«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bagdad dice ‘no’ al referéndum de independencia kurdo

El Kurdistán iraquí ha convocado un referéndum de independencia para el 25 de este mes, pero el parlamento del país al que todavía pertenece, Irak, ha votado que no, que ni hablar. ¿Caso cerrado? Ni por asomo.

Cuando, tras el desmembramiento del Imperio Otomano, británicos y franceses se pusieron a dibujar las fronteras de lo que hoy es Oriente Medio, dejaron compuesto y sin Estado a un pueblo de (ahora) 30 millones de habitantes, los kurdos, repartiendo las tierras en que viven entre Turquía, Siria, Irán y, naturalmente, Irak.

Irak, de hecho, es un invento pensado para contrarrestar la influencia relativa de tres grupos claramente diferenciados: árabes chiíes (mayoritarios, concentrados en el sur), árabes suníes (mayoritarios en la desértica provincia norteña de Dunbar, en el territorio que habría de convertirse en base del ISIS) y kurdos, un pueblo de idioma indoeuropeo y religión suní.

Desde la independencia de Irak hasta la intervención americana, la minoría suní -a la que pertenecía Saddam Hussein– gobernaba con mano de hierro sobre los otros dos grupos. La llegada de la democracia impuesta dio el poder al grupo mayoritario, el chií, pero en una estructura vagamente federal que permitió que, mientras árabes chiíes y suníes se enfrentaban en un conflicto que habría de estallar trágicamente en la aparición del Califato Islámico, la zona kurda se dotara discretamente de todos los resortes de un Estado independiente.

A cualquiera que haya visitado Erbil en los últimos diez años, especialmente en viaje de negocios, le habrá chocado la casi total ausencia del Estado iraquí en la ciudad. Todo es netamente kurdo y Baghdad parece muy lejos. Los kurdos han firmado acuerdos y dispuesto alianzas casi con total libertad, conscientes de que el mejor modo de lograr la ansiada independencia no es forzándola políticamente, sino creando las condiciones de hecho.

Por lo demás, esta situación de hecho se ha visto acentuada hasta el paroxismo por las circunstancias de los últimos años: la aparición del ISIS y la lucha conta el Califato Islámico. Si los lazos entre Erbil y Bagdad eran ya laxos antes de la guerra, el conflicto los cortó del todo, a efectos prácticos.

Efectiva lucha contra ISIS

En estos años, los kurdos han hecho, nunca mejor dicho, la guerra por su cuenta con sus ‘peshmerga’ nacionales, geográficamente aislados de la teórica capital del Estado. Y es un poco difícil decirle a un país que ha defendido su territorio en solitario con la sangre de sus propios soldados que no puede celebrar el referéndum de independencia. Menos aún, los responsables de un ejército que salió corriendo ante la ofensiva de los yijadistas y no paró hasta casi las puertas de Bagdad.

Los kurdos, que llevan cosa de un siglo preparándose para este momento, han jugado bien sus difíciles cartas para llegar hasta aquí. No solo con lo que ya hemos dicho, la paciente y discreta creación de estructuras de Estado, absteniéndose de echarse al monte (como han hecho sin éxito sus hermanos en Turquía) o plantear sus reivindicaciones con megáfono; no, también se han procurado el favor de aliados clave.

Para empezar, los norteamericanos. Los kurdos son los aliados más fiables que tiene Estados Unidos en la zona, con diferencia. Los chiíes, a quienes la democracia que trajeron los gringos les trajo también el poder, se han ido escorando en estos años hacia Irán, lo que no es en absoluto extraño: el chiísmo, su religión, representa solo el quince por ciento de la población islámica total, y la gran potencia chií, el ‘primo de Zumosol’ del chiísmo, es Teherán.

Últimamente, antes de la irrupción del ISIS (que quizá no sea del todo ajena a este hecho), el Estado que los americanos habían ‘liberado’ se estaba echando en brazos de la verdadera ‘bestia negra’ del Departamento de Estado americano, con lo que Washington parecía haber hecho un pan con unas tortas.

¿Premiará EEUU a sus aliados con la independencia?

Quedan, leales y entusiastas aliados de Estados Unidos, los kurdos. Premiarles con la independencia no sería demasiado pedir, y daría a los americanos algo parecido a una base permanente en la zona.

Tienen, también, de aliado a la única potencia nuclear de la zona, Israel. Sí, es bastante excepcional, diríamos que único, un Estado musulmán tan abierta e incluso entusiastamente prosionista. Hasta Arabia Saudí tiene que disimular un tanto sus excelentes relaciones con Jerusalén. Para Israel, rodeada de enemigos, sería una bendición tener tan cerca el contrapeso kurdo.

Y, ahora, los problemas. Obviando la (esperable) negativa de Bagdad, los países vecinos con una sustancial minoría kurda tienen razones de peso para oponerse con uñas y dientes a la independencia del Kurdistán iraquí.

En el norte de Siria, y a socaire, como en el caso iraquí, de la guerra (esta pretendidamente ‘civil’), los kurdos han establecido un enclave que, una vez más, va por libre y hace la guerra por su cuenta. Supondría, de existir, un estado tapón entre Siria y Turquía, y es comprensible que Damasco tema que el nuevo Kurdistán independiente dé alas a sus hermanos de Siria o incluso trate de anexionarse la zona.

Pero eso no es demasiado relevante, porque ¿quién va a hacer caso de lo que quiera Assad en la escena internacional? Rusia e Irán, sí. Pero poco más.

Turquía, el principal problema

Otra cosa, en cambio, es Turquía, y esto ya son palabras mayores. Turquía tiene más kurdos que nadie, y más experiencia con el terrorismo kurdo que nadie, también. Han sido su pesadilla desde la creación de la República Turca, con los que han mantenido una guerra civil de baja intensidad pero con episodios espantosos que dura hasta ahora.

En su afán por someterlos, Ankara negó incluso la existencia misma de los kurdos, a quienes pasó a llamar oficialmente «turcos de las montañas». No hay modo de que Turquía, y aún menos la Turquía de Erdogán, permita un Kurdistán independiente que pudiera convertirse en base de sus terroristas kurdos.

Turquía pesa por sí misma, pero es que es, además, aliada de Estados Unidos en la OTAN. ¿Se atrevería Washington a desairar a un poderoso aliado militar que, para colmo, tiene ya la mosca detrás de la oreja desde el intento de golpe de Estado contra Erdogán? También es un importante aliado de Jerusalén, aunque también esta alianza se ha enfriado un tanto en los últimos años.

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