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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

‘Caprichos irracionales’… El próximo presidente de México suma enemigos de clase mundial

El próximo 1 de diciembre toma posesión como nuevo Presidente de México Andrés Manuel López Obrador, cuyo pensamiento (si es que se le puede llamar así) y sus antecedentes, hemos estudiado en una serie de artículos publicados en este prestigioso medio.

Hoy, el político de izquierda, vuelve a ser noticia y se ha convertido en la burla y el hazmerreír mundial, desde los medios internacionales, analistas políticos, agencias calificadoras, empresarios, y organismos internacionales, que no solo se quedaron en la burla ante sus insensateces y disparates, sino que además le pasaron la factura a la economía de México, como una advertencia de lo que se le vendría encima al populista y poco inteligente próximo presidente mexicano.

Hay que recordar que éste hombre, que tardó 14 años en terminar una carrera universitaria que se cursa en 4 años, y a lo largo de esos diez años extra en los que se ocupó más de la agitación política y la revuelta social, que de su formación académica, lo cual quedó plasmado al reprobar en varias ocasiones las materias de economía y política entre otras, como queda patente en su errático comportamiento tomando decisiones ignorantes, pero además de su carencia intelectual, éste hombre se ufana de haber estado sin trabajar durante más de doce años y de haber evadido impuestos en el mismo periodo, igual que sus hijos y familia, que se ha mantenido en la misma condición improductiva siguiendo el ejemplo de su padre, por lo cual se le presentó hace meses una demanda penal por lavado de dinero, que no prosperó, no por falta de pruebas, que eran abundantes, sino por arreglos políticos, para que nada impidiera que llegara a ocupar la presidencia de México y terminar de destruir lo que aún queda del país y de su economía.

Todo este lapso de tiempo que no lo ha dedicado a nada productivo, lo utilizó para envenenar el ánimo de la sociedad contra el sector productivo del país, contra el que siente evidentemente una repulsión ideológica y casi genética por ir en contra de su forma de vida parasitaria. Su odio a este sector de la sociedad que prospera y se abre camino en base a sus capacidades, esfuerzo y constancia, lo contagió al sector menos favorecido, al que en muchos casos, se le ha negado el acceso a salir de su condición desesperada para conservarlos como votantes baratos a los que se compra con dádivas y promesas incumplibles, ese bastión que carece de aspiraciones de mejora, porque la política ha decidido mantenerlo así, como banco de votos, es el que tomó López Obrador como bandera para enfrentarlo contra el sector productivo del país, llenándolo de odio visceral, además, contra las instituciones, el gobierno en turno y contra la mayoría de la sociedad que no comulga con sus ideas.

Ahora todo ese resentimiento social que él acumuló y que lo llevó a la presidencia de México, se le ha revertido en los meses que dura la transición entre un gobierno saliente y el entrante, periodo que le ha significado una pérdida significativa de credibilidad entre sus votantes y un desprecio aún mayor y muy justificado entre sus detractores, muestra de ello se dio apenas en estos últimos días y para ejemplificarlo usaremos un símil del deporte favorito de López Obrador, el béisbol. Dado que ambos acontecimientos corrieron en paralelo queda muy bien usarlo de ejemplo.

Como todos saben esta última semana se disputó la serie mundial de béisbol en Estados Unidos, el llamado clásico de otoño, entre los Medias Rojas de Boston contra los Dodgers de Los Ángeles. Los dos primeros juegos se disputaron en Boston, ganándolos el equipo anfitrión sin mayor problema, obligando a Dodgers a ganar en su casa para mantenerse con vida.

El tercer juego ha sido uno de los más emocionantes de los que se tenga memoria en la centenaria tradición de las series mundiales, un encuentro que se prolongó durante casi siete horas y media y 18 entradas, dando el triunfo que tanto necesitaban los de casa.

