Enviado para el número del 1 de abril de Siempre P’Alante
Don Ricardo Blázquez Pérez nació en Villanueva del Campillo, diócesis de Ávila, el 13 de abril de 1942. Cuando fue elegido por los obispos para la presidencia de los mismos estaba a punto de cumplir 72 años. Le espera por tanto un trienio de mandato pues coincidirá el final del mismo con la presentación de la renuncia de su diócesis por cumplir 75 años de edad.
Es este su segundo mandato presidencial, pues lo había sido en mitad de los cuatro trienios en que esa presidencia recayó en el arzobispo de Madrid. Pero no, como se ha dicho, porque derrotara al cardenal Rouco al finalizar éste su primer sexenio de presidencia. Porque Blázquez jamás derrotó a Rouco. La primera vez, hace nueve años, el cardenal de Madrid necesitaba, por tratarse del tercer trienio, dos tercios de los votantes. Y obtuvo bastante votos más que el entonces obispo de Bilbao aunque le faltaron uno o dos votos para llegar a los que precisaba. Cabe decir por tanto que los votos que tuvo Blázquez impidieron el triunfo entonces del cardenal madrileño pero no que le derrotara. Al no salir elegido Rouco lo fue entonces Don Ricardo. Y en la última Plenaria tampoco derrotó al arzobispo de Madrid pues éste no era candidato al impedir los estatutos un tercer trienio consecutivo. Y en 2008, finalizada la presidencia de Blázquez no se produjo lo habitual, que el presidente fuera reelegido para un segundo mandato, sino que Rouco, ya sin el hándicap de los dos tercios, derrotó ampliamente al todavía obispo de Bilbao. Todo ello sin menoscabo de que en la última elección, ya sin el cardenal como contrincante, obtuviera una amplia mayoría de 60 votos entre 79 votantes.
Dicho esto, la edad del presidente y la realidad de sus votaciones, los obispos eligieron al único de entre ellos con experiencia presidencial. Y no me creo que para compensarle moralmente por su derrota de 2008. Otras creo que fueron las razones. Y la primera de ellas es posiblemente por tratarse de un obispo que no crea anticuerpos. Blázquez no tiene enemigos. Todos los obispos le aprecian. Es fundamentalmente bueno. Y también, por qué no decirlo, cómodo. No tiene aristas, no hiere, no manda, no es líder, es asequible, sonriente, habla bajito… Quizá los obispos quisieran descansar un poco de una figura indiscutida e indiscutible. Como si fueran a por tres años tranquilos.
También porque creo que habiendo obispos con fuerte personalidad, por ejemplo Osoro, ninguno de ellos tenía tal vez el apoyo necesario para hacerse con la mayoría. Al menos en esta elección. El mencionado arzobispo de Valencia consiguió un fuerte respaldo para alcanzar la vicepresidencia. Y tengo la impresión de que ese segundo cargo va a ser importante en el mandato de Blázquez. Como lo fue Cañizares en el primero. Mientras que con Rouco el vicepresidente no existía. Aunque existiera.
Es también absurdo presentar al nuevo presidente como un cambio ideológico importante con respecto a Rouco. Porque el pensamiento de Blázquez es si cabe más tradicional que el del arzobispo de Madrid. Nada que pueda alegrar al progresismo por ese lado. Posiblemente será menos político y menos astuto que su predecesor. ¿Debemos felicitarnos por eso? Tal vez sí aunque no lo tengo nada claro.
Tenemos pues un presidente con un talante distinto del de su predecesor. Pero eso ocurre siempre que se cambia la presidencia. ¿O es que se parecían Morcillo, Quiroga, Tarancón, Gabino, Yanes, Suquía, Rouco y Blázquez?
Hasta en una cuestión que podría parecer eclesialmente tangencial, aunque de enorme importancia política, como es la de la unidad de la patria, el nuevo presidente se ha pronunciado, en apenas los diez días que lleva en el cargo, por lo menos en dos ocasiones y en un claro sentido. Nada equívoco.
Desengáñense pues quienes esperaban no se sabe qué revolución en la Iglesia hispana. A Rouco no le ha echado nadie, le echará la edad y eso rebasando ampliamente el límite de la aceptación de la renuncia. Y Blázquez no va a acaudillar ninguna revolución pendiente. Si alguien sigue soñando con eso es que no conoce al arzobispo de Valladolid.