Apenas seis minutos le han bastado a Juan Carlos I para anunciar que abdica de la Corona despuĆ©s de treinta y nueve aƱos de reinado. Proclamado el 22 de noviembre de 1975, han sido casi cuatro dĆ©cadas en las que nuestra MonarquĆa ha pasado por muy diferentes circunstancias, algunas dulces y otras, realmente amargas.
El momento escogido por don Juan Carlos para dejar el trono abre muchos interrogantes. ĀæPor quĆ© ahora? La situación del paĆs es realmente mala. La crisis económica a la que nos empujó Zapatero y que Rajoy no ha podido resolver tiene a los espaƱoles sumidos en la desesperación. El grado de desafección de los ciudadanos hacia su clase polĆtica es galopante. Las opciones polĆticas mĆ”s radicales ganan terreno. La amenaza de ruptura de la unidad nacional es cada vez mĆ”s evidente. Y las encuestas acerca del grado de aceptación de la MonarquĆa resultan cada vez mĆ”s desoladoras mientras crece el porcentaje de quienes creen que ha llegado el momento para la abdicación.
¿SerÔ de utilidad esta decisión del Rey en este momento o, por el contrario, contribuirÔ a aumentar la sensación de inestabilidad? Sin duda, los enemigos de la Corona y de la unidad nacional aprovecharÔn la circunstancia para arreciar en su pugna contra el sistema. Ya se escuchan las primeras voces entre la izquierda mÔs extrema para reclamar un referéndum acerca del modelo de Estado que pudiera trocar la actual situación en un modelo republicano. Y los separatistas no dejarÔn pasar la oportunidad de renegar de un jefe de Estado hereditario.
En nuestro actual ordenamiento no existe previsión ante la abdicación, Ćŗnicamente contempla lo relativo a la sucesión, con elementos extemporĆ”neos como la prevalencia del varón sobre la mujer. Y, por el momento, nadie ha sabido explicar si el Monarca sigue gozando de inviolabilidad cuando deja de ostentar a Corona. Por lo que se refiere a la aprobación parlamentaria de la ley que regule el proceso, serĆ” suficiente con mayorĆa absoluta, lo cual no plantea problemas para el PP. Cualquier otra modificación para la que se requiriese la aprobación de una Ley OrgĆ”nica, precisarĆa el voto de dos quintos de la CĆ”mara. TambiĆ©n PP y PSOE suman diputados suficientes para salvar esa eventual situación, si los socialistas no presentan fisuras al respecto, pero estĆ”n cada vez mĆ”s solos frente al bloque del resto de formaciones. Y, a juzgar por los resultados de las Ćŗltimas elecciones europeas, ese equilibrio de fuerzas puede estar cambiando a favor de los, hasta ahora, minoritarios.
En su mensaje televisado, don Juan Carlos nos ha hablado de las reformas necesarias para afrontar los desafĆos del maƱana, motivo por el cual es momento de pasar el testigo a nuevas generaciones. En una alocución de seis minutos, el Monarca se ha despedido de casi cuarenta aƱos de reinado. Los hay quienes creen que es su delicado estado de salud lo que le ha impedido esperar apenas unos meses para alcanzar una cifra tan redonda.
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España inicia una nueva etapa. Felipe VI deberÔ ganarse el respeto de los ciudadanos en un momento especialmente delicado y no lo va a tener fÔcil. Los españoles nos hemos despojado de nuestra condición de súbditos y exigimos un modelo de Estado y un sistema de gobierno que se adapte a nuestras necesidades. Eso pasa necesariamente por garantizar el bienestar y la concordia. Y, en estos momentos de crisis y crispación, el terreno parece abonado para quienes consideran que los derechos dinÔsticos son algo mÔs propio de otro tiempo.