«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
COPIA LA RECETA DE CHÁVEZ

La militarización de México: el proyecto clave a largo plazo para López Obrador

El presidente de México, López Obrador
El presidente de México, López Obrador. Reuters

Uno de los supuestos básicos de cualquier democracia moderna reside en que el poder, ese que se ejerce día a día a través del Ejecutivo, el Congreso o los Tribunales, recaiga en manos civiles. De allí que los militares, que tienen la ventaja de estar armados, deban jurar lealtad a la Patria, pero también al poder civil (y por ende desarmado) electo por la gente en las urnas. Esta es la ecuación clásica de la subordinación del mundo militar ante el poder civil.

Sin embargo, en Hispanoamérica este precepto ha sido roto recientemente en casos puntuales, siendo quizá el expediente del chavismo el que mejor grafica la intromisión de los militares en política, muy para mal. Aunque formalmente Chávez construyó un partido comunista de los de siempre, el centro de mando real nunca estuvo atado a éste, sino más bien a los hombres en armas que acumularon dosis inmensas de poder en Venezuela. El verdadero partido que posibilitó la permanencia del tirano venezolano en la presidencia durante años fue la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), no otro.

Más recientemente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el presidente mexicano, parece haber sido seducido por la idea de incorporar a los efectivos militares en labores que, en un país normal, nunca tendrían. A esta hora la opinión pública mexicana se escandaliza por la progresiva militarización a la que AMLO está sometiendo al país, vaya usted a saber con qué intenciones. Las sospechas podrían orientarse, en todo caso, hacia el lado de la reproducción de la receta chavista con un objetivo central: ganarse a los militares para construir una eventual hegemonía política que perdure por años.

Tener de tu lado a un grupo armado que eventualmente pueda hacer frente a cualquier manifestación de disenso nunca está de más. El continuismo en el poder eventualmente genera descontento popular, y la mejor forma de contenerlo que tiene la izquierda del Foro de Sao Paulo es solo una: a fuerza de represión. Esto lo sabía muy bien Chávez, pero también lo han aprendido luego tiranos como el propio Nicolás Maduro, Daniel Ortega o esa sucesión de desgracias que es el régimen castrista en Cuba.   

Un país como México, azotado por una ola de violencia causada por los cárteles de la droga, se presenta como el pretexto perfecto para la militarización. Así, esta semana el PRI -ese partido que gobernó por 70 años seguidos la nación- logró aprobar junto a los diputados de AMLO una disposición para que la Guardia Nacional se encargue de tareas de seguridad ciudadana hasta 2029. Una maniobra que ha sido ampliamente repudiada por la oposición al Gobierno de MORENA y que deja la puerta abierta a cualquier cantidad de desmanes.

“(…) la GN que puede investigar, detener y, con un agente complaciente del ministerio público, llevar ante un juez a cualquier ciudadano acusado de prácticamente lo que sea (…) No hace falta probarle nada a ningún juez. El control de las Fuerzas Armadas es total y parece estar por encima del poder civil.”, señala el académico Enrique Cárdenas sobre este particular en un artículo del diario El Financiero.

En teoría la Guardia Nacional en México no era hasta ahora un cuerpo que perteneciese a la estructura eminentemente militar del Estado mexicano. Sin embargo, recientemente también ésta fue incorporada -mediante una votación en el Congreso- a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), por cuanto ahora está adscrita al Ejército. Las principales críticas que ha suscitado esto devienen del hecho de que dicha Secretaría se ha caracterizado por ser poco transparente, dada la potestad que tiene de ocultar sus acciones y procedimientos en nombre de la “seguridad nacional”.    

Pero la cosa va más allá. Antes de todo esto AMLO ya había incorporado a los militares activamente en la estructura de Gobierno del país, concediéndoles el manejo de aduanas, puertos y aeropuertos, así como del instituto Nacional de Migración, por nombrar solo algunos espacios. Tareas que en teoría están diseñadas para ejecutarse por civiles están ahora en manos de hombres de uniforme. La apuesta es clara: pedir incondicionalidad a su proyecto, a cambio de prebendas dentro del inmenso aparato estatal mexicano.

Como recuerda el articulista mexicano Ricardo Pascoe lo de AMLO no es nada nuevo, y corresponde más o menos a un “régimen cívico-militar”, algo hasta ahora inédito en México pero que -de nuevo- si se revisa la historia reciente de Venezuela, fue un planteamiento central de Chávez para construir su proyecto de concentración de poder.

Esencialmente López Obrador llegó al cargo jurando que iba producir una “transformación” en todo el sistema político y hay que decir que, a esta altura, lo está logrando. Sin embargo, la metamorfosis no es positiva: más allá de obras y construcciones faraónicas inacabadas que legará a futuros gobiernos, está el hecho muy marcado de que les dejará como herencia el enorme problema de haber metido a los militares en lo más profundo de las estructuras del Estado; un sitio del que costará mucho removerles.

Todo parece indicar que justamente AMLO está pensando en los próximos años, en un régimen que, aunque no lo tenga a él al frente, será protagonizado por MORENA y que, en ese sentido, tendrá a los militares en el bolsillo para hacer lo que le venga en gana.

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