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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La visita de Macron a Qatar y el cambio de estrategia de los de Doha

Contratos por valor de 12.000 millones de euros se trae de Qatar el presidente Emmanuel Macron de su fructífera visita a Doha.


Doce cazas Rafale, 490 vehículos blindados, cincuenta aviones Airbus A321neo y las obras del metro de Doha a compañías francesas; en total contratos por valor de 12.000 millones de euros se trae de Qatar el presidente Emmanuel Macron de su fructífera visita a Doha.
Pero lo que convierte esta visita comercialmente tan beneficiosa en noticia de primera es el hecho de que Qatar es en estos momentos el ‘lobo omega’ de las petromonarquías del Golfo, sometido a un aislamiento por parte de sus vecinos, especialmente Arabia Saudí, y en medio de rumores de conflicto armado.
La Península Arábiga, en condiciones normales una balsa de aceite informativa, ha pasado en los últimos meses a convertirse en punto caliente de la información internacional. La obstinada guerra de Arabia Saudí contra su vecino yemení -con ayuda norteamericana-, la implacable purga en Ryad con la que el Príncipe Mohamed ibn Salman se ha deshecho de sus rivales -y vuelto a llenar las vacías arcas públicas con las fortunas incautadas-, la defección de Qatar del bloque antiiraní y, sobre todo, su indirecta participación en la gran noticia del momento -el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por Estados Unidos- hacen de la zona un eje esencial de la actualidad.
A principios de verano, Arabia Saudí y otros emiratos de la Península se unieron para denunciar a Qatar y anunciar un boicot contra Doha. Acusaban al pequeño reino árabe de financiar el yijadismo internacional lo que, siendo absolutamente cierto, no deja de ser el colmo de la ironía, porque Ryad le da en esto mil vueltas en volumen y antigüedad.
La verdadera razón es otra. Si los qataríes tienen un nivel de vida sin parangón (130.000 dólares de renta percápita) y un peso en el mundo absolutamente desproporcionado a su pequeñez se debe a que nada en gas. Concretamente, se trata del mayor yacimiento del mundo, bajo el Mar Rojo, que comparte con Irán.
Pero Qatar pierde dinero o, si se prefiere, no gana todo el que podría ganar si encontrara la fórmula para transportar de forma fácil y barata ese gas a uno de los mercados más ricos, Europa Occidental. Hacerlo por barco es costoso, de modo que lo más sencillo sería un gasoducto que lleve directamente al consumidor.
Problema: tendría que pasar por Siria, aliado de Irán y Rusia, y el «no» ya lo tienen. Así que ha dedicado una ingente cantidad de fondos financiando a los ‘rebeldes’ sirios. Con un régimen más ‘amistoso’ en Damasco, el gasoducto sería una realidad.
Pero los gobernantes del reino han hecho números y han visto que el régimen de Bashar al Assad, que prácticamente ha expulsado a los rebeldes de su territorio, no es probable que vaya a desaparecer mañana, así que la estrategia de Qatar ha dado un giro radical: si no puedes vencerles, únete a ellos. Así que el año pasado decidió invertir 2.700 millones de dólares en la empresa estatal rusa de gas Rosneft.
Es decir, han decidido llevarse bien con los rusos y, de rebote, con Irán.
Ahora bien, el conflicto que define Oriente Medio en este momento no es tanto judíos contra palestino o siquiera yijadistas contra secularistas, sino chiíes contra suníes o, si lo prefieren, Irán y sus aliados contra Arabia Saudí y los suyos. Esa es una de las razones por las que los árabes del Golfo han dejado caer silenciosamente su antisionismo ‘proforma’, más que hipócrita y teórico desde hace décadas, y ponerle ojitos a Israel, una potencia militar que tiene los mismos enemigos que ellos. Los palestinos tendrán que ser sacrificados.
La visita a Qatar de Macron, que vuelve a Francia como en un anticipo de la Noche de Reyes, era la última escala de una gira por otros países de la Península, lo que invita a pensar que el presidente francés llevaba también a Doha un mensaje de reconcilización por parte de sus vecinos.
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