Hoy se siguen utilizando los mismos prismas para medir las posturas políticas que hace más de 200 años. Esto limita la comprensión de la realidad y enclaustra el pensamiento bajo unos parámetros que equivale a poner puertas al campo.
Izquierdas y derechas, derechas e izquierdas, centristas de centro centrado, liberales, libertarios, liberal-conservadores, liberal-progresistas, ultraderecha, ultraizquierda, turboderecha, turboizquierda, centro izquierda, centro derecha… Seguro que algunas o todas estas etiquetas las habrán escuchado recientemente, en especial en determinadas redes sociales con debates encendidos a raíz de la pandemia. Todavía algunos siguen con el debate de si Estado o mercado, como si no hubiera grises entre medio.
El ser humano es un ser social y por lo tanto político. No puede ser lo primero sin ser lo segundo. Los apolíticos son unos cínicos o unos hipócritas, o quizás las dos cosas. El precio del pan es política, la educación es política. Hasta han politizado el sexo. Ya no queda nada sin contaminar.
Izquierda y derecha nacieron como posiciones políticas relacionadas con el antiguo régimen. Izquierda era aquel grupo que quería acabar con él; derecha era aquel que quería mantenerlo. Muerto el antiguo régimen y toda capacidad de resucitarlo, aún se siguen utilizando los mismos términos pero trasladados, a nivel general, al campo económico. La derecha sería aquel grupo a favor de reducir el Estado e impuestos por un supuesto beneficio al mercado; la izquierda, aquél a favor de lo contrario frente a la depredación del mercado de los más poderosos. A nivel moral, la derecha serían los conservadores; la izquierda serían los «progresistas». A nivel nacional, la derecha serían los patriotas; la izquierda los que no creen en las banderas nacionales (aunque no paran de exhibir otras de identidades de laboratorio).
A nivel político se tiende a etiquetar(se): uno es de lo uno o lo otro. Esto podría tener sentido cuando la política se trabajaba en un ámbito más doméstico, nacional o local. El mundo de hoy se compone de numerosos ámbitos políticos superpuestos y ha difuminado, si no borrado, las antiguas divisiones. Se tiende a pensar en las posturas políticas en un plano de dos dimensiones (lineal), cuando realmente es tridimensional.
La globalización realmente existente ha roto barreras culturales, políticas, económicas… y exige un nuevo planteamiento para dar respuesta a los retos que produce en su seno. La izquierda y la derecha sistémicas no se diferencian en gran parte. Unos mueven en un sentido, otros un poco en otro pero manteniendo y ambos avanzan hacia el mismo lugar. Existe una derecha social y una izquierda nacional. Bajo la lógica de este artículo, esta división en sí misma sería errónea, pero es imperativa como punto de partida. La derecha social sería la derecha conservadora en lo moral pero con una preocupación comunitaria que hoy se entiende de izquierdas (aunque en su origen es puramente cristiana); la izquierda nacional sería la izquierda en lo que se contempla hoy como preocupación social pero con una visión de la patria y, por tanto, del concepto nacional, semejante a la organización propia de la derecha.
Lo anterior rompe el molde. Si VOX, por ejemplo, continúa con su política proteccionistas social y económica, ¿sería izquierda o derecha? ¿Es Podemos izquierda o su programa económico, casi calcado de Falange, es fascista? ¿Es PSOE de izquierdas, aunque promueva y defienda un capitalismo asociado a la derecha? ¿Los socialdemócratas pueden ser conservadores? Son preguntas infrecuentes, y más cuando los comunistas de antaño eran infinitamente más conservadores de los que usan los mismos símbolos hoy. ¿Los patriotas, si son de izquierda, entonces son de derecha? Si la guerra es patrias contra globalistas, ¿dónde se encasillan unos y otros?
Por lo anterior es importante la colaboración entre derechas e izquierdas con mismos fines, porque los adversarios sí que se unen manejando esas ideologías para sus propios objetivos. Los globalistas liberales ideológicos y economicistas están perfectamente imbricados, trabajan como un reloj suizo, aunque sólo sea por el dinero que hace que todo gire.
De cara al futuro se plantean nuevos retos. Miklos Lukacs sugiere de cara al nuevo mundo transhumanista al que nos dirigimos que a todo esto se añade una nueva capa: la biológica. Los que estén en contra del transhumanismo serían bioconservadores, aunque luego tuvieran posiciones económicas más de izquierdas, por así decirlo. Los que estén a favor del transhumanismo serían bioprogresistas, aunque luego fueran de derecha en otros ámbitos. ¿Dónde situarse? Seguro de que no están donde creen que están. Los tiempos cambian, la sociedad también y los retos que se plantean exigen nuevas trincheras y nuevas narrativas. Se puede vencer en ese marco si se crea el marco antes de que lo creen.