El cuarto juego se disputaría menos de 24 horas después y los Dodgers llegaron con el ánimo por todo lo alto, con el apoyo de su público y así quedó de manifiesto en dos terceras partes del juego en el que los angelinos dominaron sin problema, anotando en cuatro ocasiones y dejando a Boston colgados del cero. Todo se enfilaba a que la serie mundial se empataría con la ventaja de que al venir de atrás, los Dodgers podrían ganar el campeonato, hasta que vino la fatídica, inexplicable y equivocada decisión del manager de Dodgers, Dave Roberts, de sacar al lanzador Rich Hill, que había dominado totalmente la ofensiva de Medias Rojas, ésta mala decisión de Roberts se tradujo de inmediato en que en el último tercio del partido, los Dodgers que iban 4-0 terminaran perdiendo 9-6, fue tal el desastre y lo que pesó en el ánimo del equipo que una mala decisión les hiciera perder un juego que llevaban ganado, que en el último juego el equipo simplemente se derrumbó y perdió la serie mundial, que habían ganado por última vez hace 30 años, en 1988 cuando su lanzador estrella era el mexicano Fernando Valenzuela.

Eso mismo se puede decir que pasó con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, en esos mismos días que sucedía esta historia beisbolera, dado que él también decidió echar por la borda lo que había ganado de capital político y hasta de cierta simpatía o luna de miel con los mercados y medios de comunicación, lo cual se acabó de manera abrupta, igual, por tomar una decisión totalmente equivocada, que puede costarle el primero de muchos fracasos en su administración y que de entrada ya le hizo perder ese margen de maniobra que hubiera requerido para el inicio de su gobierno.

Para comprender cuan fue esa decisión que le costó tan caro y que fue tan equivocada como la del manager de los Dodgers, es necesario retroceder al inicio del actual gobierno saliente de México. El presidente actual, en el año 2014 teniendo un poco más de un año en el cargo, anunció el proyecto más ambicioso y emblemático de su administración: la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Para quienes hayan viajado a la Ciudad de México en avión, saben que el actual aeropuerto internacional con sus dos terminales está dentro de la ciudad, rodeado de edificios, ya que el crecimiento desordenado y gigantesco de la que fue un tiempo la ciudad más grande y poblada del mundo, terminó por rodear el aeropuerto que ya es obsoleto, por tener casi sesenta años de uso y dada la frecuencia de operaciones de despegues y aterrizajes que tiene, que es de alrededor de cada 45 a 50 segundos, es ya insuficiente, y tiene un crecimiento limitado por la ubicación en la que se encuentra, por lo que desde hace décadas se planeaba construir uno nuevo, pero no se había logrado concretarlo, finalmente se decidió a principios del siglo XXI que se construiría sobre el lecho seco del lago de Texcoco.

Hay que recordar que cuando llegó Hernán Cortés a Tenochtitlán, toda la ciudad se había construido sobre el lago de Texcoco, en cuyo centro había algunos islotes, y el resto se había construido sobre el agua a base de ingenio, fuerza y una muy avanzada ingeniería de parte de los aztecas que lograron dominar la naturaleza y poner el entorno a su servicio. Éste lago tiene muchas décadas seco, pero su terreno aún guarda las características de lo que fue, por lo que es un suelo blando y no el mejor para una carga tan intensa como la que requiere un aeropuerto, que estaba destinado a ser uno de los cinco más grandes e importantes del mundo y el mayor de Hispanoamérica. A principios de este siglo, como mencioné, se anunció que se iniciaría la construcción de dicha obra, pero intereses políticos lo impidieron y por la falta de fuerza del gobierno que entonces se dejó doblegar.

