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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La admiración de Hillary Clinton por los líderes supremacistas

‘No iré a la guerra con un negro a mi lado’. Aseguraba el mentor político de Hillary Clinton para evitar luchar en la Segunda Guerra Mundial.

Los medios de comunicación siguen intentando vincular a Donald Trump con los grupos supremacistas norteamericanos. Ese, para ellos, es el último “gran pecado” del presidente que, contra todos sus pronósticos, ganó las elecciones presidenciales. Se basan en una condena tibia de los altercados en Charlottesville tras los enfrentamientos entre grupos supremacistas y radicales de izquierdaas.

Sin embargo, los mismos medios de comunicación no criticaron a Hillary Clinton cuando definió a Robert Byrd como su amigo y mentor político. Quien fuera uno de los grandes dirigentes del KKK en los años cincuenta, además de congresista demócrata durante más de cinco décadas seguidas, era admirado por la aspirante frustrada a la Casa Blanca. Entonces, los medios que hoy se desgañitan contra Trump, no abrieron la boca.

Robert Byrd falleció en 2010 tras batir el record de permanencia continuada en el Senado de Estados Unidos. Entró en la institución en 1959 y ha permanecido en ella hasta el día de su muerte, el 28 de junio de 2010. Cuando tenía 24 años, en 1941, ingresó en el Ku Klux Klan, la organización supremacista más conocida de EEUU, a ella perteneció durante décadas. Llegó a ser responsable del capítulo de la localidad de Sofía (Virginia Occidental) donde dirigía un grupo de 150 miembros formado por él.

Poco después se negaba a participar en la Segunda Guerra Mundial porque no estaba dispuesto “a luchar en las Fuerzas Armadas con un negro a mi lado”. Intentó en varias ocasiones la aventura presidencial, pero solamente conseguía apoyos en los estados del sur, donde en aquellos años cincuenta, el Klan era fuerte. En la década de los sesenta se negó a sancionar y apoyar cualquier iniciativa en favor de los derechos civiles de la población negra.

Todos estos antecedentes no le supusieron ningún tipo de sanción o desprecio entre sus compañeros del Partido Demócrata. Durante las dos legislaturas en las que Bill Clinton fue presidente, su contacto en la Casa Blanca era continuo. Byrd murió en junio de 2010, cuando Hillary era secretaria de estado del Gobierno Obama. La candidata demócrata en las pasadas elecciones alabó al senador fallecido al que calificó como su “amigo y mentor”. Pero de esa relación con un dirigente del Klu Klux Klan no dijo nada ningún medio de comunicación.

Una de las últimas apariciones públicas de Byrd fue en un encuentro con Hillary Clinton donde ambos se saludaron muy cordialmente, como muestra la fotografía que acompaña a este artículo.

Pese a esta vinculación afectiva y política, los medios norteamericanos no han tenido ningún problema en vincular al candidato republicano, Donald Trump, con el Klan. Lo hicieron aprovechando unas desafortunadas manifestaciones de David Duke, que fue director nacional del KKK a mediados de los años setenta. Duke, que por aquel entonces pertenecía al Partido Demócrata, abandonó la organización supremacista blanca a principios de los años ochenta. A finales de esa década se vinculó al partido republicano.

En la actualidad dirige un popular programa de radio en el que explicó que él votaría a Trump, aunque no se sentía identificado con ninguna de las dos candidaturas, pero optaba por el mal menor y por la única persona que, a su juicio, podría “librar al mundo de la III Guerra Mundial”. Ese comentario fue suficiente para que los medios norteamericanos, volcados en la guerra contra Trump, dedujeran un apoyo del KKK a su candidatura.

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