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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La condena del refugiado hereditario

Un artículo de Ángel Mas

La UNRWA, siglas en inglés a Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, lejos de ser parte de la solución del conflicto Palestino-Israelí, es el principal organismo internacional obstructor de la resolución del conflicto. Y lo que es peor, lleva más de 68 años siendo el verdugo que condena a millones de palestinos a la condición de refugiados y que sus descendientes hereden dicha condición, algo que no ocurre en ningún otro caso en el mundo. Este dislate les niega a los palestinos la posibilidad de ser ciudadanos de su país de nacimiento, del de sus padres e incluso del país de nacimiento de sus abuelos.

Las rarezas de esta organización no son muy conocidas: en primer lugar, llama la atención que existan dos organizaciones de Naciones Unidas dedicadas a los Refugiados. Una, denominada ACNUR, dedicada a integrar lo antes posible a los refugiados de todos los conflictos del mundo y otra es la UNRWA, creada inicialmente con un mandato de tres años para hacerse cargo de los palestinos desplazados durante la guerra del 48, que estalló tras el ataque de los países árabes a Israel luego de la partición del Mandato británico de Palestina. UNRWA se convirtió en una burocracia permanente dedicada exclusivamente a mantener el estatus de refugiados de un número en constante crecimiento de personas durante casi siete décadas, algo inédito en la historia de los derechos humanos.

En 1950 se estimaba que había unos 700.000 refugiados palestinos. Actualmente, UNRWA contabiliza nada más y nada menos que 5,15 millones, y no ha conseguido y ni ha solucionado el problema para el que fue creada; sólo ha conseguido que los refugiados se multipliquen. ¿Cómo es esto posible? En primer lugar la UNRWA no sigue el criterio de la propia ONU para definir lo que es un refugiado. Según esta Convención la condición de refugiado se extiende a la familia directa del que la sufre -su pareja y sus hijos- pero en ningún caso a sus nietos. La UNRWA, por el contrario, presume de considerar como tales a cinco generaciones de palestinos.

Pero más sorprendente es aún cuando uno descubre que la UNRWA considera refugiados no sólo a los nietos de los refugiados originales, sino incluso a los cerca de dos millones de personas que tienen la ciudadanía jordana y disfrutan plenamente de sus derechos al respecto, o a los millones de personas que viven en Gaza y Cisjordania bajo autogobierno palestino.

La razón por la que una irracionalidad de tal magnitud se puede perpetuar en el tiempo suele tener detrás una «cuantiosa explicación», y es que la agencia para los refugiados palestinos recibe al año más de 1.200 millones de euros. Cuanto mayor sea el número de personas afectadas, más cuantiosos serán los recursos que será capaz de movilizar. Generalmente se trata de dinero público que se obtiene en forma de inmensas subvenciones, lo que nos da una buena segunda razón.

Un capítulo especialmente significativo de lo que es UNRWA es el de su franquicia española, que pese a su nombre y el uso de la simbología de la agencia de Naciones Unidas, es una asociación completamente privada. UNRWA España es, tal y como lo reconocen sus estatutos, un instrumento para el fomento y sensibilización de sus actividades y una potente herramienta para una doble financiación para la agencia de la ONU. Para todos estos fines la asociación maneja un presupuesto importante: en 2016 sus ingresos superaron los 6,1 millones de euros y como no podía ser de otra manera, la procedencia de dichos fondos es mayoritariamente de subvenciones publicas españolas, en este caso generalmente a nivel autonómico o local. Cuantía que se suma a lo que el gobierno central dona directamente a la matriz. Es obvio que prácticamente todos los españoles sufragamos involuntariamente a esta asociación privada de la que se beneficia un buen grupo de seudofuncionarios que poco aportan a la solución del conflicto.

La tercera razón, y probablemente la más importante, por la que la UNRWA jamás proporcionó un buen hogar a ningún desplazado, es que la existencia de millones de refugiados y el inventado “derecho de retorno” a suelo israelí, es una de las bazas políticas con las que cuentan los líderes árabes en las negociaciones de paz, en las que tan poco empeño ponen, a diferencia de la propaganda internacional a la que tanto esfuerzo dedican. Los millones de palestinos supuestamente ayudados por UNRWA sirven a un objetivo primordial: el de negar y tratar de destruir el Estado de Israel.

Hasta aquí, podríamos llegar a pensar que la UNRWA es una organización inútil y corrupta, pero es bastante más que eso: es una organización perjudicial y dañina de la que se conocen sus vínculos con el terrorismo a través de grupos como Hamás o la Yihad Islámica, por ejemplo proporcionándoles las escuelas y las clínicas de UNRWA en Gaza para almacenar armamento e incluso como plataformas de lanzamiento de misiles contra Israel.

Si esto no es suficiente, se ha relacionado a muchos trabajadores de UNRWA con grupos terroristas, en algún caso al más alto nivel, como en el de Suheil Ahmad Hassan al-Hindi, que tuvo que dimitir como empleado de la organización después de que saliese a la luz que había sido ascendido a la dirección de Hamás. Al-Hindi trabajaba como profesor en una escuela, pero no era un empleado cualquiera más sino que ejercía de presidente del sindicato de trabajadores de la UNRWA en Gaza.

Y quizás peor aún sea lo que se enseña en esas escuelas: como se ha denunciado en repetidas ocasiones, los niños palestinos reciben en las escuelas de la UNRWA lecciones de odio antisemita desde su más tierna infancia. Este es el caldo de cultivo en el que luego se entiende mejor la pervivencia del conflicto y del terrorismo. No se trata sólo de la labor de profesores incontrolados, de la que en cualquier caso UNRWA también sería responsable, sino que tal y como han denunciado prestigiosas organizaciones internacionales, el odio, el antisemitismo y la negación de la realidad están en los libros de texto que se usan en las escuelas e incluso se enseña a los niños poemas que glorifican el “martirio” de morir ejecutando atentados terroristas. Esto es de una alevosía tal que obligó recientemente a la UE a retirar a la Autoridad Palestina una donación de más de15 millones de euros que se usaban para la publicación de dichos libros de texto.

Y teniendo conocimiento de todo lo expuesto, la nueva ocurrencia del gobierno de Pedro Sánchez es premiar al verdugo y duplicar su asignación. En ocasiones, la ceguera política deja atónito hasta a los más optimistas. Si nuestros políticos verdaderamente quisieran contribuir a la paz en la región, deberían abandonar su obstinación en derrochar el dinero de nuestros impuestos en organizaciones que ya han demostrado, sobradamente, su fracaso.

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