«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.

La abdicación de Rubalcaba

5 de junio de 2014

A Rubalcaba le van a amargar sus últimas horas al frente del PSOE. Por mucho que él trate de defender que el partido, a pesar de sus “hondas raíces republicanas”, no romperá el pacto de la Transición sobre la Monarquía, sus bases parecen dispuestas a alinearse con la extrema izquierda que reclama un referéndum sobre el modelo de Estado.

Al todavía secretario general, por muchos errores que haya cometido en su vida política como miembro destacado de diversos gobiernos, no se le puede negar un evidente sentido pragmático. Su magistral gestión de la información –y los mensajes de móvil- tras los atentados del 11M, le permitieron influir en el voto de manera favorable al PSOE en las elecciones de 2004. Y su alargada sombra de ministro del Interior nunca se vio salpicada por un asunto tan grave como el chivatazo del caso Faisán. Tras varias décadas sin apearse del coche oficial, sabe que una buena relación con la Corona resulta fundamental para mantener a los socialistas en la moqueta del sistema. 

Muchos temieron en 1982 que la llegada al poder de la izquierda pudiera dibujar un escenario apocalíptico con la nacionalización de la banca, incautación de bienes, socialización de los medios productivos o persecución a las testas coronadas en virtud de su sangre azul. Pero nada más lejos de la realidad. Tanto Felipe González como Alfonso Guerra o Alfredo Pérez Rubalcaba se acostumbraron pronto a los beneficios burgueses, tras cambiar la chaqueta de pana por el traje italiano, las pegadas de carteles por los viajes en Mystère o el puño en alto por la mano extendida.

La habilidad de don Juan Carlos supo transformar a los peligrosos melenudos socialistas en cortesanos de postín. Y el pragmatismo, siempre el pragmatismo, convenció a estos últimos de que la estabilidad del sistema, formando ellos parte del mismo, era lo más conveniente para todos.

Hace ya tiempo que el Rey viene valorando la posibilidad de la abdicación y, muy probablemente, tuviera previsto ejecutarla en el 2015, tras cumplir cuarenta años de reinado. Pero al constatar que Rubalcaba es ya un cadáver político, su perspicacia le llevaría a vaticinar que el relevo en la secretaría general del PSOE acarrearía cambios sustanciales: el pragmatismo de los viejos líderes se vería sustituido por el entusiamo de las nuevas generaciones que, sin haber vivido los difíciles años de la Transición, no sabrían valorar el equilibrio de fuerzas que de manera tan estable ha funcionado durante más de tres décadas. La contestación social que se vive en las calles y el avance de opciones radicales en las últimas elecciones europeas, vendrían a demostrar que el cambio de aires ya es un hecho, aconsejando no postergar por más tiempo el relevo dinástico. Esperar un año y medio hubiera supuesto enfrentarse a una nueva composición en el Parlamento, en este momento inexcrutable, y a un Partido Socialista en manos de unos nuevos y jóvenes dirigentes con ganas de desenterrar las “hondas raíces republicanas” que Rubalcaba ha preferido mantener bajo tierra.  

La abdicación de Rubalcaba, aunque forzada, es pareja a la del Monarca, y marca el inicio de una nueva era. Si en la jefatura del Estado el heredero es un joven príncipe prudente, sensato y moderado, en la marea política la nueva figura emergente no inspira la misma confianza. Y no se trata sólo de una referencia a quien, finalmente, se convierta en jefe del PSOE, sino a un chico con coleta que parece haberse convertido en el político de moda en este país. Si esas van a ser las nuevas formas, más vale andarse con prevención.

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