«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Trump deja de financiar a los Cascos Blancos… y Rusia pregunta por qué

«¿Qué ha pasado? ¿No les ha gustado su última película?», se pregunta Moscú ante lo que parece un estrepitoso fracaso de la última excusa de los aliados para atacar Siria. 

«Cada vez que uno desespera de Trump, ocurre algo sorprendente», escribía recientemente el autor Nassim Nicholas Taleb, y realmente podía referirse a decenas de situaciones en las que el presidente norteamericano ha decepcionado profundamente a sus primeros seguidores para, cuando ya nadie lo espera, volver a hacer algo inesperado y, para sus huestes, esperanzador.
Lo último ha sido congelar las ayudas a los Cascos Blancos, esa sospechosísima ONG con sede en Gran Bretaña que fue la que grabó el vídeo del supuesto ataque con armas químicas que sirvió como excusa para el último bombardeo ‘aliado’ -Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia- sobre Siria.
«No habiendo recibido fondos norteamericanos en las últimas semanas -informaba CBS News-, los Cascos Blancos se preguntan qué supone eso para el futuro. No han recibido una declaración formal de Gobierno norteamericano en el sentido de que vayan a dejar de financiarles definitivamente, pero el personal de esta organización en Siria informa que los fondos se han interrumpido».
Los americanos ya han inyectado en el grupo unos 32 millones de dólares, en torno a un tercio de su financiación total, a través de un programa de USAID organizado por el Departamento de Estado de Obama usando como intermediario un contratista de Washington con presencia en Siria, Chemonics. En general, los gobiernos americano, holandés, británico, danés y alemán llevan cosa de un lustro financiando esta intrigante ONG cuya participación ha sido esencial en dos intervenciones americanas.
¿Por qué es tan importante que ahora Estados Unidos deje de financiarlos? En primer lugar, porque la medida va en línea de lo que ya hemos sugerido en LA GACETA al informar del ataque americano: que Trump tiene intención de cumplir su compromiso electoral de salir de Siria y que el ataque con misiles fue poco más que un espectáculo de fuegos artificiales con pocos daños, dirigido a apaciguar a los halcones de Washington.

¿Ya no se cree EEUU el supuesto ataque químico?

Pero hay algo mejor: dejar de pagar a los Cascos Blancos a poco de que lanzaran al mundo la gran exclusiva del ataque químico de las tropas de Bashar al Assad contra Duma sugiere que ya no se creen -si alguna vez se lo han creído- la historia de dicho ataque.
Esto, naturalmente, ha hecho saltar a Rusia. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Maria Zajarova, declaró tras conocerse la noticia que a Moscú le encantaría saber por qué.
«Hoy nos han llegado fantásticas noticias: el Departamento de Estado americano ha congelado la financiación de la organización no gubernamental de los Cascos Blancos en Siria», ironizaba Zajarova. «¿Qué ha pasado? ¿No les ha gustado su última película? ¿Quizá hay alguna otra razón?»
Y sigue: «De hecho, nos gustaría saber exactamente cuánto dinero han recibido los Cascos Blancos del Gobierno americano y de gobiernos de otros países, incluyendo los tres Estados [Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia] que llevaron a cabo los bombardeos sobre Siria».
Todo se acaba sabiendo. Los Cascos Blancos son una marioneta de los gobiernos aliados, especialmente de Gran Bretaña, que les financian directa o indirectamente, y las investigaciones sobre el supuesto ataque químico les ha dejado en una posición indefendible que les convierte en una ‘fuente comprometida’. No hubo armas químicas prohibidas, no hubo víctimas del gas. La historia que se usó como excusa para atacar Siria se ha venido abajo, para bochorno de los atacantes.
Como se está viniendo abajo la historia del ataque ruso contra el doble espía Skripal con un compuesto que solo tendrían los rusos, el Novichok. Skripal y su hija se recuperan, cuando el propio inventor del compuesto asegura que bastaría media taza para acabar sin remedio con toda una ciudad.
 

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