En los días de flagelación en Aceh, el gentío se congrega para contemplar cómo los convictos son golpeados con saña. Los homosexuales son víctimas asiduas de este bárbaro espectáculo, pero éste se extiende a todas las personas que violen gravemente lo establecido por la sharia
Dos años después de que la más fundamentalista provincia de Indonesia, Aceh, copase los titulares de la prensa internacional como consecuencia de la flagelación pública de dos homosexuales, el gobernador de la región está meditando tornar privados estos castigos. El afán de esta medida sería evitar la atención negativa de los medios de comunicación, así como impedir que una imagen tan poco sana desde el punto de vista moral pueda influir en la inversión extranjera en la provincia en particular y en el país en general.
Estos posibles cambios, que han causado notable revuelo en Indonesia, han trascendido después de que el presidente del país, Joko Widodo, se reuniese con el recién nombrado gobernador de la provincia de Aceh, Irwandi Yusuf, para tratar de encontrar soluciones a la malograda imagen exterior de la región.
En una entrevista con un medio local, el vicegobernador de Aceh, ha sintetizado el plan pergeñado con objeto de compatibilizar la flagelación de homosexuales con una buena imagen a nivel internacional: ‘Vamos a minimizar la cobertura de la prensa y, para ello, llevaremos a cabo las flagelaciones dentro de las prisiones. Ahora es delante de la mezquita, justo después de las oraciones del viernes’.
En una declaración pública, la oficina del gobernador de Aceh ha enfatizado el carácter provisional de las discusiones sobre el fin de las flagelaciones públicas, puntualizando que cualquier decisión en este ámbito no se tomará sin la aquiescencia de los académicos musulmanes.
Las flagelaciones públicas, esa fiesta popular
En los días de flagelación en Aceh, el gentío se congrega para contemplar cómo los convictos son golpeados con saña. Los homosexuales son víctimas asiduas de este bárbaro espectáculo, pero éste se extiende a todas las personas que violen gravemente lo establecido por la sharia. De este modo, el pasado año, concretamente en las postrimerías del mes de febrero, dieciocho personas fueron flageladas por violentar la ley islámica.
Para ciertos colectivos, la propuesta de tornar las flagelaciones públicas en privadas es positiva y esperanzadora: ‘Significa que nadie será públicamente humillado nunca más’, asegura Ratna Sari, presidente de ‘Women´s Solidarity’ en Aceh. No obstante, cabría distinguir aquí, ante las palabras de Sari, lo accesorio de lo relevante. Lo relevante, y repudiable es que una persona sea fustigada por no cumplir un precepto religioso; lo accesorio es dónde y ante quién se produzca la flagelación.
Mientras en esta provincia indonesia se valora la posibilidad de terminar con las flagelaciones públicas – para tornarlas privadas –, un estado malayo (el de Kelantan) acaba de aprobar una ley en la que las autoriza. Así, se ha convertido en la primera región de Malasia – país donde los fustigamientos suelen darse en privado – en albergar, en hedor de multitudes, este tipo de prácticas.
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