«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las escuelas católicas se alarman

http://www.revistaecclesia.com/escuelas-catolicas-denuncia-la-situacion-economica-de-los-centros-concertados/

La declaración está muy bien. Total coincidencia por mi parte en lo que dicen que debe ser una escuela católica. Pero, ¿son lo que dicen? Conozco numerosos casos en que no. En las que la evangelización es cero. Cuando no es una antievangelización. Son innumerables los padres católicos que enviaron a sus hijos a centros religiosos y se los han devuelto ateos. 

Y luego está lo de la enseñanza concertada que tan feliz les hizo y de la que ahora comienzan a verle al lobo las orejas. Y hasta los colmillos. Ese sistema que tan feliz hizo a los colegios religiosos es una trampa. No sé si saducea pero una trampa. Hay que luchar por el cheque escolar y que con él los padres envíen a sus hijos al centro que consideren mejor. Pues qué bien. Beneficio para la sociedad, que se encontrará con niveles de excelencia. Para los propios alumnos, que se encontrarán con niveles parejos. Los muy buenos con los muy buenos, los regulares con sus iguales y los malos con los malos. Con lo que de todos se podrá sacar lo mejor de lo que sean capaces. Sin obligar a los buenos a contentarse con el nivel de los malos ni a estos sentirse con la moral hundida al ver su incapacidad para seguir a los mejores. Lo de igualar en la ignorancia me parece una injusticia para los alumnos y la propia sociedad. Se estimularía así, también, la competencia entre los centros que se esforzarían por lograr los mejores resultados. Y el Estado dejaría de ser el monstruo omnipresente y el dictador universal. Su función se limitaría a controlar que se cumplen los requisitos mínimos de conocimientos, la salubridad de los centros y poco más. 

Enseñanza pública gratuita, también con libertad de elección de centro por los padres, con exámenes obligatorios del alumno en aquellos casos en los que hubiera más solicitudes que plazas, con lo que habría institutos tan buenos o mejores como los más sobresalientes de los privados, y cheque escolar para aquellos padres que optaran por la privada. Y exámenes también en ésta para los alumnos si las solicitudes excedieran a las plazas. Y libertad para el trasvase. Si un alumno fuera un error en un centro, congénito o sobrevenido, debe ubicársele en el que deje de ser un error. Por el bien de todos. De los demás, de la sociedad y del propio trasvasado. 

Tal vez alguien piense, al leerme, que son reglas del capitalismo más hirsuto trasladadas a la educación. No soy ningún estudioso del tema. Planteo lo que se me ha ocurrido al leer esta alarmada exposición de los colegios católicos. Si debo corregir algo, o mucho, no tendría el menor problema. Lejos de mí la funesta manía de pensar que sólo yo tengo razón.

Estamos ante algo en lo que la socieda, los jóvenes y la misma Iglesia se juegan mucho. Los resultados del momento no son halagüeños. Pues intentémoslos mejores. Con lo que os digo o de otro modo. Pero así vamos mal. Y lo de los concertados tiene importantes vías de agua. Aunque a aquel Manuel de Castro, creo que salesiano y hoy afortunadamente desaparecido, le pareciera maravilloso. Siempre me cayó mal.   

 

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