En 2014 Enrique Peña Nieto, retomó el proyecto y lo anunció como su obra insigne del sexenio, respaldado en decenas de pruebas de toda clase, realizadas por todas las autoridades nacionales e internacionales aeronáuticas y de ingeniería, que avalaban el proyecto, aunque el realizarlo ahí representaría una inversión multimillonaria de unos trece a quince mil millones de dólares, pero la cercanía a la Ciudad de México lo convertía en el espacio idóneo, aunque el terreno no lo fuera, pero es reconocida en todo el mundo la capacidad y la destreza de los ingenieros mexicanos para resolver esta clase de problemas, al final de cuentas, levantar una ciudad en medio del agua hace setecientos años sí que era una proeza, ahora este lago ya seco, representaría, comparado con el de los aztecas un reto mucho menos complicado.

La construcción se realizaría con una participación del gobierno y otra de la iniciativa privada nacional y extranjera.

Y por ser la obra emblemática del sexenio, es que sobre ella centró sus baterías en la campaña electoral el que será el próximo presidente de México, ofreciendo al pueblo el pan y circo que deseaban escuchar: que él echaría abajo la construcción de la mega obra por ser el emblema de la corrupción que fue el distintivo del sexenio que está por terminar el 30 de noviembre. Los inversionistas y el mundo financiero tomaron los dichos de López Obrador como una simple alharaca, una estridencia típica de la campaña de un populista de izquierda que solo era publicidad barata para ganar votos, pero que no se atrevería a realizar ya que eso sería dispararse en la pierna, pero se atrevió.

Para hacerlo, ya siendo presidente electo, convocó a una consulta popular ciudadana para preguntarle a quien López Obrador llama el “pueblo sabio”, sobre si debería terminarse o cancelarse la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, aunque parezca increíble el pueblo sin sustento ni conocimiento especializado en el tema, decidiría el destino de la obra de infraestructura actual más importante de México, si esto ya era un disparate, se convirtió en objeto de burla nacional e internacional ya que la consulta fue ilegal, anticonstitucional, plagada de fraude, donde se podía votar varias veces, no había registro de quien había votado y además no se tomó la opinión de los directamente interesados que son los usuarios del transporte aéreo, ni se colocaron casillas de votación en el actual aeropuerto de la Ciudad de México, ni en ninguno del país, y sí en cambio se colocaron casillas de votación en los municipios más pobres y alejados para que la gente votaran contra continuar la construcción del aeropuerto.

Todas las casa encuestadoras, que hicieron sondeos durante el simulacro de consulta popular, arrojaron el mismo resultado, la inmensa mayoría de la población estaba a favor de continuar la obra del nuevo aeropuerto, pero el resultado de la consulta amañada, tramposa e irregular, arrojó el resultado que quería López Obrador, que según sus cuentas falsas, la población había votado en contra y por lo tanto él decidió sin más ni más, no continuar con la obra del nuevo aeropuerto. Es importante mencionar que el aeropuerto lleva un avance del 30 por ciento y se han invertido unos cinco mil millones de dólares, pero además, hay penalizaciones previendo que pasara algo así, que el gobierno quisiera suspender la obra.

Las penalizaciones alcanzarían más o menos otros cinco mil millones de dólares, es decir, lo que ya se ha invertido, pero además vendrían las demandas en tribunales internacionales, porque una cosa es que el gobierno devuelva a los inversionistas lo que invirtieron y otra que se le obligue a pagar una indemnización por el tiempo perdido y que pudieron aprovechar en realizar otra obra en cualquier parte del mundo y de cuya ganancia se privaron por la realización de esta obra. Así que las penalizaciones podrían ir en el orden de otros cinco mil millones, es decir entre el pago de indemnizaciones y penalizaciones se estaría cubriendo el costo total de la construcción del aeropuerto, pero dejándolo al 30 por ciento, en resumidas cuentas este disparate digno de un incapacitado mental, es el tiro en la pierna que se dio el próximo presidente de México, ya que además, anunció que al suspender la obra del nuevo aeropuerto, se construirá uno nuevo a casi 50 kilómetros de distancia de la ciudad de México, para lo cual tendría que hacerse además un tren para conectarlo y vías de acceso, lo cual costaría lo mismo que terminar el que está en Texcoco.

