Tótems. Hace tiempo que los políticos descubrieron un adictivo vicio: sobrealimentar al electorado, darle papilla hasta convertirlo en lo que hoy es, un crío obeso y mimado al que temer si la ración mengua. En eso estuvo muy fino Zapatero —modelo que ha seguido, por supuesto, la derecha orgánica— cuando enriqueció la dieta echándole sabrosos derechos y quitándole los indigestos deberes. Por gracia de este sistema de temores —ministro, póngale al niño doble ración, que llegan elecciones— y exigencias —quiero lo mío— tenemos un Estado-cocina con todos los fogones al máximo. Pero seguramente condenado al colapso. Mientras, el autónomo y el trabajador del sector privado van pagando la magnífica dieta de la criatura.
Conservadurismo desnortado. El PP de Feijoo se mueve entre el cálculo chapucero y, con rumbo atribulado, el extravío de cualquier principio ideológico. Es como un carromato pululante, abarrotado de gentes que leen cada mañana The Objective como un oráculo. De vez en cuando, alguien hace como que toma una decisión, pero, vaya por Dios, ya se ha adelantado Sánchez el sibilino, siempre más sagaz. Así las cosas, el PP, rehén del Gobierno y de su torcido andar, va a sancionar un ómnibus contra la propiedad privada, la reducción de impuestos y el control del gasto público. Para esto no hace falta una oposición. Ni siquiera fabular que el PP es conservador.
Inolvidables momentos de la legislatura. En una imagen otras veces repetida, el Consejo de Ministros tuvo que esperar a que desde Waterloo les dieran el visto bueno al recorte del llamado ómnibus. O rickshaw, bicitaxi de tracción humana tan popular en China: háganse una idea de quién lo conduce y quién es el cliente. Parece que los ministros se metieron en la sala del café hasta que Sánchez, feliz tras su enésima bajada de pantalones ante el prófugo, les ordenó sentarse en el consejo. Vaya papelón, muchachos.
Vasallaje sindicalista. Inasequibles al desaliento y agradecidos por las mariscadas longitudinales y los millones de Yolanda Díaz, UGT y CCOO mantenían, a la hora de entregar esta gaceta, una mani contra la oposición, aunque un decreto del Gobierno aseara el ómnibus a gusto de Puigdemont. Aplicados y obedientes hasta la desmesura, los sindicatos toman la calle para recordarnos lo mala que es la derecha. Y para no hacer del evento una cosa demasiado surrealista (protestar sobre algo que el mismo ejecutivo ha invalidado), Sánchez tramitará el nuevo ómnibus la semana próxima.
El palacete. El visto bueno de la cesión al PNV por parte de los populares obedece a una estrategia ya indisimulada, de inspiración aznarista, cuando la derecha se hizo ferviente autonomista (Pujol, hombre del año para ABC) y entró, por fin, en el feliz consenso. Así lo declaraba, abiertamente, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, defendiendo que el Partido Popular tenga una «relación fluida» tanto con PNV como con Junts. Aplica aquí la frase, atribuida a un calculador rey de Navarra, que reza “París bien vale una misa”.
Sánchez se postula como el más malo de los malos. Por Donald Trump nos enteramos que un Estado miembro de la Unión Europea es un BRIC, el club fundado por Brasil, India y China, como indica el acrónimo, al que habrá que añadir la E de España. Ninguna sorpresa, Sánchez no ha perdido la oportunidad de ajuntarse con la Venezuela bolivariana o el régimen de los ayatolás, situando a nuestra nación en el bando de los más malos. De Hecho, y ante las amenazas arancelistas de Trump, el señorito de Moncloa ha visto la oportunidad de postularse como heroica resistencia al americano. Según él, Bruselas «debe plantar cara y defender la democracia». Esta semana ha contestado al tío Donald con sorna y gracejo: «green, baby, green», en alusión al «drill, baby, drill» trumpista, la voluntad de buscar petróleo en Alaska. Bien, las primeras consecuencias del incontenible ego sanchista no se han hecho esperar. Comentaba La Gaceta que el Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ya ha hablado con los ministros de Exteriores de los países bálticos, Polonia, Hungría, Italia, Francia, Alemania y… Marruecos, reino estratégico para las relaciones internacionales de EEUU.
Paganini. En los libros de historia de la ignominia deberá aparecer la figura del español medio en tiempos del socialismo. Paradigmático héroe del desprendimiento, de grandiosa generosidad, este personaje conocido por todos, paga hoy hasta el veterinario del lumpen. Así lo ha planeado el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030: se «ofrecerá atención veterinaria gratuita o a precios reducidos a las personas vulnerables que tienen animales de compañía», según informa Moncloa.
Y la estrella de la semana es… Hay personajes impagables en el régimen sanchista. Uno de ellos, quizás no muy conocido por la opinión pública, surge de vez en cuando buscando su minuto de oro. Se trata del ministro de Memoria Histórica, filólogo canario, de nombre Ángel Víctor Torres. Sus apariciones, decía, suelen tener algo de estelar, también un no sé qué de morbosidad. Apareció por primera vez en medios observando huesos en el Valle de los Caídos. Aquellos restos, expuestos como en un mercado de salvajes, debían haber sido de represaliados republicanos, motivo del paripé en cuestión, pero resultó que eran del bando nacional. Una segunda noticia sobre él la proporcionó Víctor Aldama cuando aseguró en diciembre pasado que le pagaba un piso madrileño para «encuentros de diversa naturaleza». Concluyendo, esta misma semana nuestro personaje dijo en un mitin que en el franquismo «no se permitía a las mujeres estudiar». Bien, lo de memoria histórica es un eufemismo, una broma de estos sociatas, quienes, durante cuarenta años, estuvieron de vacaciones y no se enteraron de nada.