«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Feliz iniciativa. Un día para la Confesión

 

Después de años y años de olvido, con contadísimas excepciones, en Madrid apenas podías confesarte en los jesuitas de Serrano, en el Opus Dei o en los carmelitas de Ayala, cuando no de abierto rechazo de la Confesión parece que ese sacramento va renaciendo poco a poco. En las misas dominicales de mi parroquia hay siempre cuatro sacerdotes confesando y es difícil llegar a ellos por la cola de penitentes.

Se vuelve, con las dificultades lógicas de medio siglo de preterición, a algo esencial de la vida religiosa. Las nefastas absoluciones colectivas, que ni eran absolución ni nada, han decaído muchísimo y son ya excepcionales. Y sin duda renace lo que nunca se debió dejar perder.

Este año, en Cuaresma, se ha dado un paso más. Estableciéndose un día de maratón penitencial. Veinticuatro horas de confesonarios abiertos. Me constan en la catedral de Madrid y en la de Murcia. Seguro que habrá muchas más. Muchos de los lectores de esta cigüeña no precisarán acudir a esos lugares pues visitan habitualmente el confesonario. Para los que no lo hagan es una llamada. No tengo la menor duda de que quien la atienda va a quedar satisfecho. Porque del confesonario se sale mejor. Que el pecado pesa.  

Pues, queridísimos lectores, no dejéis ese peso en vuestras almas. Diluirlo en la Sangre de Cristo en el sacramento de la Penitencia. Y, lectores sacerdotes, animáos, si alguno lo tiene postergado, a la sublime tarea de perdonar los pecados. Hay curas que son muy poca cosa, incluso penosa cosa, pero incluso esos tienen algo en lo que se igualan a los mayores genios de la teología y a los santos más santos. Dios viene a sus manos en la consagración exactamente igual que a las del Papa. Y perdonan los pecados exactamente igual que el teólogo o el moralista más encumbrado.

Veinticuatro horas de confesonarios abiertos. No las desperdiciéis. Y qué ocasión para que ese día estuviera el Santísimo expuesto las veinticuatro horas en la catedral. Para que antes de confesarse, quien vaya a hacerlo, comparezca ante Él con sus pecados, y después tenga también la alegría de poder decirle: Señor, aquí me tienes, limpio. Como Tú quieres.

Nuestra Iglesia española adolece de mil defectos organizativos. Y de más miles de otro tipo. Las comisiones Episcopales de la CEE son de los más inútil que imaginarse pueda. Pero si alguna tuviera la relación de iglesias o catedrales en las que se va a celebrar este maratón penitencial, que estoy seguro que no pero caso de que me equivocara en mi juicio, y me lo enviara, lo publicaría con mucho gusto. Aunque ya sé que estoy pidiendo peras al olmo. Para una cosa que hacen bien, oculta bajo el celemín. Y no echo la culpa sólo a los obispos. A ellos también pero, cum laude, a la recua de inútiles que tienen en las webs diocesanas, que nadie lee, en las vicarías, consejos, delegaciones… De esa iniciativa apenas se ha enterado nadie. Pues algo funciona muy mal. Este menda, que algo sabe de lo que ocurre en la Iglesia, sólo se ha enterado, de momento, de Madrid y Murcia. Supongo que habrá más sitios. Pero si no se entera nadie, o sólo tres santas mujeres a las que es inútil el conocimiento pues se confiesan cada quince días, ¿para qué la iniciativa?

La Iglesia española tiene en sus manos algo que no tiene nadie. Cerca de cinco millones de personas que la escuchan todos los domingos. Y no se nota nada. O casi nada. Pues algo falla en el engranaje.  

P.D.: También en Granada.      

 

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