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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El aborto conducirá al PP a una durísima derrota

22 de marzo de 2015

Si el espíritu del tiempo nos habla de una dolorosa aceptación del aborto, plasmada en el ámbito social, político y jurídico, no debemos desdeñar que también existen personas subversivas cuyas actitudes contrastan, por convicción y virtud, frente a la soberbia negación del don de la vida. Tal es el caso de un puñado exiguo de diputados y senadores díscolos, que en el seno del Partido Popular, “donde no hay sitio para quien diga no al aborto” y cuyo programa será siempre acomodaticio, pretenden reducir a un ominoso silencio.

Cuando el ex-ministro de Justicia (y también díscolo), Alberto Ruiz-Gallardón, anunciaba la reforma de la actual regulación del aborto en España, ignoraba su inmolación política. Aquella reforma proponía aspectos positivos, entre los que se encontrarían no sólo la ruptura de la cadena de falsos derechos y una mayor protección de la vida del nasciturus, sino también que los médicos no tendrían ya que atender el aborto como un derecho ni como un acto médico, así como que todo discapacitado gozaría de un derecho a la vida sin ser eliminada, como se viene haciendo hasta ahora, por sus características físicas o psíquicas.

Derogar la ley vigente, ese era el compromiso real del Partido Popular, eliminando el aborto como un derecho de la mujer. Los derechos fundamentales no son meras libertades del individuo frente al Estado, sino que expresan un orden a realizar por parte de la comunidad política. Los derechos fundamentales no son sólo libertades respecto del Estado, sino libertades enel Estado. El derecho a la vida no sólo garantiza la inmunidad frente al Estado, sino que otorga a la persona el derecho de ser protegida mediante disposiciones legales de atropellos realizados por otras personas.

El retraso de la votación del Partido Popular sobre la vergonzosa minireforma de la vigente ley del aborto para el día 14 de abril (estaba prevista para el día 24 de marzo) con el fin de mostrar unidad y con la práctica habitual de que todo en política es relativo a los tiempos electorales convenientes, nos llevaría a dar por buena la estremecedora afirmación de Hegel, cuando decía que “no existe conciencia alguna sagrada o religiosa que pueda estar separada, y menos dispuesta en contra, de la conciencia mundanal”. En otros términos, el fementido, oportunista y secuestrador de valores Mariano Rajoy, prototipo del político pragmático empeñado en mantener levantado su propio altar donde sacrificar al más inocente, tendría razón, porque la razón siempre está de parte de quien tiene el poder.

A pesar de muchos, la Iglesia católica, que no puede ser con justicia criticada de absentismo, es la institución que más y mejor anuncia la vida como don de Dios. La Iglesia nos da la clave para una política capaz de asegurar un espacio de libertad cuando frente a cualquier atentado contra la vida opone la dignidad del hombre como imagen de Dios. Sólo como criatura de Dios y para Dios alcanza el hombre una inviolable dignidad, ostenta unos derechos que no puede el Estado arrebatar. La Nota de los obispos para la Jornada por la Vida 2015 recuerda a todos los agentes sociales la necesidad de trabajar “para que las leyes e instituciones civiles defiendan y promuevan el derecho a la vida desde su concepción hasta su muerte natural, reformando o derogando aquellas legislaciones injustas, como las actualmente vigentes, y promoviendo iniciativas que defiendan, tutelen y promuevan el derecho a la vida de todo ser humano como fundamento de una sociedad verdaderamente humana”. El papa Francisco hablaba el pasado miércoles de una sociedad “triste y gris” cuando no se deja nacer a los niños.

Hay que hacer frente a la inhumanidad y la acción criminal del aborto, ¿o habrá que mantener una coexistencia pacífica entre lo humano y lo inhumano? Hay que oponer positiva resistencia a la imposición del mal desde la ley, ¿o habrá que conformarse con el simple derecho a resistir?Pierde toda su credibilidad quien hace dejación de sus compromisos políticos con sus votantes cuando lo que está en juego es la sacralidad e integridad de la vida humana; quien cambia cada semana de posturas husmeando por rebañar famélico un puñado de nuevos electores; quien pretende impávido hallar fáciles soluciones para problemas complicados, insinuar una engañosa victoria moral con una estúpida minireforma incapaz de augurar otra cosa que no sea soportar después una durísima derrota.

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