Nueva Zelanda ha dado marcha atrás en su plan de alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050 al levantar la prohibición que impedía la exploración de petróleo y gas en su territorio marítimo. El cambio de rumbo ha sido confirmado con la inclusión de una partida de 200 millones de dólares neozelandeses en los presupuestos estatales para impulsar nuevas prospecciones de gas natural en aguas profundas.
La medida representa una ruptura definitiva con las políticas adoptadas en 2018 por el anterior Ejecutivo liderado por Jacinda Ardern, quien en su día proclamó que “el mundo ya ha superado los combustibles fósiles” y presentó la prohibición como un símbolo de liderazgo climático internacional. Ahora, el nuevo gobierno ha optado por una estrategia más pragmática, en la que la seguridad energética se antepone a los compromisos ambientales.
La ministra de Finanzas, Nicola Willis, ha explicado que uno de los objetivos principales del cambio es atraer de nuevo a grandes empresas energéticas internacionales, para lo cual se contemplan incentivos financieros. Según ha afirmado, es necesario restablecer una base energética fiable que permita reducir los riesgos de desabastecimiento y evitar que los hogares y las industrias sufran las consecuencias del encarecimiento de la electricidad.
Por su parte, el ministro de Recursos Naturales, Shane Jones, ha sido tajante al responsabilizar al anterior gobierno por las dificultades actuales del país en materia energética. «Estamos pagando el precio de decisiones políticas apresuradas y mal fundamentadas. La falta de suministro es real, y el gas seguirá siendo esencial durante al menos los próximos veinte años», aseguró en declaraciones públicas.
El Ejecutivo defiende que el uso de gas natural es clave como fuente de respaldo frente a la inestabilidad de las renovables, que, en ciertos momentos de demanda elevada o escasa generación, no han podido garantizar un suministro constante. En los últimos años, Nueva Zelanda ha experimentado episodios de tensión eléctrica que han elevado el coste de la energía y generado inquietud sobre la fiabilidad del sistema.