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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
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El “abracadabra” de la bruja y el President

3 de septiembre de 2014

La historia está plagada de magos, chamanes, nigromantes y brujos que han ejercido su influencia sobre reyes y gobernantes en virtud de sus poderes adivinatorios. El legendario Merlín fue consejero del Rey Arturo y prestó grandes servicios a su padre, Uther Pendragon, quien, mediante embrujos, pudo yacer con su deseada Igraine con quien concebiría a su famoso hijo.

Otros reyes y caudillos han requerido de los servicios de hechiceros y taumaturgos. La Edad Media ofrece multitud de ejemplos en los que analizar las entrañas de un animal, conjurar a los astros, consultar las tabas o escudriñar los posos del té, determinaban el momento óptimo para la batalla, para la fecundación, para la alianza o para la conjura.

La oscuridad medieval parece propicia a tal clase de creencias y supersticiones, pero resulta bastante curioso comprobar que, también en el siglo XX y en el XXI hemos conocido casos de dirigentes y gobernantes que confiaban sus más delicadas decisiones a los poderes adivinatorios de sus arúspices.

François Miterrand, presidente de Francia entre 1981 y 1995, recurría a la astróloga Elisabeth Teissier para saber cuál era el día más indicado para lanzar el ataque contra Irak ante la inminencia de la Guerra del Golfo, o la fecha ideal para convocar el referéndum sobre la adhesión del país al Tratado de Maastricht. Además de interrogarla sobre la popularidad del gobierno o acerca de la elección de sus colaboradores, le pedía también la confección del horóscopo de personajes como Saddam Hussein o George Bush.

También la que fuera primera dama de México, Marta Sahagún, recurrió a los servicios de brujos, santeros y chamanes para enamorar al presidente Vicente Fox y casarse con él. El “padre Campos” elaboró el filtro de amor con el que lograría su objetivo y, una vez instalada en la residencia presidencial de Los Pinos, las sesiones de espiritismo y brujería se generalizaron para apartar a los enemigos, mediante el sistema de ensartar una tarántula viva sobre la fotografía del individuo en cuestión, para quemar a continuación a la araña junto al retrato.

No extrañó mucho a los mexicanos conocer tales prácticas puesto que, según se dice, desde el mandato de José López Portillo, a finales de los setenta e inicios de los ochenta, todos los gobernantes del país han tenido entre sus asesores a hechiceros de Catemaco, un pueblo místico en el estado de Veracruz.

En España, con los tiempos que corren, nos resulta extraño saber que algún dirigente recurre a tales prácticas. Especialmente, si se trata de políticos que siempre han demostrado tener un nivel intelectual que se supone por encima del engaño de charlatanes y agoreros. Por eso, nos llama la atención la afición que Jordi Pujol tenía a consultar con la bruja Adelina, una médium gallega residente en Andorra, a la que el Molt Honorable visitaba con regularidad en los 23 años que estuvo al frente del gobierno de la Generalitat.

En las sesiones mágicas, que se desarrollaban en una casita en las montañas, en la parroquia de Engolasters Engordany, en Les Escaldes, la bruja pronunciaba sus conjuros mientras frotaba un huevo por la espalda y los hombros de Pujol, y luego lo rompía, de tal suerte que, si el contenido ofrecía un aspecto oscuro, es que se había logrado el objetivo de eliminar la energía negativa que atenazaba al President.

Pero Jordi Pujol, a pesar de crédulo ante tales ritos, no por ello dejaba de ser hombre avispado para los negocios, tal como parecen a punto de demostrar las investigaciones de la UDEF. Por tanto, decidió trasladar a la bruja Adelina a Barcelona e incrementó su clientela con consellers y políticos, a los que Pujol cobraba 300 euros por sesión, de los que sólo compartía 150 con la hechicera. Eso, al menos, es lo que ha confesado la propia bruja, que ronda ahora los 80 años, y que se ha decidido a contar tales confidencias ante la repentina atención que el ex presidente de la Generalitat ha despertado por su capacidad para atesorar fortunas, incrementar patrimonios familiares, gestionar porcentajes, fomentar el turismo a paraísos fiscales y no cumplir con la hacienda pública tan puntualmente como debería.

Buen alumno resultó ser Pujol que, a base de fomentar la charlatanería de chamanes y oráculos, aprendió a hacer desaparecer monedas mediante un “abracadabra”. Magistral.

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