«Esto ya no es una crisis, esto ya es un holocausto, esto es un genocidio, nos están matando, literalmente», explicó Mildred Varela.
Una plaza del este de Caracas sirvió de escenario para que decenas de venezolanos enfermos expresaran su frustración por la imposibilidad de acceder a los tratamientos médicos que necesitan y también para informar acerca de la grave crisis sanitaria por la que pasa Venezuela.
Personas con cáncer, VIH/sida, hemofilia, lupus y trasplantados, entre otras enfermedades, atendieron a la convocatoria de la coalición de organizaciones dedicadas a la defensa del derecho a la salud y a la vida de las personas en Venezuela, Codevida, con pancartas en las que aseguran que el Gobierno los deja morir.
«Esto ya no es una crisis, esto ya es un holocausto, esto es un genocidio, nos están matando, literalmente», explicó Mildred Varela, de 46 años, sobreviviente de un cáncer de mama que desde hace meses no recibe el tratamiento para evitar una reincidencia de la enfermedad.
«Necesito los medicamentos para que el cáncer no regrese, necesito uno mensual y el año pasado solo me dieron tres», comenta Varela que a raíz de la falta de fármacos para tratar su enfermedad creó una fundación junto a otras mujeres que viven con el mismo mal.
Varela portaba una pancarta que decía varias veces la frase «No me quiero morir», mientras que otro manifestante, disfrazado de esqueleto, portaba otra que rezaba «Los pacientes renales están muriendo por falta de tratamiento y los de psiquiatría se están suicidando, no hay medicinas».
El seguro social de Venezuela se ha encargado durante años de adquirir y repartir las terapias que requieren las personas con enfermedades de alto coste como cáncer, sida o patologías autoinmunes, una dinámica que, según los pacientes, ha venido fallando desde hace unos cinco años, y ahora no funciona.
Lorean Escalona, de 27 años, dijo a Efe que está a punto de cumplir tres años con un trasplante de riñón y que desde hace seis meses no recibe su tratamiento completo lo que le causó, en enero pasado, «un principio de rechazo» del órgano.
«La medicina se encuentra en la farmacia, es muy costosa, cuesta 1.600.000 (64 dólares a la nueva tasa oficial) ya ni siquiera un salario mínimo alcanza para comprar el medicamento (248.000 bolívares o 0,15 centavos de dólar)», comentó.
Escalona, que fue a la manifestación junto a su donante, señaló que Venezuela necesita «un canal humanitario» para que las personas trasplantadas y con enfermedades crónicas tengan una mejor calidad de vida.
«Ella es mi donante, ella hizo un sacrificio muy grande para regalarme una parte de su vida que fue su órgano, para estar bien, y no lo quiero perder por una indolencia de que no me entreguen mis medicinas porque tenemos derecho a la salud y a la vida», apuntó.
Casi a su lado, Vicky Fernández, madre de un niño de 13 años que debe ser sometido regularmente a hemodiálisis, comentó a Efe que el hospital de Niños J.M de Los Ríos de Caracas, centro de referencia nacional, no cuenta actualmente con un medicamento básico para tratar esta condición.
Además, asegura que en ese centro hay 19 pacientes que se deben someter a hemodiálisis y solo hay cinco máquinas activas para este tratamiento.
«A veces hay pacientes que no se dializan porque no hay cupo», comenta, y narra que hay niños contaminados con una bacteria que se encuentra en el hospital y que su propio hijo es sobreviviente de una infección adquirida en ese centro pese a que lo trataron con «medicamentos vencidos».
En el sitio también se presentaron religiosos de diferentes parroquias que dicen estar angustiados por la cantidad de feligreses que han visto morir por falta de atención médica.
«Ver que alguien se nos muere por falta de medicamentos es ver algo inmoral», dijo a Efe el padre Wilfredo Corniel, de la parroquia El Cementerio ubicada en el oeste de Caracas que dijo que decidió asistir a esta manifestación para brindar apoyo a todos los pacientes.
El presidente de Codevida, Francisco Valencia, afirmó como cierre del acto que «este Gobierno tiene que parar la indolencia, basta, cuántos compañeros tienen que morir ante esta situación, necesitamos que se activen los mecanismos de cooperación internacional, ¿dónde queda el dolor de nuestros gobernantes».