Este nuevo, que López Obrador presentó como el alternativo, es actualmente una base aérea militar, pero el costo de dicha adecuación, más otras obras en el actual aeropuerto, y lo que estaría obligado a pagar por su errática decisión, superaran por mucho el costo total, como si el gobierno hubiera pagado la obra por completo del nuevo aeropuerto pero sin tenerlo. Pareciera un cuento de un personaje que ejemplificaría a plenitud la estupidez humana, pero no es una historia de ficción, sino una historia real que además tuvo un impacto inmediato adverso contra la economía nacional, ya que ante tal desatino, la moneda mexicana se devaluó frente al dólar pulverizando el avance que había tenido la divisa azteca ante el dólar a lo largo de todo el 2018 sólo en una jornada, además la Bolsa Mexicana de Valores cayó un 4 por ciento y como es lógico, las calificadoras como Fitch y Standar & Poors degradaron la calificación de la economía mexicana, lo cual implica de inmediato que suben las tasas de intereses, y recomendaron no invertir por ahora en nuestro país, todo por una sola idiotez de López Obrador.

Además todas las autoridades de aviación civil y comercial y colegios de ingenieros, líneas aéreas es decir toda la industria del sector aéreo, respaldaron y dieron su aval a la obra del ex lago de Texcoco y por el contrario, todas señalaron que operar un aeropuerto en la base aérea militar que propone López Obrador al mismo tiempo que se mantiene en funciones el aeropuerto actual, es inviable y compromete la seguridad aérea, pero ningún argumento racional ha sido tomado en cuenta en este capricho de López Obrador, que consultó al pueblo sobre un tema del que no tiene la menor idea y que además es un asunto estrictamente técnico y científico, pero de ambos criterios carece el proceder de López Obrador, pero principalmente de sentido común. Esta muestra de irracionalidad le ganó de inmediato la enemistad y la crítica de todas las asociaciones y cámaras empresariales e industriales de México, así como la crítica dura de medios de comunicación y analistas y de igual manera la de los más importantes e influyentes medios de comunicación internacional que llegaron a llamarlo estúpido, por esta locura populista contraria al más elemental sentido común.

Y la misma población de México que en su mayoría no lo apoya, ya que de los al menos 130 millones de mexicanos actualmente radicando en México, solo 30 millones, una cuarta parte o menos, votó por él y una inmensa mayoría de al menos 100 millones que no lo apoya ni votó por él, lo hicieron pedazos en las redes sociales evidenciado su torpe proceder. Por su parte el actual Secretario de Turismo del gobierno saliente, declaró que antes del 30 de noviembre el gobierno federal podría vender su participación accionaria mayoritaria, a un grupo de inversionistas mexicanos y extranjeros que están muy interesados en participar y concluir la magna obra que se convertirá en quizá el mejor negocio del país para los próximos años y del cual se apartó el insensato de López obrador.

En este sentido se manifestó el hombre más rico de México, el Ing. Carlos Slim, dada la importancia de la construcción del nuevo aeropuerto, anunció que la iniciativa privada se encargará de tomar en sus manos por completo el costo de terminar la obra, lo cual es relativo, ya que como hemos visto la mayor parte de esa inversión vendrá del gobierno de López Obrador, como pago de las indemnizaciones y penalizaciones. Éste es el hombre que llevará las riendas del país durante al menos seis años, si no decide perpetuarse en el poder como sus modelos a imitar en Cuba y Venezuela.

Así como el manager de Dodgers tomó una decisión que le costó el campeonato y quizá el empleo, así López Obrador, por este acto demagógico y populista, podría pagar el más alto costo en perjuicio de la economía nacional, ya que ésta burla a la inteligencia y al sentido común de los más de 100 millones de mexicanos que no lo apoyamos, ni votamos por él, podría significar perder el rumbo del país, hundir su presidencia y llevar a México a la total quiebra económica por sus malas e irracionales decisiones y caprichos.

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