La embestida de Daniel Ortega contra la Iglesia Católica no para. Además de arremeter contra sacerdotes y religiosas, quienes en los últimos meses han sido perseguidos, encarcelados y llevados forzosamente al exilio, el régimen sandinista también ha decidido vetar las manifestaciones de fe que realizan tradicionalmente los nicaragüenses.
El inicio del año ha estado marcado por la decisión de impedir la realización de las tradicionales procesiones religiosas en distintos puntos de la geografía de Nicaragua. Así, por ejemplo, la habitual procesión de Jesús Sacramentado, que se efectúa todos los 1 de enero en todo el país, fue cancelada sin que explicaran mayores razones del por qué. La Conferencia Episcopal se limitó a señalar que, en todo caso, la suspensión se debía a “motivos ajenos a nuestra voluntad”.
Del mismo modo, se tiene conocimiento de la cancelación de al menos seis procesiones a nivel nacional en Nicaragua. Una de éstas se realizaría el 5 de enero en Chinandega, al norte de Managua, pero al final las autoridades de la parroquia informaron que la ceremonia quedaba suspendida “por orientación de las autoridades”, de acuerdo a lo señalado por el medio VOA.
Masaya, una ciudad al oeste de la nación centroamericana que es conocida como “la cuna del folklore nicaragüense”, también fue objeto del cerco a las actividades religiosas por parte de los cuerpos represivos del régimen. Aunque tdos los 10 de enero se realiza allí la procesión de San Sebastián, esta vez la actividad fue torpedeada por la policía local, que mediante un despliegue desproporcionado rodeó la Iglesia Santa María Magdalena e informó que las autoridades no habían concedido los permisos necesarios para que la imagen abandonara el templo y recorriera las calles.
El próximo 20 de enero justamente se celebra el día de San Sebastián, durante el que se realiza tradicionalmente una misa en dicho templo y posteriormente se procede a salir en procesión por la ciudad. A esta altura todavía es una incógnita el hecho de si se permitirá o no a los devotos habitantes de Masaya llevar a cabo dicho rito.
Y es que en los últimos meses Masaya ha sido objeto reiterado de las restricciones abusivas del régimen sandinista a la libertad de culto. Así allí se han suspendido las procesiones de San Jerónimo, San Miguel y el Pase del Niño Dios del Pueblo, por ejemplo.
El año pasado, en medio de una embestida sin precedentes contra la Iglesia Católica, Ortega ordenó la restricción de las procesiones en distintas partes del país. En agosto la tiranía aludió “razones de seguridad interna” para cancelar el peregrinaje de los devotos por las calles de Managua junto a la imagen de la Virgen de Fátima. Durante el mismo mes en Telpaneca (noroeste), “orientaciones expresas de la Policía Nacional” también impidieron la realización de dicha procesión.
Se estima que durante 2022 la dictadura ejecutó al menos 140 agresiones contra representantes de la Iglesia e inició 15 procesos penales en su contra. Uno de los casos que más notoriedad ha alcanzado ha sido el del obispo de la diócesis de Matagalpa, Monseñor Rolando Álvarez, permanece en arresto domiciliario y recientemente fue llevado a juicio por los supuestos delitos de conspiración para cometer menoscabo de la integridad nacional y propagar noticias falsas. Según el obispo hondureño José Antonio Canales, a Álvarez el régimen de Ortega le ha puesto sobre la mesa la posibilidad de escoger entre irse del país de manera definitiva o afrontar varios años de cárcel.
El encono de Daniel Ortega contra los religiosos parece tener un origen muy claro. Por una parte, los templos católicos se convirtieron en el sitio de resguardo que emplearon cientos de manifestantes durante las protestas de 2018, ante la arremetida del aparato represivo del régimen; mientras que por la otra, voces críticas como las del propio obispo Álvarez se han convertido en lo más parecido a una expresión genuina de disidencia a la tiranía en un contexto en el que el liderazgo político tradicional y las formaciones partidistas han sido arrasadas, compradas y llevadas al exilio.