Hoy concluyen veinte años de mi obispo Antonio. A partir de esta fecha se inicia otra etapa, de duración ignorada, con mi obispo, Carlos.
La inicio sin la menor reserva. Aceptándole de todo corazón como mi obispo. ¿Después…? Ya se verá. Supongo que estaré de acuerdo en muchas cosas y criticaré otras. Como me ocurrió con el cardenal Rouco mientras fue mi obispo.
Quise estar con él desde el momento mismo de su toma de posesión viendo por televisión toda la ceremonia. Mucho obispo, mucho cura. Como los cámaras, incluidos los de las televisiones religiosas, se conocen el oficio pero no tienen ni idea de lo que es interesante o no lo es, vimos repetidas veces las caras de las señoras del coro, que no interesan lo más mínimo a nadie, y apenas a los cardenales, arzobispo y obispos que acompañaron a Don Carlos el día en que comenzo a ser arzobispo de Madrid. Hasta el punto que ni pude reconocer a todos los que acompañaron al arzobispo en la mesa del altar. Identifiqué a Rouco, al nuncio, a Sistach, a Amigo, a Sebastián, a Cañizares y me pareció que a Estepa. Hubo uno o dos más que no logré averiguar quienes eran. Cuando salían los obispos siempre eran Javier Martínezy Julián Barrio, y ocasionalmente Ureña y Sanz Montes. Naturalmente estaban los tres obispos auxiliares. A ver cuanto le duran. No creo que mucho.
Llevaba una mitra francisquista, tal vez algo más adornada, poco. Y no llevaba palio. Seguramente por no tener que llevarlo. Confieso mi ignorancia al respecto. ¿Tiene que entregárselo el Papa cada vez que asume un nuevo arzobispado? ¿El que tuvo en Asturias no le sirvió para Valencia y el de Valencia para Madrid? Así será. Supongo. Llevaba el pectoral sobre la casulla. En algún momento pareció emocionado.
La homilía estuvo bien aunque larguita.
Mucho agradecimiento y mucho programa. Palabras afectuosas a su predecesor. Se hacía raro oír en la catedral madrileña un tono distinto del bajo y nasal del anterior arzobispo. La leyó, cosa normal pues no querría olvidarse de nada ni de nadie. Estaban presentes el presidente de la Comunidad madrileña y la alcaldesa de la capital. Nadie del Gobierno o si estaba alguno no me enteré. O la televisión no le sacó o yo estaba distraído en ese momento. La Virgen de la Almudena tuvo un protagonismo especial. Ella cerró, con palabras de su himno, la homilia del nuevo arzobispo y al concluir la misa el himno pero con un aditamento que jamás le había visto a Rouco. No digo que nunca lo hiciera, sólo que yo jamás lo vi. Llevaron un artilugio, artefacto o lo que fuere a los pies de la imagen, subió Osoro las escaleras, también Andrés Pardo aunque éste con dificultad, se quemó incienso ante la Virgen y se cantó el himno, oyéndose perfectamente la voz de Osoro. Su ritmo era un pelín más lento que el del coro y se notaba.
Resultó evidente que al nuevo arzobispo le gusta cantar. Y pienso que no lo hace mal. El director del coro dirige con batuta. Como si estuviera ante una orquesta. A los cámaras les diría que los coros están para oírlos y no para verlos.
Me sorprendió la cara del cardenal Amigo. No era la suya habitual. Como si no se hubiera recuperado todavía del accidente de salud que tuvo este verano. Encomendé a Dios su recuperación y ruego a los lectores que se unan a mí.
Pues ya tenemos, y tengo, nuevo arzobispo de Madrid. Desde este mediodía. A partir de ahora toda la diócesis le encomendará a Dios para que sea un pastor santo. Que no huela a oveja sino que siempre lleve con él el buen olor de Cristo.
Juan Rubio, el exdirector de Vida Nueva, le acaba de dedicar un artículo sin duda interesante. Os lo enlazo:
P.D.: Me entero por Infovaticana que me faltaba por localizar al cardenal Monteiro de Castro, exnuncio en Madrid. Y que ahora se debe aburrir mucho. Me sorprendió la presencia de Marini «el malo». Será amigo personal de Osoro.
