Las organizaciones multinacionales de todo el mundo presionaron a Bruselas para que aceptaran en 2015 la oleada migratoria procedente de África y Oriente Medio.
«Europa no puede dar la espalda a los refugiados». Los principales políticos y sus terminales mediáticas enarbolaron el argumento humanitario para justificar la acogida masiva a mediados de 2015. La ruptura de las negociaciones entre Alemania y Turquía precipitó la apertura de las fronteras a los miles de migrantes que esperaban en las lindes turcas para dar el salto a Europa. Sólo algunos se atrevieron a denunciar, por ejemplo, la ausencia de mujeres en el flujo de teóricos refugiados de guerra.
¿Dónde estaban? ¿Por qué los «refugiados» eran en su mayoría hombres jóvenes en edad laboral? El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, denunció la situación y anunció la construcción de una valla para frenar el flujo migratorio en la frontera de su país. Las críticas no se hicieron esperar y los diarios de todo el mundo llenaron sus páginas criticando la «xenofobia» del dirigente. El tiempo fue pasando y pronto se descubrió que las intenciones de las autoridades y los grandes empresarios eran otras. Nadie en Europa había movido un dedo entonces para acabar con el autoproclamado califato en Irak o con la guerra civil en Siria.
Las declaraciones de George Soros o Felipe González despejaban cualquier tipo de duda. Los poderosos apostaban por la acogida masiva y reducir el salario mínimo interprofesional prácticamente a la mitad. La verdad se terminó imponiendo finalmente tras la primera oleada de atentados islamistas que tuvo lugar en el continente. Francia, Bélgica, Reino Unido y Alemania despertaron de golpe del sueño multiculturalista y el discurso de sus dirigentes fue virando hacia posturas más cercanas a las defendidas por Orbán. «Los terroristas han utilizado el flujo de refugiados para llegar a Europa», reconoció Angela Merkel semanas después. A la canciller alemana, gran promotora del ‘Welcome Refugees’, no le quedó más remedio que admitir que la situación se le había ido completamente de las manos.
Emmanuel Macron, el niño de la banca Rothschild y candidato del globalismo contra la derecha alternativa de Marine Le Pen, comenzó la campaña electoral culpando a los franceses de los atentados terroristas por «no haber sabido integrar a los inmigrantes en el país». Una vez alcanzó el Elíseo, las políticas del independiente han ido en el sentido contrario. A comienzos de noviembre, Francia aprobó una nueva ley antiterrorista que da luz verde al cierre de mezquitas salafistas, principal refugio de las células islamistas.
Bruselas escenificó la pasada semana el funeral del sistema de cuotas, principal caballo de batalla entre los partidos ‘oficialistas’ y los del Este. Merkel y Macron renunciaron a una de sus propuestas estrella y aceptaron su fracaso: ningún país comunitario había cumplido con las cantidades exigidas por los órganos comunitarios. Se trata de la gran victoria de Visegrado, que desde el comienzo de la crisis migratoria había abogado por un plan de ayuda para África y los países en guerra.
Las Primaveras Árabes, los procesos pseudorevolucionarios que comenzaron en 2011, han dejado un panorama desolador en todos los países. Estados Unidos y los principales Estados de Europa apoyaron la intervención armada sobre Libia o la entrega de armamento a los rebeldes en Siria. Tras la caída del dictador Muamar Gadafi, Libia dejó de existir de facto. Hoy conviven dos parlamentos independientes y las mafias y señores de la guerra se han hecho con el poder de las costas.
En Siria, por su parte, el enfrentamiento armado no ha terminado a pesar de la caída del ISIS. Las potencias están decididas a acabar con el régimen de Bashar Al Assad aunque carezcan de una alternativa sólida para construir un futuro duradero. La experiencia de la intervención en Irak y la gestión de la posguerra deberían servir a Occidente para comprender la idiosincrasia propia de cada zona del mundo y la necesidad de escuchar los anhelos de la población.
El informe de la ONU
«La inmigración ha evitado que Europa sufra un retroceso poblacional desde que comenzó este siglo». La ONU lanzó un informe que muestra que, desde el año 2000, el Viejo Continente ha acogido a 22 millones de nuevos migrantes que representan 78 millones en total, una cifra sólo superada por Asia, donde viven en la actualidad 80 millones.
