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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El mito izquierdista del ‘Che’, la ‘maquina de matar’

El criminal ‘Che’ Guevara se ha convertido en las últimas décadas en referencia de todos los movimientos vinculados a la extrema izquierda, incluidos el antitaurino y el lobby gay.

Ernesto “Che” Guevara, conocido como ‘El carnicerito de La Cabaña’, uno de los ideólogos de la Revolución cubana, orgulloso ejecutor diario de presos políticos y autor de la frase «celebro al hombre convertido en eficaz y fría máquina de matar», se ha convertido en las últimas décadas en referencia de todos los movimientos vinculados a la extrema izquierda.

Tiene seguidores contemporáneos que no dudan en comprar su imagen -adorno de tazas, mecheros, llaveros, carteras, gorras, pantalones vaqueros, sobres de infusiones y, por supuesto, en las camisetas- y proclamarle como «adalid de la libertad», venderle como «animalista», pese a que acudió a una corrida de toros en la plaza de Las Ventas durante su visita a Madrid en 1959 o «defensor de los derechos de los homosexuales». Nada más lejos de la realidad.

Che, que durante su adolescencia era ya una persona violenta que firmaba las cartas como «Stalin II», ejecutó a decenas de personas, entre ellas Eutinio Guerra, al que descerrajó un tiro en la nuca, tras lo cual «sus pertenencias» -escribió- pasaron a su poder.

Además, fue el organizador de la construcción del primer campo de trabajos forzados en la península de Guanahacabibes. Esta fue una más de las decenas de prisiones de la revolución cubana. A la entrada del campo, copiando el lema que presidía el campo de concentración Aushcwitz, podía leerse «El trabajo os hará hombres». El centro estaba destinado a albergar homosexuales.

Su meta era lograr el «hombre nuevo socialista». Esto suponía acabar con la mentalidad, creencias, valores y costumbres burguesas, entre ellas la homosexualidad, que Guevara consideraba un vicio burgués. Para él, era necesario «reeducar» a esas personas en prisiones. La «reeducación» estaba basada, claro, en asesinatos, violaciones, mutilaciones y trabajos forzados.

Este campo de concentración sirvió de modelo para que en la provincia de Camagüey se generalizase la detención, la tortura y asesinato de homosexuales, católicos, sacerdotes, y todo tipo de personas que no habían cometido crímenes, pero cuya moral se situaba era contraria a los principios que establecían como revolucionarios. Los considerados «contrarrevolucionarios», los que se salían del dogma, eran aplastados en estos centros.

Asimismo, Che, héroe de los que ahora se proclaman «pacifistas», fue ante todo un criminal. Como ejemplo queda su Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental. «El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar», dijo.

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