«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.
Rostro emblemático de Intereconomía Televisión, al frente de programas como El Gato al Agua o Dando Caña, ha dirigido informativos en TVE, RNE, Antena 3 TV y Onda Cero Radio. Fue corresponsal de RNE en Londres. Ha escrito para Diario de Barcelona, Interviú, La Vanguardia, ABC, ÉPOCA y La Gaceta y ha publicado el libro 'Prisionero en Cuba'. Ha recibido cuatro Antenas de Oro, el Micrófono de Oro, la Antena de Plata de Madrid, el Micrófono de Plata de Murcia, el Premio Zapping de Cataluña y el Premio Ciudad de Tarazona.

Un adiós en seis minutos

2 de junio de 2014

Apenas seis minutos le han bastado a Juan Carlos I para anunciar que abdica de la Corona después de treinta y nueve años de reinado. Proclamado el 22 de noviembre de 1975, han sido casi cuatro décadas en las que nuestra Monarquía ha pasado por muy diferentes circunstancias, algunas dulces y otras, realmente amargas.

El momento escogido por don Juan Carlos para dejar el trono abre muchos interrogantes. ¿Por qué ahora? La situación del país es realmente mala. La crisis económica a la que nos empujó Zapatero y que Rajoy no ha podido resolver tiene a los españoles sumidos en la desesperación. El grado de desafección de los ciudadanos hacia su clase política es galopante. Las opciones políticas más radicales ganan terreno. La amenaza de ruptura de la unidad nacional es cada vez más evidente. Y las encuestas acerca del grado de aceptación de la Monarquía resultan cada vez más desoladoras mientras crece el porcentaje de quienes creen que ha llegado el momento para la abdicación.

¿Será de utilidad esta decisión del Rey en este momento o, por el contrario, contribuirá a aumentar la sensación de inestabilidad? Sin duda, los enemigos de la Corona y de la unidad nacional aprovecharán la circunstancia para arreciar en su pugna contra el sistema. Ya se escuchan las primeras voces entre la izquierda más extrema para reclamar un referéndum acerca del modelo de Estado que pudiera trocar la actual situación en un modelo republicano. Y los separatistas no dejarán pasar la oportunidad de renegar de un jefe de Estado hereditario.

En nuestro actual ordenamiento no existe previsión ante la abdicación, únicamente contempla lo relativo a la sucesión, con elementos extemporáneos como la prevalencia del varón sobre la mujer. Y, por el momento, nadie ha sabido explicar si el Monarca sigue gozando de inviolabilidad cuando deja de ostentar a Corona. Por lo que se refiere a la aprobación parlamentaria de la ley que regule el proceso, será suficiente con mayoría absoluta, lo cual no plantea problemas para el PP. Cualquier otra modificación para la que se requiriese la aprobación de una Ley Orgánica, precisaría el voto de dos quintos de la Cámara. También PP y PSOE suman diputados suficientes para salvar esa eventual situación, si los socialistas no presentan fisuras al respecto, pero están cada vez más solos frente al bloque del resto de formaciones. Y, a juzgar por los resultados de las últimas elecciones europeas, ese equilibrio de fuerzas puede estar cambiando a favor de los, hasta ahora, minoritarios.

En su mensaje televisado, don Juan Carlos nos ha hablado de las reformas necesarias para afrontar los desafíos del mañana, motivo por el cual es momento de pasar el testigo a nuevas generaciones. En una alocución de seis minutos, el Monarca se ha despedido de casi cuarenta años de reinado. Los hay quienes creen que es su delicado estado de salud lo que le ha impedido esperar apenas unos meses para alcanzar una cifra tan redonda.

 

España inicia una nueva etapa. Felipe VI deberá ganarse el respeto de los ciudadanos en un momento especialmente delicado y no lo va a tener fácil. Los españoles nos hemos despojado de nuestra condición de súbditos y exigimos un modelo de Estado y un sistema de gobierno que se adapte a nuestras necesidades. Eso pasa necesariamente por garantizar el bienestar y la concordia. Y, en estos momentos de crisis y crispación, el terreno parece abonado para quienes consideran que los derechos dinásticos son algo más propio de otro tiempo.

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