Manuel Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol, no quiere que yo le quiera. Está en todo su derecho y yo tengo abundante nómina de personas que me aborrecen, incluidos obispos, como para que me vaya a preocupar ese desafecto episcopal. Lo tengo colmado. Pero la criada a veces sale respondona y la mula cocea. Por supuesto. Ilustrísima, la criada y la mula soy yo. Usted es sólo un mediocrísimo obispo que está terminando de enterrar a una diócesis que no se merecía eso.
No traigo a colación a ese obispo, que tanto afecto me tiene, por un escándalo más diocesano en los que tanto ha abundado el obispado en los últimos tiempos. Aunque deba reconocer que arrastra pésimos episcopados anteriores. Si bien el suyo no corrija nada.Tengo en la recámara, a espera de más confirmaciones, a un párroco suyo con compañera e hijo. que a Su Ilustrísima, de ser cierto lo que por la diócesis circula, se la trae una vez más al pairo. Como el de aquel otro que lleva no sé cuantos años casado y que todavía figura en su presbiterio porque, a lo que yo sepa, puedo estar equivocado, nunca le secularizó Su Ilustrísima. Con lo que, si así fuere, podrá disfrutar simultáneamente del tálamo y de sus licencias sacerdotales. Tal vez, señor obispo, Su Ilustrísima si quiere, no esté yo bien informado de la situación, pero no será por no haberlo intentado. El confrontar la fuente usted me lo ha negado. A coces. Lo malo es que en ellas quien queda mal es el coceante. Yo sólo soy el coceado. Aunque lo recuerde. En los coceamientos pueden intervenir dos animales. O uno y otro que no lo sea. Tal vez en nuestro caso haya dos. Pero el coceado he sido yo. Tenga a mi vez cascos o no los tenga. Aunque puede ser que los tenga.
Pero a eso no iba. Mondoñedo-Ferro les una diócesis sin vocaciones en la que los fallecimientos, las jublaciones, las secularizaciones, las deserciones sacerdotales incluso sin secularización pero con goce afectivo, el simple deseo de huir, a un monasterio o a otra diócesis, son la orden del día. Y en obispado en que en muchas parroquias no se puede decir misa dominical porque no hay curas. Pues Sánchez Monge vive en el más absoluto dontancredisnmo episcopal en el que parece que el único problema diocesano soy yo que ni pertenezco a ella. No hay como montar excusas a la propia incompetencia. Ese obispo es un marmolillo, inútil donde los haya, incapaz de todo gobierno, donde esté o donde le manden, pero eso sí, más tieso que una escoba.
Me he excedido en el comentario a un pobre hombre. Pero al leer que ha dicho que «la Fe y la Caridad van unidas» o que glosando la parábola del buen Samaritano, recogiendo las palabras del Papa Francisco, nos recordara que «todos tenemos algo de samaritanos», no sé por qué se me ocurrió pensar que de eso tiene Su Ilustrísima muy poco, por no decir nada. Y no me lo ha contado nadie sino que lo he comprobado de Su Ilustrísima. Evidentemente no llegué a usted herido sangrante. Aunque cicatrices tengo muchas más que la madre que le parió a usted y pienso que a muchos de sus hermanos en el episcopado y, por lo tanto, colegas suyos. La caridad conmigo a usted ni se le supone, la tiene totalmente desacreditadísimamente desacreditada. No se la echo de menos, porque me trae sin cuidado, solamente se la señalo. Pero que nos diga que «el hombre de hoy está herido y la Iglesia tiene que ser esa tienda de campaña que les acoge» después del acogimiento que tuve por su parte, es como para decir que no quiero tiendas ni samaritanos sino sacerdotes y levitas que por lo menos me abandonan sin cocearme. Que ya es de agradecer.
¿Quiere usted ir de obispo milonguero? Pues como si le da por ir de caperucita roja. Yo no estoy herido en una tienda de campaña porque mis heridas, que las tengo, me las lamo solo. Para nada necesito sus cuidados que, visto lo visto, serían más bien eutanasia. O tal vez asesinato. Creo, a usted le consta, que he querido aproximarme. ¿Fue tarea inútil? Por mi parte no ha quedado. De la suya responde usted. Y si las consecuencias no le gustan lo tiene muy fácil. Mi tienda de campaña hospitalaria siempre está abierta a quien quiera acudir a ella. La suya parece que no. Incluso, ¿tiene usted tienda de campaña? O sólo coces.
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