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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Quo vadis, Siria?

Las principales potencias mundiales debaten el futuro de Siria y el papel que debe jugar Bashar Al Assad en ese proceso tras culminar, en unas pocas semanas, la victoria definitiva frente al Estado Islámico.


Semana intensa de reuniones en torno al día de mañana en Siria. Los principales líderes han mantenido encuentros y conversaciones telefónicas para valorar la situación del país en un momento clave de su historia reciente. Tras las Primaveras Árabes, los pseudo-procesos revolucionarios alentados desde Occidente, Oriente Medio se convirtió en el patio de recreo del autoproclamado califato y la organización terrorista contó con la ayuda de las facciones rebeldes (impulsadas desde Estados Unidos) para derrocar al régimen de Bashar Al Assad.
La aparición de Vladimir Putin cambió el curso de la guerra y el Ejército sirio, con la ayuda de la aviación rusa, doblegó al Estado Islámico hasta recuperar sus principales bastiones. La caída de Raqqa, donde la coalición internacional permitió huir a miles de yihadistas a través de un «corredor humanitario», ha marcado el comienzo de unas negociaciones que vuelven a enfrentar a Washington y al Kremlin por el papel que debe jugar  Al Assad.
El líder sirio siempre ha contado con el respaldo de Putin en su lucha contra las grandes potencias occidentales. Durante el mandato de Barack Obama, Estados Unidos se dedicó a financiar y a armar a los mal llamados «rebeldes moderados» y las consecuencias fueron desastrosas para el país: esas organizaciones mutaron en grupos terroristas como el Frente Al Nusra. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca todo eso cambió y una de sus primeras medidas como presidente fue rectificar las subvenciones de Obama. No obstante, el republicano ha tenido sonados enfrentamiento con Al Assad tras el supuesto ataque con armas químicas.

Durante la cumbre del Foro Apec en Vietnam, Putin y Trump se comprometieron a trabajar por una «derrota definitiva» del Estado Islámico. Una postura que reafirmaron tras su encuentro de este martes, donde ambos mandatarios apostaron por implementar la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU para resolver de forma pacífica la guerra civil en Siria. Ni una palabra, sin embargo, sobre la persona encargada de pilotar ese proceso.
Moscú considera que el proceso de Ginebra está estancado, mientras que alaba los resultados del de Astaná, en el que Rusia, Turquía e Irán intervienen como garantes del alto el fuego que rige en Siria y median entre el Gobierno de Damasco y los grupos armados que controlan territorios en el país árabe.
Putin también mantuvo un contacto telefónico con el rey Salman de Arabia Saudí. En él, el mandatario ruso  recalcó que el proceso de Sochi «impulsará los contactos entre los sirios (…) y estimulará el trabajo en Ginebra bajo los auspicios de la ONU».

Encuentro vital

Una de las reuniones clave para el futuro sirio es la que mantendrá Putin con sus colegas de Turquía e Irán, Recep Tayyip Erdogan y Hasan Rohaní, dos mandatarios que comparten, con matices, su visión de Oriente Medio. Uno de los grandes objetivos del Kremlin es persuadir a Ankara para que apoye la convocatoria de un Congreso para el diálogo nacional sirio, pero el líder turco se opone a la participación de los kurdos.
Un obstáculo difícil de sortear. La principal milicia kurdosiria, las Unidades de Protección del Pueblo, acusó a las fuerzas turcas de atacar con artillería las cercanías de la ciudad de Afrín, en la provincia siria de Alepo.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan
Las fuerzas turcas atacaron este martes con artillería pesada a los pueblos de Shirua, Basufan y Baiya, en los alrededores de Afrín, aseguró la milicia en un comunicado de la oficina de información de las YPG, apoyadas por Estados Unidos.
«La agresión turca tiene como objetivo nuestras fuerzas», afirmaron las YPG, que al mismo tiempo desmintieron haber atacado previamente a las fuerzas turcas y acusaron a Ankara de aprovecharse del acuerdo de distensión para realizar sus «políticas agresivas» en la zona de Afrín.

