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Las motivaciones que explican el cambio de postura de Macron sobre Taiwán

El presidente de China, Xi Jinping, junto al presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron. Europa Press

La pasada semana y tras una gira de tres días por la capital china y la región de Guangzhou, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, abogó por un cambio de postura sobre Taiwán. ¿Su propuesta? Una respuesta independiente a la de EEUU, que defiende la autodeterminación de Taiwán, y hacer de la Unión Europea «una tercera superpotencia».

La comunidad internacional reaccionó con sorpresa a la afirmación de Macron y estados como Polonia o Lituania lo hicieron con cierta incredulidad. El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, respondió al presidente francés con el rechazo a la idea de «una autonomía estratégica europea» y promovió un acercamiento a quienes comparten los valores europeos y un distanciamiento de aquellos con los que existen diferencias irreconciliables.

Desde que Macron hizo esas polémicas declaraciones, algunos expertos han alertado sobre las consecuencias que su movimiento puede tener sobre la configuración actual del tablero internacional. Según Moritz Rudolf, investigador del Paul Tsai China Center de la Universidad de Yale, el acercamiento de Francia a China legitima las acciones del gigante comunista y le sitúa al mismo nivel que el resto de países. Esa postura conlleva un gran riesgo, advierte, ya que la República Popular China podría adquirir en consecuencia un papel más activo en negociaciones importantes como unas hipotéticas conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania o una futura reforma del orden internacional bajo el marco de Naciones Unidas.

La ola de críticas recibidas por Macron ha provocado un cambio de postura en apariencia. Posteriormente matizó y dijo que Francia apoya el «estatus quo en Taiwán» algo que, sin duda, entra en contradicción con sus declaraciones en Pekín. Tan sólo una semana antes, durante su visita a China, Macron defendió que el gigante asiático «ha reafirmado su adhesión a la Carta de Naciones Unidas» y añadió que el respeto a «la integridad territorial y la soberanía nacional son parte de ella», no como una advertencia sino como una prueba de la supuesta buena voluntad de China «en favor de la paz».

El giro de Macron se enmarca dentro de una nueva estrategia comercial para Francia. En su viaje a China, su comitiva estuvo acompañada de una delegación de grandes empresas como Airbus, EDF, Alstom o Veolia. Compañías en su mayoría del sector energético y aeronáutico que, coincidiendo con la visita, mantuvieron encuentros de negocios con potenciales inversores chinos. Airbus, por su parte, obtuvo importante avances comerciales, como la firma de un acuerdo con la compañía china CAS que prevé la compraventa de 160 aviones franceses.

Equilibrar la balanza comercial entre ambos países, que actualmente se encuentra a favor de China por un valor cercano a los 20.000 millones de dólares, es uno de los objetivos del presidente francés y, en buena parte, la razón de su creciente simpatía hacia Xi Jinping y hacia otros dirigentes del Partido Comunista Chino.

En contraposición con Taiwán y, a pesar de su importancia en estos días, la agenda verde y la guerra en Ucrania no fueron temas centrales de la visita de Macron. Estos son dos asuntos de gran importancia, dadas las diferencias que existen entre China y Europa tanto en la reducción de emisiones como en la condena de la invasión rusa de Ucrania. Respecto al conflicto, China continúa oponiéndose a las sanciones contra Rusia, su viejo aliado, sanciones que ha calificado como «actos que deterioran la crisis» y que anima a poner fin «en favor de la paz».

Se trata de un momento complejo para mostrar debilidad ante China, en medio de una importante escalada de tensiones y de maniobras en las proximidades de Taiwán, que se reanudaron tras la visita de Macron. No obstante, según las previsiones del Ministro de Defensa taiwanés, «China se encuentra a dos años de distancia de poder invadir la isla con éxito».

El contexto geopolítico actual puede exigir una postura firme frente al gigante asiático, especialmente en vista de la expansión de su poder en el sur de América y en África. Lo mismo ocurre a nivel nacional, donde la pandemia ha dotado al Gobierno chino de un mayor control sobre sus ciudadanos lo que, sumado a la represión de los levantamientos en Hong Kong, aleja aún más si cabe el sueño de una China plenamente democrática.

El comercio con China continuará presentándose como un atractivo incentivo para estados que no poseen una gran experiencia en lo que respecta a geoestrategia. Sin embargo, será de la actitud de grandes potencias como Francia de lo que verdaderamente dependa la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos.

Taiwán personifica esta misma tesis: la libertad y la democracia frente a la dictadura del PCC. La cuestión taiwanesa, tal y como apunta la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC), constituye un reto «que trasciende la política partidista» —lo que explica por qué tanto demócratas como republicanos se hayan reunido recientemente con líderes taiwaneses en Estados Unidos— y que, como afirma la IPAC, «perdurará durante gobiernos y administraciones», entre ellos el de Macron.

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