Hay un cura de Sevilla que es un personaje especial. De notabilísima cultura, excelente pluma y especializado en dar mandobles a diestra y siniestra. Sobre todo a diestra. Aunque sea imposible, o casi, estar más a la diestra eclesial que él. Yo mismo, liberal peligrosísimo, modernista donde los haya, hereje por mis cuatro costados, enemigo de Dios y de su Iglesia, neocón convicto aunque no confeso, los he recibido en ocasiones. El mandato de Don Ramiro de Meztu de no combatir a los afines a él le debe parecer una inmensa equivocación.
He respondido a su actitud con el silencio. Don Ramiro es uno de mis maestros aunque le hubieran asesinado casi cuatro años antes de que yo naciera. Pero mi mentor ideológico, desde mi más absoluta juventud, hablo de mis diecisiete o dieciocho años, me inculcó el lema maeztiano. Al que, pese a todos mis innumerables defectos, procuro ser fiel.
El cura sevillano en cuestión, que me supera en tantas cosas, cultura, lenguaje y ultramontanismo, en las dos primeras lamentándolo yo y en la última muy contento por ello, ha conseguido para su parroquia periférica de Sevilla una imagen del Sagrado Corazón que me parece espléndida. Y bellísima. Lo cuenta en su Blog al que, tal vez por primera vez, y hasta posible será que por la última, os enlazo aquí.
Dice que está a la espera de que la bendiga el arzobispo de Sevilla para instalarla en su parroquia en el culto oficial. Ojalá sea pronto, aunque corra el riesgo de que por el ojalá el cura me tache de islamizante, porque la talla se lo merece. Es posible que dentro de unos años la imagen siga atrayendo la piedad de los fieles y nadie se acuerde del cura que la trajo. Pero eso es cosa común en la Iglesia. Los curas, y los obispos, pasan y la belleza permanece. Y Dios, gracias a Él, también.
Ignoro cual es el rito de la bendición de una imagen. Pienso que no pocas de las que están en nuestras iglesias no han sido bendecidas por ningún obispo. Y algunas, con o sin bendición episcopal, son verdaderos atentados a la belleza y hasta la dignidad. Es muy posible que Don Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, quiera hacerse presente en un acto de una iglesia muy periférica que incorpora al templo algo realmente bello y además en la imagen del Sagrado Corazón. Si así lo hiciere me atrevería a pedirle algo al señor arzobispo. Como al desgaire, sin que se note, yéndosele la mano, un poco de agua bendita no sólo sobre la imagen sino también sobre el párroco. Por si acaso.
Voy a contarle al arzobispo algo que seguramente sabe. Hay un sacerdote que tiene por usted admiración y cariño muy notables.Y que además se lo cuenta a los amigos, entre los que me cuento. Que usted se los ganó, admiraciones y afectos. Iba a decir una barbaridad sobre el que usted conoció de seminarista herido y de jovencísimo sacerdote: que inciensa como Dios. Barbaridad doble porque Dios no se inciensa a sí mismo y porque nadie además puede compararse con Él. Ni incensando. Pues recordando a alguien a quien tanto quiero y que tanto le quiere a usted, qué se le vaya la mano del hisopo en algún momento hacia el párroco. Porque, con tantas cualidades como tiene, es lástima que sólo sea experto en demoliciones. Por necesarísimas que sean muchas. Qué le voy a contar a usted, señor arzobispo, que no sepa.
Lo importante de este artículo es que una bellísima imagen del Sagrado Corazón de Jesús va a ser objeto de veneración en una humilde parroquia sevillana. Lo trascendente no son el párroco, el escultor, los cotizantes o el arzobispo. Lo importante el Él. Pero para ello se necesitan mediaciones humanas. Las ha habido. Pues mi enhorabuena a todos. Y el párroco en el Blog. Qué España y yo somos así, señora.
http://exorbe.blogspot.it/2014/04/cor-iesu-rex-et-centrum.html