«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bien por los Jóvenes de San José

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En Barcelona comienzan a apuntar signos de vida en un desierto en el que todo parecía muerto. Y los Jóvenes de San José son uno de ellos. 

Tengo la impresión de que la mayoría de eso brotes son ajenos al arzobispo. Que no los obstaculiza pero que tampoco los promueve. Todo se cuece allí ante la apariencia de su mirada indiferente. Aunque no lo sea. Véase si no el proceso aparentemente contra Germinans que tendrá lugar la semana que viene y que es una engañifa y también una venganza. Digo engañifa porque Germinans no se verá afectada en nada. Salvo tal vez en que se cabreen y se vuelva al acoso y derribo al cardenal que casi había desaparecido. Están involucradas dos personas que bien se podría decir que pasaban por allí en el momento inoportuno. Y que apenas han tenido una colaboración puntual e incidental. Y también una venganza pero equivocadísima. Vamos a suponer que yo tuviera ojeriza al obispo de Lérida y me lo quisiera cargar. Un día me entero que un primo segundo suyo, con quien apenas tiene trato y que la última vez que se vieron fue en un bautizo de un familiar de ambos hace seis años tien un par de copas de más. Tampoco una cosa exagerada, rebasar en no mucho el límite establecido. Y lo denuncio a la Guardia Civil que lo para y le hace soplar el  aparato de marras. Pues más o menos. El obispo tan fresco. Le trae sin cuidado que a ese pariente lejano le pongan una multa de trescientos euros y hasta que le quiten por tres meses el carnet de conducir. Y si yo pensara que me había vengado y le había destruido es que sería más tonto que Abundio. Parecido.

Pero me estoy yendo de lo que quería hablar que no era del arzobispo sino de los Jóvenes de San José. Aunque el arzobispo tenga que ver con ellos. Mucho más que los procesados con Germinans. Porque siendo el cardenal tan pasota con esos Jóvenes no lo es. Está encantado con ellos, les anima y hasta da la impresión de que les quiere. Y no prodiga el cardenal de Barcelona muestras afectivas. Es normal que los Jóvenes de San José estén también encantados con su arzobispo y lo manifiesten agradecidos y felices.

Monseñor Sistach está ya en tiempo de descuento. Le quedan meses, un año tal vez. Mas le ha hecho un gran favor porque supongo que en el Vaticano no se decidirán por el cambio hasta ver como queda el órdago independentista. Pero al ver la excelente relación del arzobispo con esos Jóvenes y de estos con él, con excelentes resultados, además, para la vida religiosa de la archidiócesis, no podemos sino lamentar que esos afectos, tan normales y lógicos en el uno y en los otros, no se hubieran prodigado por el arzobispo con otros pequeños síntomas de vida que parece comienzan a apuntar, por fin, en el hasta ahora erial barcelonés.

Con lo que hubiera ganado la religión, quienes se empeñan en sostenerla y el mismo arzobispo. Que por frío que aparente ser tiene que agradarle que alguien le quiera. Dios quiera que en el tiempo que le queda al frente del catolicismo de Barcelona se haga con más afectos. De él depende. Y que cuando el Papa le acepte la renuncia que presentó hace dos años menos un mes no sean sólo los Jóvenes de San José quienes lloren su marcha. Aunque esas lágrimas las tenga ya seguras.  

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