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al mantener todas las restricciones respecto al consumo de alcohol

Catar y el alcohol: el Mundial enfrenta a la FIFA con uno de sus principales socios

Un aficionado holandés con un vaso de Budweiser Zero. Europa Press

Desprecio por los derechos humanos y hacia los trabajadores migrantes, ausencia total de libertades, precios elevadísimos, calor extremo, escasa amplitud territorial y un Gobierno con una monstruosa maquinaria propagandística son elementos más que suficientes para recelar de la disputa de la Copa del Mundo en un país como Catar que, además de todo ello, tiene una tradición futbolística prácticamente nula, pese a que la selección del emirato se proclamó campeona de la Copa de Asia en 2019 de la mano del entrenador español Félix Sánchez —francamente, algo muy difícil de entender viendo el nivel de juego de un equipo que, con datos en la mano, tiene el dudoso honor de ser el peor anfitrión de la historia de los Mundiales después de 22 ediciones disputadas—.

A todo ello hay que sumarle lo difícil que resulta conseguir alcohol en este país del Golfo Pérsico, toda una odisea, pese a que no se trata de un estado seco como la vecina Arabia Saudí. En Catar, donde rige la sharía —ley islámica—, el consumo de sustancias etílicas no está prohibido pero sí muy restringido: los cataríes pueden adquirirlas con un permiso especial, mientras que a los extranjeros se permite consumirlas en lugares específicos, como hoteles y restaurantes, y no pueden llevar alcohol ni siquiera desde las tiendas libres de impuestos del aeropuerto. Además, comprar en la única licorería del país —en un barrio polvoriento a las afueras de la capital, Doha— resulta poco menos que una quimera.

Las restricciones son francamente severas: así, es delito beber alcohol en sitios no autorizados, como la calle —la legislación catarí establece una pena de prisión de hasta seis meses y/o una multa de hasta 3.000 riales cataríes (unos 800 euros) —, o estar ebrio en público.

Budweiser, contra la FIFA y Catar

Pero, ¿qué pasa con el Mundial? ¿Ha levantado Catar la mano durante estos días? La respuesta es «no». La FIFA anunció que no se iba a vender bebidas alcohólicas en los ocho estadios del Mundial y que sólo se puede consumir en los llamados FIFA Fan Fest, lugares de encuentro autorizados para tal fin donde los hinchas pueden ver en directo a sus selecciones. Allí pueden beber alcohol, sí, pero… ¡a qué precio! Por ejemplo, una cerveza de medio litro cuesta 50 riales qataríes (unos 13 euros). La misma cerveza, pero sin alcohol, 30 riales (7,8 euros). Y eso, por no hablar de las largas colas de casi una hora que los aficionados tienen que aguardar por una simple cerveza. De locos.

En Anheuser-Busch InBev, dueña de Budweiser —socio estratégico de la FIFA y patrocinador principal de la Copa del Mundo de fútbol desde México 86—, están que trinan, y con razón. La empresa con sede en Lovaina (Bélgica), que es el mayor fabricante mundial de cerveza con una cuota de mercado próxima al 25%, había llegado a un acuerdo con las autoridades cataríes para abastecer con millones de cervezas a diferentes zonas que en principio iban a ser habilitadas durante el torneo, como en los perímetros de los estadios. Sin embargo, el comité organizador del Mundial acabó reculando, manteniendo finalmente todas las restricciones, y Anheuser-Busch InBev ha dejado varado en los almacenes un inmenso stock de latas para la ocasión. Mientras aparenta tomarse el asunto con humor en redes sociales y dice destinar toda esa cerveza al país de la selección que gane la Copa del Mundo —Argentina, Croacia, Francia o Marruecos—, la empresa cervecera estudia demandar a la FIFA —asegura sentirse “abandonados” por el máximo organismo del fútbol mundial— y a Catar por incumplir un contrato de patrocinio de 75 millones de euros. Cuando hay tanto dinero en juego…

El caso Mbappé

Un tremendo revés para Budweiser, que por si fuera poco ha sufrido varios desplantes en apenas unos días por parte de una de las grandes estrellas del Mundial: Kylian Mbappé. El delantero ha tapado hasta en tres ocasiones el logotipo de la marca de cerveza, que patrocina el premio al mejor jugador del partido (MVP), al posar con el trofeo tras ser el más destacado en los encuentros que los bleus ganaron ante Australia, Dinamarca y Polonia. Además, tampoco compareció en la rueda de prensa posterior a esos choques pese a estar obligado por la FIFA. El motivo es simple: no quiere que su imagen quede vinculada a marcas de bebidas alcohólicas, ni tampoco a casas de apuestas ni cadenas de comida rápida, por motivos puramente éticos. Respetable, sí, pero también sancionable: la Federación Francesa (FFF) ha sido multada por este asunto, pero será Mbappé quien las pague de su propio bolsillo.

En definitiva, más polémicas para una Copa del Mundo manchada de sangre —tras denunciarse la muerte de 6.500 trabajadores migrantes, las autoridades cataríes ya han pasado a reconocer «entre 400 y 500» obreros fallecidos— y del dinero sucio de la corrupción. Un torneo que carecía de sentido desde el minuto 1 y que quedará marcado para siempre por ser el Mundial de la vergüenza.

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