El régimen de Kim Jong-un mostró su disposición a abandonar sus armas nucleares durante la cumbre que las dos Coreas celebraron el pasado 27 de abril.
Los mandatarios de EEUU y Corea del Norte se reunirán cara a cara por primera vez en la historia el próximo día 12 de junio en Singapur, en una cumbre en la que se busca una compleja fórmula para lograr la desnuclearización del régimen de Pyongyang mientras se garantiza su supervivencia.
La cita entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, está rodeada de grandes expectativas y enormes incertidumbres tras unas tortuosas negociaciones, en las que se llegó a cancelar el encuentro a pocos días de su celebración.
A pesar de que ninguna de las partes ha hecho pública la agenda, el asunto clave del histórico encuentro en el hotel Capella de Singapur será buscar una manera de llevar a cabo la desnuclearización de Corea del Norte.
El régimen de Kim Jong-un mostró su disposición a abandonar sus armas nucleares durante la cumbre que las dos Coreas celebraron el pasado 27 de abril en su frontera, pero no quiere que se le imponga un fórmula unilateral y prefiere un proceso de desarme progresivo.
Por su parte, el Gobierno de Trump ha insistido en que su exigencia irrenunciable es alcanzar una desnuclearización «completa, verificable e irreversible» aunque en los últimos días ha abierto la puerta a un proceso de desnuclearización «por fases».
«En un principio parecía imposible que se pudiera lograr un acuerdo en tan poco tiempo, pero lo cierto es que Washington ha suavizado su postura, lo que podría ser al menos el inicio de un largo proceso», explica a Efe el analista David Kim, que trabajó en el departamento de Estado durante la Administración de Barack Obama en asuntos de no proliferación nuclear.
Para este analista, el gran reto es que, aunque Pyongyang se comprometiera a una «desnuclearización completa», no se conocen sus capacidades nucleares exactas o dónde se ubican estas armas, lo que hace muy compleja una verificación que podría durar más de una década.
Para empezar, los cálculos sobre el número de cabezas nucleares que podría construir Corea del Norte a partir del material fisible (el cual Pyongyang tendría dejar de fabricar de inmediato en caso de acuerdo) del que ya dispone varían de las 6 a las 60 armas atómicas.
Además, se desconoce por completo dónde tiene Corea del Norte sus silos y si éstos en realidad albergan misiles con cabezas atómicas o no.
Precisamente, una de las grandes incógnitas en relación al encuentro de Trump y Kim es adivinar por qué Corea del Norte estaría dispuesta a desprenderse de un arsenal en el que ha invertido casi cuatro décadas y por el que ha hecho frente a durísimas sanciones, aislamiento y un gigantesco gasto.
«Parece que Kim Jong-un ha llegado a la conclusión de que en vez de insistir en mantener sus armas nucleares, es mejor renunciar a ellas para preservar el régimen. Corea del Norte cree que a través del dialogo con EEUU se puede evitar una guerra», apunta Tetsuo Kotani, investigador del Instituto japonés de asuntos internacionales.
En este sentido, este experto sostiene que el encuentro y el apretón de manos entre Trump y el mariscal Kim supondrá el «reconocimiento» del régimen norcoreano y de su líder como presidente del país.
Una de las reclamaciones históricas de Pyongyang para garantizar la permanencia del régimen ha sido firmar la paz que nunca llegó tras la guerra de Corea y por lo que EEUU mantiene desplegados casi 30.000 soldados en el sur de la frontera.
Norte y Sur concluyeron la Guerra de Corea el 27 de julio de 1953 con un armisticio firmado por las tropas norcoreanas, el Ejército de voluntarios chino y EEUU, en representación del comando de las Naciones Unidas, que nunca fue reemplazado por un tratado de paz definitivo.
Durante la cumbre de las dos Coreas del pasado abril se firmó el compromiso de trabajar activamente junto a EEUU para establecer un sistema de paz permanente y estable.
A pesar de que sería una garantía de seguridad para Pyongyang puesto que podría desencadenar la retirada de las tropas estadounidense de la península de Corea, no está claro que en Singapur se vaya a llegar tan lejos.
«La firma de la paz debería ser la guinda el pastel. No se puede hacer antes de solucionar la cuestión nuclear con un compromiso de Pyongyang verificado a través de las inspecciones adecuadas», apunta David Kim.
En este sentido, el analista considera que la implicación en el proceso de China, aliado histórico de Corea del Norte, sería una garantía de seguridad suficiente para el régimen.
También lo serían algunos gestos de Washington. «EEUU podría dejar a un lado las políticas hostiles, y hacer sus ejercicios militares en Corea del Sur más defensivos que invasivos o dejar de desplegar armamento amenazante en la zona», dijo.