«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Abascal y la partitocracia

25 de junio de 2023

En su discurso de inicio de precampaña, Abascal se mostró en buena forma. Pese a lo que repite la prensa ambiental, no parece acusar el trance de los pactos. Las opciones parecen bien dibujadas, el marco explicativo resulta coherente. Y el discurso, con tonalidades nuevas respecto al de las locales, ofreció alguna cualidad reseñable.

Hay algo de síntesis conseguida en el Abascal actual. Ayer saludó a Ortega Lara, figura tutelar, y el discurso tuvo de todo: esa resistencia ante ETA (cívica, pero mucho más que cívica), el españolismo recio del Viva y el himno, dosis de populismo y antielitismo, también de anticomunismo casi losantiano, muy marcado, enfático; el habitual instante de ataque a los medios (algunos dirán que muy justificado) y elementos regeneracionistas que se dan la mano con lo mejor del aznarismo; y ese conjunto de cosas, como un compendio de derechas anteriores, familiares y alternativas, presenta una mayor suavidad y coherencia, parece mejor ensamblado, de un modo más natural, orgánico, más normal, menos estridentes sus partes, como si a base de repetirse y rodar, los argumentos se hubieran ido convirtiendo en moneda de uso corriente.

La síntesis abascaliana en este justo instante de Vox puede que sea un discurso más armónico, congruente y más fácilmente conectable con otras cosas: con sus socios de otros países, con el propio PP… los desajustes van modulándose, unas partes se liman, otras se mitigan, los elementos se abascalizan, se someten a una retórica y un tono común, cada vez más en la calle, más naturalmente popular. Se pulen aristas, se suavizan flancos y Vox es y no es o es a la vez nacionalista, populista, antiglobalista, anticomunista, húngaro y polaco, regeneracionista, liberal fiscal, joseantoniano en cierto ademán (¡Pobre Buxadé!), resistente en lo territorial, reaccionario en lo cultural, poujadista, campero-morantista, trumpista, buenista y hasta alguna cosa más porque Abascal destacó en su discurso algo que ya había comentado horas antes en una entrevista con Esparza: la crítica a la partitocracia.

«Menos partitocracia para que los españoles puedan participar y decidir». Lo prometió en su discurso y el día anterior había hablado de modo similar: «La partitocracia ha creado una democracia oligárquica y aristocrática donde los ciudadanos votan una vez y ya no se les escucha». Este ataque a la partitocracia, el Estado de partidos actual, madre institucional del Consenso, es una relativa novedad en Vox o, al menos, se presenta como un rasgo más marcado en este inicio de campaña donde mandará el urgente «echar a Sánchez».

Con esto hace dos cosas Abascal. Por un lado, cincela su populismo (en el mejor sentido de la expresión) yendo al fondo del asunto: el triste papel del ciudadano medio en el sistema actual. Realmente sería democratismo y daría sentido al populismo entero, porque no se trata solo de citar al pueblo, persuadirlo o invocarlo sino de darle más voz.

Cierto es que Vox aquí no fue al fondo trevijanesco del asunto. Abascal no criticó la ley electoral, por ejemplo, ni el sistema proporcional de listas, ni habló de la necesidad de elegir separadamente los poderes y de que los diputados representen a los votantes de cada distrito. No lo hizo. Su crítica es mucho menos ambiciosa, pero va en ese sentido, en un sentido democrático y con la sugerencia, claramente introducida, de buscar fórmulas de decisión y participación («Hay que escuchar a los españoles»).

Aquí hace otra cosa Abascal. En la entrevista lo detalló. Apoya su punto de vista en un punto ciego de la Transición. Reconecta con una derecha crítica perdida. Citó los debates de la constitución del 78, el toma y daca entre Fraga y Solé Tura sobre los posibles referéndums: «El PSOE estaba en contra porque decía que lo importante en ese momento era consolidar los partidos políticos. Bien, pues quizás ha llegado el momento de ver si los partidos hemos conseguido demasiado poder, si esto es una democracia o una partitocracia».

Su revisión crítica de la Constitución ya no vendría marcada solo por el Estado Autonómico. Abascal dirige sus palabras a lo hondo, al toro, a lo negro: a la democracia o su ausencia y llama a las cosas por su nombre: partitocracia. Le faltaría ahondar y decir que funde como tranchetes los poderes, queso único bañando la estructura oligárquica del consenso. Pero poco a poco. Este camino de Vox entraña dificultad (están en el Estado y son un partido más) pero parece el mejor camino. Un populismo muy serio contra la «democracia oligárquica». Si en su negación del concepto viogen deben, y ya lo hacen, tomar la delantera mujeril y pedir explicaciones al fracasado modelo feminista gubernamental, con esto pueden liderar cualquier crítica democrática al 78. Imaginen el camino que tienen por delante y los cortocircuitos en las mentes progre-centristas: Vox como vanguardia y bandera democratizadora.

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