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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

No crean todo lo que leen: Trump se ha hecho con el Partido Republicano

El candidato que quiera ignorar o contradecir el núcleo del trumpismo es hombre electoralmente muerto.

El senador republicano por Arizona Jeff Flake ha anunciado públicamente en el programa Today de la NBC que no votó por Trump, lo ha puesto como no digan dueñas y ha pedido a sus colegas del partido que hablen alto y claro contra el presidente.  
Días antes, el senador republicano por Tennessee Bob Corker, hizo un numerito parecido en una entrevista concedida al New York Times, acusando a Trump de poner al mundo al borde la la Tercera Guerra Mundial. 
Y como la versión oficial en los grandes medios es que el Partido Republicano se mantiene en continuo estado de motín contra Trump y que el presidente carece de apoyos en el GOP, al que ha destruido, se han lanzado cual buitres hambrientos sobre la doble noticia. Para qué quieren más. 
Otra cosa es que la realidad sea completamente distinta, y este parece ser el caso: Trump se está haciendo con el Partido Republicano y eliminando la oposición interna a sus políticas. 
Empecemos por Flake. Se retira, no se presenta a la reelección. Queda muy digno ahora haciendo de ello una cuestión de principios, repitiendo que no será «cómplice» (sic) de las políticas de Trump. Pero lo cierto y medible es que, de presentarse, el batacazo sería cósmico. Flake escribió un libro en el que se metía con Trump, y su electorado le dio la espalda, tan sencillo como eso. 
El propio presidente, que no es conocido por ‘cortarse’ mucho en los ataques a sus críticos, asegura en un ‘tuit’ que Flake ha hecho un papelón en Arizona. 
Y Corker, que también se retira. Lo de Corker es peor, porque en su día cortejó (digámoslo finamente) los favores de Trump y ahora se vuelve contra él. Y, con toda probabilidad, es lo que harían sus votantes con él también. 
Es decir, queda un poco exagerado, por decir poco, pretender convertir en un motín generalizado la opinión de dos senadores sin perspectivas y un senador, John McCain, que no goza de la mejor salud del mundo. 
En realidad, el caso es el contrario, y por la más simple de las razones: porque los millones de votantes republicanos que se decantaron por Trump siguen ahí. ¿Puede haber muchos que estén decepcionados con Trump, que estén dispuestos a darle la espalda? Muy probablemente, pero no en la dirección de la tradicional plataforma republicana, ni mucho menos. 
El candidato que quiera ignorar o contradecir el núcleo del trumpismo es hombre electoralmente muerto y la idea ha acabado calando en los cuadros del partido, por mucho que un buen número se estremezca en privado ante la idea misma de que Trump ocupe la Casa Blanca. Eso es irrelevante. 
Aparte de las fantasías de la prensa, lo cierto es que Trump es más, no menos, fuerte en las filas republicanas, que ahora ya saben que intentar volver a lo de antes es sencillamente suicida. Pueden patalear en privado, pero en público todos se cuadran y aplauden o, en el peor de los casos, se guardan sus pensamientos. 
 
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