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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Israel, Arabia Saudí y Estados Unidos: la triple entente contra Irán

Salvo sorpresa mayúscula, el régimen iraní no contará con el apoyo explícito de Rusia en Siria. El objetivo de Putin es fortalecer su papel como mediador.


En el mes de diciembre, cuando las milicias palestinas de Hamás llamaron a un levantamiento global tras el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, la respuesta del mundo árabe no fue la esperada.
El pueblo palestino se limitó a protestar contra el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado judío y poco más. Los estados árabes prefirieron pasar por alto la decisión de Donald Trump y sólo Irán, junto a los países de su órbita, realizaron una llamada a la acción.
Un gesto que muestra el cambio de parecer ocurrido en la zona durante los últimos años y que se evidencia en Siria tras la ruptura del acuerdo nuclear por parte de Estados Unidos. Hace tiempo que los países árabes cambiaron de enemigo. Ante la imposibilidad de debilitar a Israel, Arabia Saudí entendió que su principal rival no era otro que Irán, con el que mantiene una suerte de guerra fría desde hace años y que se evidenció este mismo mes con la dimisión fallida del primer ministro libanés, Saad Hariri, que viajó a la capital del reino islámico árabe antes de volver a su país vía París.
La Guerra Fría fue una proxy war que se libró en numerosos frentes durante casi 40 años. Actualmente, el conflicto de este tipo más evidente es el que libran Riad y Teherán en países como Irak, Siria, Yemen, Líbano y Bahrein. La rivalidad entre ambas naciones se ha convertido en una lucha por la hegemonía en Oriente Medio. La visita de Donald Trump a Arabia Saudí levantó una gran expectación y una de sus consecuencias más evidentes podría ser esta distensión entre los países árabes e Israel.
¿Qué enemigo común tienen Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí? La respuesta a esta pregunta es evidente. El régimen de Teherán mantiene frentes abiertos con los tres países. Las relaciones con Estados Unidos continúan muy debilitadas a pesar de la firma de los acuerdos nucleares, mientras que con Israel son inexistentes y con Riad el enfrentamiento lleva abierto varias décadas.
La rivalidad entre ambas naciones va en aumento. La Guerra Civil Siria ha evidenciado la preeminencia de Irán en la zona gracias al poderío logístico de su gran aliado, Hezbolá. La milicia chií ha logrado sacar importantes réditos del conflicto en Siria y sus combatientes han pasado de realizar ataques terroristas a librar una guerra en campo abierto, lo que supone un importante adelanto para un futuro conflicto a gran escala. Las autoridades saudíes entienden la amenaza y el bloqueo a Qatar ha supuesto un toque de atención a sus países vecinos: nadie en el Golfo negociará con Irán sin el permiso de Riad.

El comienzo de todo

Para entender el conflicto entre Arabia Saudí e Irán hay que remontarse a la revolución que tuvo lugar en el país persa en 1979. Desde Riad miraron con recelo el proceso liderado por el ayatolá Jomeini por temor a que el efecto contagio llegara al país y los ciudadanos se levantaran contra la monarquía de los Saud. Además, la intención de Jomeini de crear un Estado legítimo y representativo para los musulmanes amenazaba la posición de los sauditas como líderes del mundo islámico.
Irán trató de llevar la revolución más allá de las fronteras y posibilitó la creación de grupos, en su mayoría chiíes, para derrocar a gobiernos en Irak, Afganistán e incluso Arabia Saudí. La monarquía de Riad conoció las intenciones de Teherán a través de la CIA y creó el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC). Además comenzó a maniobrar para influir en todos los países de la zona y, durante la guerra entre Irán e Irak en 1980, prestó apoyo logístico y armas al segundo. Las relaciones diplomáticas de Irán y Arabia Saudí fueron suspendidas por tres años después de la guerra.
Desde la caída de Sadam Husein, la mayoría chiita en Irak ha dirigido el Gobierno del país y ha mantenido relaciones muy estrechas con Teherán. La influencia iraní se ha extendido hasta las mismas fronteras de Arabia Saudí y ha creado la llamada “media luna chiita”, que une a Irán, Irak, Siria y Líbano.
De hecho, Bagdad ha acusado a Arabia Saudí de apoyar a los grupos sunitas radicales y de fomentar la violencia sectaria en Irak.
Probablemente el factor más significativo detrás de la rivalidad entre Irán y Arabia Saudí sea la religión, pero no es el único. Ambos países compiten por influir en sus vecinos, son las potencias hegemónicas de la zona. Teherán ha dado su apoyo a la causa palestina contra Israel y ha acusado a los estados sunitas de ignorar los problemas palestinos y de representar los intereses occidentales.
En Siria, Irán ha sido junto a Rusia el principal aliado del presidente, Bashar Al Assad, y su apoyo ha sido vital para derrotar al Estado Islámico y contener a los rebeldes moderados. Arabia Saudí, por su parte, ha financiado a los grupos sunitas y ha formado parte de la coalición internacional.
El petróleo y su comercio también han sido motivo de disputa entre ambas potencias, pues mantienen una visión antagónica en torno a los precios. Arabia Saudí es un país más rico y no tiene reparos en tolerar una caída de la cuantía del barril. Irán, que fue excluido durante años del mercado mundial por las sanciones, necesita que los países corten su producción -se producen casi dos millones de barriles de petróleo más de los que se necesitan- para aumentar los ingresos y paliar las afecciones de su débil economía.

