El objetivo es que entre en vigor el próximo 1 de noviembre, cuando acaba el estado de emergencia que está vigente desde noviembre de 2015.
La nueva realidad que vive Francia ha obligado a Emmanuel Macron, que durante la campaña culpó a los franceses de los atentados, a preparar un ambicioso plan antiterrorista cuyo objetivo principal es terminar con la oleada de ataques en suelo francés. El pasado fin de semana, un islamista armado con un cuchillo asesinó dos jóvenes estudiantes en la estación central de ferrocarril de Marsella (Francia) al grito de «Alá es grande».
El Parlamento francés aprobó esta semana la nueva ley que incorpora al derecho ordinario varias medidas excepcionales para el combate contra el terrorismo que figuran en el actual estado de emergencia.
El principal objetivo de Macron es que entre en vigor el próximo 1 de noviembre, cuando acaba el estado de emergencia que está vigente desde noviembre de 2015, activado por el recrudecimiento de la oleada de atentados yihadistas en Francia. La nueva ley traspondrá al derecho ordinario medidas excepcionales contra el terrorismo, como el cierre de los centros religiosos en los que se profieran discursos que hagan apología de la violencia y la facilitación de registros y controles a sospechosos de terrorismo.
El ministro del Interior, Gérard Collomb, destacó que la ley antiterrorista brinda «medidas fuertes y nuevas herramientas para enfrentarse a una amenaza duradera» con la meta de «proteger mejor a los franceses».
Más de 240 personas han sido víctimas de atentados en Francia desde 2015 perpetrados por terroristas leales o inspirados por el Estado Islámico, indica Reuters. El último ataque, perpetrado el 1 de octubre en la estación de Saint Charles de Marsella, se saldó con dos muertos.
‘No al islam’
a brecha respecto al islam se acrecienta aún más en Europa. El 60% de los franceses admite ya sin ambages que no cree que el islam sea compatible con los valores de la sociedad, mientras que el 65% apuesta por reducir la inmigración. Estos dos asuntos se convirtieron en capitales durante la campaña de las presidenciales, pero la llegada de Emmanuel Macron al Elíseo no hace presagiar un cambio de sentido en este aspecto.
Es el nuevo cisma que vive la Europa de Bruselas y que en Italia ya se ha evidenciado en el Parlamento. Allí las figuras políticas del país discuten sobre una ley cuyo objetivo es otorgar la nacionalidad a los hijos de inmigrantes nacidos dentro de sus fronteras.
Una encuesta de Ipsos para Le Monde muestra un aumento del rechazo a la inmigración masiva entre los partidarios de todos los partidos, incluidos los socialistas. Según el 61% de los franceses, la mayor parte de los recién llegados no hace “esfuerzos” por integrarse en Francia.
Un 74% de los encuestados afirma que el islam quiere imponer “su modo de funcionamiento” a la sociedad francesa. Un sentimiento que es mayoritario entre los partidarios del Frente Nacional y Los Republicanos y que continúa al alza entre los socialistas y los votantes de Macron.
Macron culpó a los franceses
Durante la campaña electoral, Macron culpó a los jóvenes franceses de los procesos de radicalización que muchos musulmanes sufren en las principales ciudades galas. Ni una palabra sobre el islam, ni sobre las mezquitas wahabistas o los barrios periféricos donde la sharia se ha convertido en la verdadera ley. ¿Los culpables? Los jóvenes franceses que, curiosamente, se habían decantado en su mayoría por las propuestas del Frente Nacional.
El actual presidente, que recibió el apoyo de los principales dirigentes de Bruselas y de buena parte de la clase política europea, aseguró que la sociedad francesa “maltrata” a los jóvenes que viven en “barrios apartados” y que “son fácilmente influenciables” por el islam radical. Resultó paradójico ya entonces que tras más de dos años de violencia y terror yihadista en suelo francés, Macron no tuviera ni un sólo plan contra la amenaza que se cierne sobre Francia.
Claro que aquella noticia se entendió mejor unos días después, cuando la Gran Mezquita de París defendió al exministro francés de Economía por “encarnar la vía de la esperanza y de la confianza en las fuerzas espirituales y ciudadanas de la nación, dentro del respeto de los valores republicanos y de la aplicación estricta de los principios del laicismo”.
La sharia en Francia
Éric Zemmour puso de manifiesto un fenómeno que se viene repitiendo en los barrios periféricos de las grandes ciudades europeas: la creación de grandes barrios musulmanes donde la ley islámica ha sustituido al Estado. “Es necesario afrontar el problema en muchas zonas. Hay innumerables barrios donde las ‘no-go zones’ son habituales. Allí no se vive a la francesa, sino al estilo musulmán”, advirtió.
“¿El futuro de Francia pasa por lugares donde los hombres se visten con túnicas, las mujeres no tienen permitido salir de casa y las costumbres no tienen nada que ver con la tradición occidental?”, se preguntó Zemmour, que denunció la connivencia de las autoridades con estos fenómenos: “Tras los disturbios de Trappes, la ley del burka integral no se aplica. Los policías creen que es mejor no hacerlo para evitar incidentes”.
La realidad de las ‘no-go zones’ fue desvelada por dos activistas de la llamada Brigada de las Madres, que denunciaron los hechos y grabaron las reacciones de los musulmanes con cámara oculta. Las imágenes no dejan lugar a dudas.
Cuando Madia y Aziza acceden a un establecimiento, los hombres se sorprenden. Las mujeres tienen prohibido “de facto” entrar en estos negocios y su presencia incomoda a muchos musulmanes que admiten sin ambages que “no deberían estar aquí”.
“Esto no es París. Aquí tenemos una mentalidad diferente y seguimos las enseñanzas del islam”, reconoce otro hombre, ajeno a la cámara que le está grabando. Cuando una de las activistas le pregunta si no estaría mejor viviendo en Arabia Saudí, el musulmán responde: “Francia es un paraíso para nosotros”.
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