El jefe de Migraciones de la ONU, Bela Hovy, desveló que el 74% de todos los migrantes internacionales estaba en edad de trabajar (tenían entre 20 y 64 años), una cifra que contrasta con el 57% de la población general en esa misma situación.
Los migrantes se concentran en unos pocos países. En 2017, veinte naciones acogían a dos tercios de ellos y diez alojaban a la mitad.
El país con más migrantes (49,8 millones) es Estados Unidos, seguido de Arabia Saudí, Alemania y Rusia (con unos 12 millones cada uno) y Reino Unido (donde viven unos 9 millones).
Más del 60% de los migrantes reside en Asia o Europa (con 80 y 78 millones, respectivamente), mientras 58 millones viven en América del Norte, 25 en África, 9,5 en Latinoamérica y el Caribe y 8,4 en Oceanía.
En cuanto al origen de los migrantes, la mayoría proviene de Asia (106 millones), Europa (61 millones), Latinoamérica (38 millones) y África (36 millones).
Extraños en su país
El 49% de los ciudadanos italianos se declara contrario a las políticas migratorias dictadas por la Unión Europea y asegura “sentirse extraño” en su propio país. Una encuesta de Ipsos Mori muestra el rechazo a los acuerdos entre Bruselas y Turquía para paliar los efectos de la crisis migratoria.
Tras la firma del pacto con Turquía, Italia se convirtió en el epicentro de la inmigración clandestina procedente de las costas libias. Allí, el poder de las mafias en las zonas costeras es absoluto. La BBC ha puesto en evidencia la realidad que se vive en el país, donde las autoridades europeas se han demostrado incapaces de fijar un rumbo para ayudar a encauzar la situación del Estado. Durante años, los ciudadanos que han intentado cruzar el Mediterráneo sufrieron el horror en sus carnes: palizas, secuestros y hasta la esclavización.
Las playas que se extienden entre Trípoli y la frontera con Túnez se han convertido en los últimos dos años en el bastión principal de las mafias que trafican con seres humanos, pese a la presencia de patrulleras europeas.
A pesar de las palabras de los principales dirigentes europeos -en sus comparecencias públicas hablaban de “crisis de refugiados”-, las cifras muestran que los recién llegados no huyen de ningún conflicto, sino que tratan de avanzar a través de Europa hasta las naciones más potentes.
En 2016 sólo el 2,65% de los inmigrantes que llegaron a Italia eran refugiados. El resto, que no consiguió el estatus, permaneció en el país europeo de manera ilegal.
Según ha publicado ACNUR, un total de 181.436 inmigrantes cruzaron el Mediterráneo hasta Italia en 2016, batiendo todos los récords de la historia reciente. Esta cifra no incluye a aquellos que lograron acceder al país sin ser detectados. Tal y como publica Breitbart, el recuento se ha hecho en base a los registros efectuados por las autoridades y ONG italianas.
Del total, sólo 4.808 han obtenido asilo en el país (un 2,65%). La estadística ha revelado que la mitad de los inmigrantes que ha llegado a Italia (90.334) ni siquiera solicitó la condición de refugiado, desapareciendo del radar de las autoridades y distribuyéndose a lo largo y ancho del país.
El resto (91.902) solicitó asilo y el 60% de los mismos ha visto cómo sus peticiones fueron rechazadas. Otro 21% (18.879) obtuvo ‘protección humanitaria’ y el 14% (12.873) consiguió ‘protección subsidiaria’.
Decenas de miles de ilegales han llegado a las costas italianas gracias a las mafias, vinculadas en muchos casos a grupos terroristas. La Unión Europea puso en marcha una controvertida operación de rescate en la zona que provocó que los delincuentes modificaran su forma de actuar. De esta manera, pasaron de acercar a los migrantes a zonas como Lampedusa y Sicilia a limitar el viaje hasta aguas internacionales, donde son abandonados a la deriva a la espera de un rescate.
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tú han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra línea editorial, a contracorriente de la ideología dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de España y la identidad de Europa. No es fácil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los más poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras, infórmate aquí.