El cambio en los países árabes

La realidad de Arabia Saudí permite comprender que cualquier artículo que sale publicado en la prensa del país cuenta con el visto bueno de la monarquía islámica. Cada vez es más habitual leer columnas de opinión de importantes figuras del país reclamando más atención sobre Irán y anunciando que Israel no puede ser el enemigo perpetuo de los árabes.
El pasado mes de junio, el diario saudita Al-Riad publicaba un artículo de Musaid Al-Asimi. En él, el intelectual exigía dejar de lado a Israel y centrar el foco de atención sobre «el verdadero enemigo»: «Si llevamos a cabo un análisis detallado de la situación, todos entenderemos que la mayor amenaza es Teherán», sentencia.
Al-Asimi, que carga obviamente contra Qatar y justifica el bloqueo impuesto por Riad, tacha a Israel de «pandilla de ladrones de tierras árabes» y se posiciona contra los países que apoyaron la Declaración de Balfour, en especial Estados Unidos. Sin embargo, poco después comienza a mostrar alguna de las nuevas pinceladas ideológicas que vertebran el reino islámico y asegura que la hostilidad «es exagerada».
En ningún caso me atreveré a aventurarme a entrar en el laberinto político, pero creemos que los palestinos ya han firmado tratados y acuerdos de paz y se han conformado con lo poco que estos les conceden. Es su tema y ellos son los expertos y son ellos los que cargan con la responsabilidad. En este punto tengo derecho a preguntar: ¿Debo continuar en un estado de alerta, ansiedad y tensión respecto a Israel, una vez que este y los terratenientes originales hayan acordado a la paz y todavía estén involucrados en un proceso de negociaciones?
Esto no es un llamado a demostrar amistad hacia Israel -al contrario, existen tensiones en nuestra actitud hacia el país porque ocupa suelo árabe-, pero como ciudadano saudita, ¿qué puedo hacer sobre el tema de Israel cuando los palestinos en la autoridad han declarado la paz con este y otros entre los palestinos que continúan la lucha vocal contra Israel han retornado a Gaza para irse a vivir allí, sabiendo [totalmente] que Israel los rodea por todos lados? Además, varios países árabes que comparten una frontera con Israel han firmado acuerdos de paz permanentes con este, tales como Egipto y Jordania.
A continuación, Al-Asimi se cuestiona quién es el verdadero enemigo.
¿Quién, entonces, es el enemigo? ¿A quién debo observar y tenerle cuidado? La lógica dice que quien sea que te amenace y manipule a otros para perjudicarte y hacerte daño es tu enemigo, quien contradice tu orientación, busca todos los medios para bloquearte y hacerte daño es tu enemigo, cualquiera que ayude a los que fueron engañados por armas y dinero para que termines siendo maltratado y abusado es tu enemigo, quien inventa el conflicto para el momento del Haj (peregrinaje a La Meca), fomenta el temor y problemas y crea problemas para hacerte parecer incapaz de dirigir esta ceremonia religiosa y quien instiga el pánico y cultiva divisiones étnicas en tu país y en los países vecinos cuyos asuntos son importantes para ustedes es tu enemigo. ¿Es posible que después de todo esto todavía nos resulte difícil definir quién es este enemigo, que encarna en sí mismo todas las manifestaciones de estas cosas terribles?.
El tema es tan claro como el agua y el enemigo está al descubierto. Incluso el enemigo habla de esto abiertamente y se señala a sí mismo como para enfatizar que se está refiriendo a él. ¿Existe un enemigo mayor para nosotros y para nuestros países que Irán? Y, ¿nos amenaza, influye o nos preocupa Israel, o disemina el resentimiento y el odio tal como lo hace Irán? Por lo tanto, centrémonos en nuestro verdadero enemigo y no transformemos al otro en un demonio que hará preocupar a nuestras futuras generaciones cuando este no es el caso.

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