema del terror. E.D.P. narra las torturas a las que son sometidos. Desde ponerles una bolsa en la cabeza hasta casi la asfixia y rociar insecticida alrededor para cuando  la retiran sea la primera bocana que respiran. Escuchan gritos y lloros de la gente a la que torturan. Utilizan armas de electrochoque, les atan y los dejan encerrados en posiciones antinaturales durante más de diez dias… La tortura no acaba cuando se sale: «Llevo 11 años luchando contra los efectos de esos 72 días».

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