Ayer estuve en el funeral de un muy querido amigo en la iglesia de los redentoristas de la calle Manuel Silvela. Fea iglesia en la que el peor neogótico imperaba. Sólo el cuadro de la Virgen del Perpetuo Socorro daba luz y calor a tanta frialdad. Hacía tiempo que no pisaba aquel templo y apenas lo recordaba. Tengo de los redentoristas muy mal concepto, sin duda hay entre ellos excepciones, y el celebrante, un abuelete cebolleta, me las confirmó.
La iglesia estaba llena pues el fallecido, buena persona donde las hubiere, destacadísimo en distintos saberes en los que era una verdadera autoridad aunque su proverbial modestia intentara disimularlos, de múltiples relaciones, siempre con la frase amable y la mano tendida, recogió en su muerte tanta amistad como había sembrado.
El redentorista que celebró el funeral no debía conocerle y alguien, supongo que tú, querido José Luis, le dio un guión que recogía muy bien lo que tu hermano había sido. Bueno, sabio, católico, patriota… Ya en la homilía, al ir desglosando lo que la nota decía asomó la oreja el reverendo. O la pata. El difunto era de ideas religiosas tradicionales y así lo expresaba el guión que leía el redentorista de marras. Que al leer eso rechinó. Y añadió a los presentes que había tradiciones buenas y otras que había que cambiar. Y se quedó tan contento con la mentecatez que era una crítica impertinente de las convicciones de un difunto hecha por un anciano botarate al que evidentemente le molesta lo tradicional. A quien había qe cambiar era a ti, memo con balcones a la calle, pero dada tu edad ya ni vale la pena.
En el ofertorio tuvo prisa y elevó el pan y el caliz simultáneamente en vez de hacerlo uno tras otro. El lavabo no existió, saltándose la rúbrica. Debía seguir con prisa. El cardenal Rouco no debe gozar de sus simpatías por lo que omitió su nombre en el canon. En el momento de la paz, contra lo preceptuado, bajó del presbiterio para dársela a la familia. Cantar le gustaba y para eso no tenía prisa.
Pues ya nos dimos cuenta todos de que lo tradicional le molestaba y que en la misa hacía lo que le daba la gana. Pues yo también, imitándole, hago lo que me da la gana, manifiesto lo que me parece y le llamo botarate.
La Virgen del Perpetuo Socorro era una advocación queridísima en España. En muchos hogares estaba su imagen. Mi madre le tenía gran devoción y un cuadro de esa Virgen estaba sobre la cama en su dormitorio en la casa en la que pasábamos el verano. Hoy la inmensa mayoría de los jóvenes, diría que prácticamente la totalidad la desconocen. Y entre los mayores ha caído muchísimo la devoción a esa advocación de la Virgen. Pues eso han conseguido los redentoristas de hoy. Que la mayoría debe ser como el que celebró el funeral por mi amigo. Absolutamente prescindibles.
Que la Virgen del Perpetuo Socorro, querido Ángel, ta haya llevado de la mano a la presencia de Dios. Habías dicho que querías que en tu funeral se cantara la Salve. Así lo hicimos. Ella habrá vuelto hacia tí esos sus ojos misericordiosos y después de este destierro te habrá mostrado a Jesús. Que seguro no puso el menor reparo a tus afectos tradicionales. Eso queda para los imbéciles. Y hasta igual te ha dicho que a Él también le gusta lo tradicional.