Unión entre los rebeldes

La oposición siria se reunió en Riad con el objetivo de crear una nueva formación y unirse en una única comisión para participar en las rondas de negociaciones de Ginebra para la paz en Siria, tras seis años de conflicto en el país
En este encuentro participó el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Adel al Yubeir, quien aseguró ante decenas de opositores sirios: «Os encontráis ahora ante una responsabilidad histórica para acabar con la crisis que ha agotado a este querido pueblo».
Asimismo, llamó a los diferentes grupos opositores al Gobierno a que encuentren «una solución» con el fin de conseguir «un nuevo futuro» para Siria.
Las conversaciones de Ginebra se desarrollan bajo el auspicio de Arabia Saudí y el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, quien también asistió a la reunión en Riad. De Mistura insistió en la necesidad de llegar a una solución política a la crisis en el país árabe, basada en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
«Necesitamos una fuerte delegación opositora para dirigirse en la conferencia de Ginebra. Esta delegación debería representar a todo el pueblo sirio», señaló el diplomático.
El periódico Saudí Al Sharq al Awsat informó de que está previsto que de esta reunión salga una nueva formación de la oposición, que será «un Alto Comité de Negociación más amplio» y que incluirá a 150 miembros opositores, en vez de los 114 que había anteriormente.
Esta reunión se produce días después de que el coordinador general de la Comisión Suprema para las Negociaciones (CSN), Riad Hiyab, anunciara su dimisión tras casi dos años en la agrupación opositora. La CSN, con sede en Riad, es uno de los componentes más importantes de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), principal alianza política de la oposición siria, desde que se formó en Arabia Saudí en diciembre de 2015.

La eterna disputa

Es imposible comprender el futuro sirio sin entender cómo funciona Oriente Medio y el enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudí, que en los últimos días se ha trasladado a Líbano con la renuncia y posterior rectificación del primer minitro, Saad Hariri. Las relaciones entre Irán y Arabia Saudí no pasan por un buen momento y la situación de inestabilidad en Riad podría desencadenar un conflicto que, sin duda, tendría como escenario los citados países. El propio Al Assad afirmó que el aumento de las hostilidades hacia Teherán estaba relacionado con el declive de las organizaciones terroristas en la zona.

Se trata de un capítulo más en la guerra eterna por la hegemonía regional entre sunitas y chiítas, las dos ramas mayoritarias del Islam, a través de las dos teocracias que los representan: Arabia Saudí e Irán. Ambos países llevan desde la Guerra Fría enfrentándose a través de sus aliados en Yemen, Siria, Irak y ahora el Líbano, un país devastado por la guerra civil entre 1975 y 1990.
Riad y Teherán no han llegado a un choque directo, pero mantienen una guerra subsidiaria (la conocida como “proxy war” en inglés) en Yemen, donde el primero respalda al presidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, y el segundo, a los rebeldes chiíes hutíes.
La situación en Arabia Saudí es, cuanto menos, llamativa. La dictadura islámica vive un proceso de purga de los principales líderes del país a manos del heredero, Mohammed bin Salman, para consolidar su poder absoluto. Salman no está dispuesto a ceder una porción de poder y así lo demostró hace semanas. Los arrestos, anunciados por la cadena Al Arabiya, se produjeron horas después de que el rey anunciara la creación de una comisión anticorrupción encabezada por el príncipe heredero de 32 años.
Probablemente el factor más significativo detrás de la rivalidad entre Irán y Arabia Saudí sea la religión, pero no es el único. Ambos países compiten por influir en sus vecinos, son las potencias hegemónicas de la zona. Teherán ha dado su apoyo a la causa palestina contra Israel y ha acusado a los estados sunitas de ignorar los problemas palestinos y de representar los intereses occidentales.
En Siria, Irán ha sido junto a Rusia el principal aliado del presidente y su apoyo ha sido vital para derrotar al Estado Islámico y contener a los rebeldes moderados. Arabia Saudí, por su parte, ha financiado a los grupos sunitas y ha formado parte de la coalición internacional.
En Irak, Riad y los otros países del Golfo apoyaron a Sadam Husein durante la guerra entre Irán e Irak entre 1980 y 1988 y sufrieron ataques de Irán en su flota marina. Las relaciones diplomáticas de Irán y Arabia Saudí fueron suspendidas por tres años después de la guerra.
Desde la caída de Sadam Husein, la mayoría chiita en Irak ha dirigido el Gobierno del país y ha mantenido relaciones muy estrechas con Teherán. La influencia iraní se ha extendido hasta las mismas fronteras de Arabia Saudí y ha creado la llamada “media luna chiíta”, que une a Irán, Irak, Siria y Líbano.
De hecho, Bagdad ha acusado a Arabia Saudí de apoyar a los grupos sunitas radicales y de fomentar la violencia sectaria en Irak.
El petróleo y su comercio también han sido motivo de disputa entre ambas potencias, pues mantienen una visión antagónica en torno a los precios. Arabia Saudí es un país más rico y no tiene reparos en tolerar una caída de la cuantía del barril. Irán, que fue excluido durante años del mercado mundial por las sanciones, necesita que los países corten su producción -se producen casi dos millones de barriles de petróleo más de los que se necesitan- para aumentar los ingresos y paliar las afecciones de su débil economía.

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