«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Un proceso similar ocurre en Europa

La indefinición conservadora: una encrucijada para la derecha en Colombia

una encrucijada para la derecha en Colombia

La paradoja de la derecha colombiana es que fue completamente redibujada y luego desdibujada por el mismo fenómeno político: el uribismo. En 2002 terminaba el Gobierno de Pastrana, último de los mandatarios electos por el Partido Conservador (entonces un partido de derechas), que sin embargo había llegado al poder con una agenda similar a la que años después tuvo el presidente Santos: Claudicación del Estado ante el terrorismo, más la entrega institucional (y territorial) a la izquierda armada y radical.

Como respuesta a la política negociadora del gobierno Pastrana, la guerrilla reaccionó con pertinaz violencia, redobló sus fuerzas, aumentó sus ingresos provenientes del narcotráfico y convirtió una zona territorial del tamaño de Suiza en una narco república repleta de secuestrados (el tristemente recordado San Vicente del Caguán).

La anterior realidad exigió al gobierno romper con los diálogos de paz y facilitó el acuerdo por parte de Colombia y los Estados Unidos del Plan Colombia: una inyección considerable de ayuda militar norteamericana para combatir a la guerrilla.

Para las elecciones presidenciales de 2002, ninguno de los dos partidos tradicionales —ni el Liberal ni el Conservador, que se alternaron el poder desde el Siglo XIX— pudo ofrecer a los colombianos una alternativa política decididamente enfocada a restablecer el orden y restaurar el Estado de Derecho, brutalmente menoscabado durante los últimos años.

El Partido Liberal aún despedía las miasmas del narco gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) y el Partido Conservador, autor de la desgastada y catastrófica política pacifista de Pastrana, tampoco tenía un chance electoral. Entonces apareció la candidatura independiente de Álvaro Uribe, un político relativamente desconocido, de origen y pensamiento liberal, cuyas promesas de gobierno fueron la mano dura contra el terrorismo guerrillero y la recuperación del orden público en el territorio nacional. Rápidamente, el sector mas derechista del Partido Conservador adhirió a su candidatura, al igual que los reductos semi derechistas del Partido Liberal.

Uribe arrasó a sus contendores en la primera vuelta de esas elecciones, llegó al poder con amplias mayorías provenientes de los dos partidos tradicionales y lo demás es historia reciente. Su gobierno enfocó todos los esfuerzos del Estado en derrotar militarmente a la guerrilla, valiéndose de la imprescindible ayuda norteamericana obtenida por Pastrana mientras éste hacía las maletas para salir del palacio presidencial.

Ocho años más tarde (2010) Uribe entregó a su sucesor, Juan Manuel Santos, un país con la guerrilla prácticamente derrotada y unos indicadores desde todo punto de vista positivos, salvo en lo tocante a configuración confusa e indefinida de la derecha; un salpicón de políticos procedentes de los mas diversos orígenes (algunos incluso ex guerrilleros) conglomerados alrededor del nombre de Álvaro Uribe. Los partidos tradicionales, y en especial el Partido Conservador, estaban liquidados.

Desde entonces, se verificó que no existe un partido de Uribe, sino que hay partidarios de Uribe, con el único común denominador de que todos son «uribistas», pero con enormes diferencias ideológicas que van desde la política económica hasta su postura doctrinaria en materias como el aborto o la inmigración. Es la diferencia que hoy existe, por ejemplo, entre los congresistas «uribistas» Andrés Forero y Miguel Uribe. El primero, conservador y católico, el segundo, un liberal progre. Ambas son jóvenes promesas del mismo uribismo.

De tal forma que el actual partido de Uribe, o sea el Centro Democrático, es la única fuerza políticamente representativa de la derecha colombiana que, paradójicamente, no es de derechas, pues ni su fundador ni la mayoría de sus integrantes en el Congreso son conservadores en el sentido tradicional del término. 

Prueba patente de la derecha uribista fue el último mandato del Centro Democrático que presidió Iván Duque. Un gobierno liberal de centro, progresista frente a la agenda woke y muy tibio a la hora de intentar desmontar las reformas implementadas por su predecesor Santos en beneficio de los narcoterroristas de las FARC. Tampoco hubo espacio programático durante el mandato de Duque para los sectores realmente conservadores del Centro Democrático, quienes estuvieron visiblemente ausentes de un gobierno que ayudaron a elegir.

Aterrizando al panorama actual, la derecha en Colombia resulta representada por una masa amorfa de líderes desperdigados entre diferentes partidos políticos, carentes de un liderazgo único —Uribe pesa cada vez menos— y de unidad institucional dentro de un solo movimiento. La incógnita sería resuelta si partidos emergentes como el Movimiento de Salvación Nacional, que recoge las banderas del antiguo Partido Conservador —las de Álvaro Gómez Hurtado—, puede anteponerse electoralmente a la Derecha tibia que hoy domina el panorama político. Un proceso similar pero más avanzado ha estado ocurriendo en Europa (España, Francia) en donde nuevas alternativas políticas realmente conservadoras han ido llenando el vacío que los partidos de derechas —claudicantes y muy comprometidos con el establecimiento liberal— han ido dejando atrás.

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