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SEGÚN LOS ÚLTIMOS DETALLES DE LA INVESTIGACIÓN

Altos funcionarios de Catar y de Marruecos están involucrados en el escándalo de los sobornos

Parlamento Europeo. Europa Press

Abolir el Parlamento Europeo: eso es lo que propone el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, a la luz de un escándalo en la Eurocámara del que aún no conocemos toda su extensión y algunos de cuyos detalles revela la revista alemana Der Spiegel en su último número.

Orbán ha tuiteado su propuesta, alegando que el único modo de recobrar la confianza de los ciudadanos de la Unión Europea sería acabar con la asamblea y sustituirla por un nuevo parlamento formado por delegados nacionales. De esta forma, dice, mejoraría la supervisión, la responsabilidad y la credibilidad del órgano legislativo europeo, además de devolver soberanía a los Estados miembros.

Y si esta propuesta del húngaro parece exagerada, no debería desecharse antes de entrar a fondo en el extenso caso de sobornos a europarlamentarios que aún está en sus primeras fases de investigación y que Der Spiegel detalla en su último número tras haber tenido acceso a cientos de documentos del caso.

Con la detención de la exvicepresidente del Parlamento Europeo Eva Kaili el pasado diciembre después de que la policía incautara a su padre una maleta repleta de dinero empezó la operación «Mezzo», una investigación que lleva varios meses en marcha y que supuestamente involucra a los servicios secretos de cinco países europeos. Más de 1.300 documentos internos consultados por la publicación alemana permiten una reconstrucción detallada de la investigación. Los documentos sugieren fuertemente que altos funcionarios tanto en Catar como en Marruecos están involucrados en el escándalo, y que la información que se ha hecho pública hasta ahora es sólo la punta del iceberg.

Quien hasta ahora parece haber sido el jefe de la trama, Pier Antonio Panzeri, exeurodiputado y antiguo jefe del novio de Kaili, Francesco Giorgi, se ha mostrado dispuesto a colaborar con la justicia, dando nombres de los sobornados y los sobornadores, en lo que promete ser una semana emocionante -y desastrosa- para la Eurocámara.

Lo curioso es que no estamos aparentemente ante un grupo criminal mínimamente sofisticado, sino de una banda bastante chapucera de tipos que cobraban en billetes, que escondían el botín en sus apartamentos, se reunían a conspirar en hoteles cuajados de cámaras de vigilancia y hablaban por teléfono sin encriptar las conversaciones. Y, aun así, el grupo aparentemente pudo operar sin ser detectado durante varios años, recaudando dinero de sobornos no sólo de Catar y Marruecos, sino también de Mauritania y quizás incluso de Arabia Saudí. Da miedo pensar cuántas tramas de gente algo más precavida y despierta podría haber en activo en torno al Parlamento Europeo.

Quizá porque el Mundial estaba aún en marcha, Catar es el país que más ha aparecido en los titulares, pero el primero en el que se fijó la investigación era Marruecos. Como suele suceder, todo empezó con un chivatazo, una fuente del servicio secreto de un país no identificado dio a los de Bruselas el soplo de que Marruecos estaba explotando los servicios de un grupo criminal para avanzar sus intereses en la UE.

El primer paso fue registrar la residencia bruselense del sospechoso número uno, Antonio Panzeri. Encontraron 380.050 euros en efectivo debajo de la cama y, en una caja fuerte, otros 320.000. Pero no se lo llevaron; de hecho, se esforzaron por dejarlo todo como estaba de modo que Panzeri ni se dio cuenta del registro y siguió como hasta entonces, pero ahora estrechamente vigilado mientras los investigadores iban reunido más y más pruebas.

Hasta que, tirando del hilo, se toparon con el servicio de inteligencia exterior marroquí DGED, cuyo director, Yassine Mansouri, dirigía personalmente la trama, al parecer. Es decir, el entramado comprometía al propio Gobierno marroquí.

Debajo de Mansouri en esta trama, por el lado marroquí, está Abderrahim Atmoun, embajador de Marruecos en Polonia, que solía llevar dinero cuando pasaba por Bruselas y entregárselo a Panzeri, según ha declarado la pareja de Kaili, Francesco Giorgi.

Marruecos tiene las mejores razones del mundo para presionar en Bruselas, todo hay que decirlo. Dos tercios del comercio exterior de Marruecos es con la UE, y de la UE procede más de la mitad de toda la inversión extranjera en el sultanato, siendo, además, el mayor receptor de fondos de cooperación de la UE en la región, con un total esperado de 1.600 millones de euros de 2021 a 2027. Comparado con la implicación de Marruecos y lo que se juega el sultanato, lo de Catar es «peccata minuta», la multimillonaria frivolidad de una campaña de imagen.

Habrá consecuencias, naturalmente. Pero teniendo en cuenta lo cutre que ha sido todo, es razonable pensar que si este caso ha salido a la luz ha sido por la extraordinaria impericia de los implicados. El trasfondo es un organismo sin apenas control y una enorme influencia para el que, quizá, convendría sopesar la solución propuesta de Orbán.

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