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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

China contraataca en la guerra comercial declarada por Trump

El secretario general del Partido Comunista de China, Xi Jinping

Con la liberalización del comercio mundial, Estados Unidos, hace no tanto el gigante industrial que abarrotó con el ‘made in America’ los hogares y almacenes mayoristas de todo el mundo, no fabrica ya ni un alfiler.


China ya ha respondido a la primera ofensiva americana en la anunciada guerra comercial: impondrá aranceles a 128 productos estadounidenses, de un 15% para 120 productos, y de un 25% para el resto.
«Esperamos que Estados Unidos pueda cancelar estas medidas para que el comercio de productos entre China y Estados Unidos pueda volver a su vía normal», dice China en un comunicado del Ministerio de Comercio.
Pero es que la «vía normal» no es demasiado normal, y en una guerra de aranceles China solo puede perder. China vende, Estados Unidos (y el mundo) compra, así va la cosa. El perjuicio que China puede infligir a Estados Unidos poniendo trabas a sus exportaciones no es muy grande, porque China compra poco.
Trump ha echado un vistazo a la situación y ha visto que el primer perjudicado con este estado de cosas, el brutal desequilibrio de la balanza comercial americana, es su votante: el obrero americano que antes alimentaba a su familia cómodamente con un sueldo en la fábrica y que ahora, con la fábrica cerrada y reubicada en cualquier país del Tercer Mundo con costes laborales por lo suelos, bate todos los récord de drogadicción y suicidio.
Con la liberalización del comercio mundial, Estados Unidos, hace no tanto el gigante industrial que abarrotó con el ‘made in America’ los hogares y almacenes mayoristas de todo el mundo, no fabrica ya ni un alfiler. Sin necesidad de perder (demasiadas) empresas, que se han limitado a seguir siendo americanas para lo que conviene, pero fabricándolo todo allí donde puede producirlo por una pitanza.
Y a eso es a lo que Trump pretende dar la vuelta. ¿Quieres aprovecharte del mercado más rico del mundo, vender a los americanos? Pues produce aquí o paga el precio de hacerlo fuera. Es decir, eliminar la ventaja económica de producir en el extranjero.
Esta estrategia la combina con una política draconiana de eliminación de regulaciones, la otra gran fuente de encarecimiento del proceso productivo.
Pero los aranceles no son la única, ni siquiera la principal arma que puede usar China en esta guerra. La que realmente podría resultar fatal para la economía norteamericana sería terminar con la hegemonía del dólar como moneda internacional de referencia.
Uno no puede escapar de las crisis de producción dándole a la máquina de hacer dinero porque, a la larga, los proveedores dejan de aceptar una moneda que saben que no vale ni el papel en el que está impresa. Pero el dólar se acepta en todas partes, siendo la moneda que, en última instancia, el mundo tiene como referencia en el comercio internacional. Eso permite a Estados Unidos cierto margen para escapar de las peores consecuencias de una deuda monstruosa aumentando su masa monetaria.
Acabar con eso sí sería un torpedo en la línea de flotación. Pues bien, solo unos días después de que lanzara un mercado de futuros del crudo denominado en yuanes con enorme éxito, China, según informa Reuters, está dando los primeros pasos para pagar sus importaciones de petróleo en su propia divisa en lugar de hacerlo en dólares.
No es fácil que China consiga internacionalizar una divisa con escaso peso aún en los mercados de cambio. Casi el 90% de todas las transacciones en el mercado de divisas implican el dólar, mientras que solo un 4% afectan al yuan. Pero la sola posibilidad debe tener a más de un responsable de la Reserva Federal americana sin dormir por las noches.

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