Masticando como acompañamiento al café mañanero las intervenciones de los podemitas en la moción de censura he recordado, palabra por palabra, una conversación mantenida con un viejo conocido hace un año. El tipo, de ascendencia filofascista, venía fascinado después de un mitin-fiesta de Unidos Podemos. Con barra a precios populares, cantautor trasnochado y puños en alto, el discurso de Iglesias, Garzón y Bescansa hizo chispa en el cerebro de un sujeto que andaba a la deriva ideológica. Mi amigo decidió el sentido de su voto con apenas tres horas de adoctrinamiento jaranero.
En sólo quince minutos desmonté el argumentario demagógico utilizado por los tres participantes en el acto, mi colega, que aún mantenía una sonrisa bobalicona, no sé si por el contenido del discurso o por el del líquido que había bebido, lo tenía claro, vale, puede que me hayan engañado, pero “Y lo bien que lo dicen”.
Nada es casual en el mundo de Podemos. Su llegada a la política se engendró después de un duro trabajo en la Universidad Pública. Utilizaron como conejillos de indias a niños y niñas que recibían en las neuronas lo que habían pagado por obtener.
El auditorio era perfecto, receptores poco preparados ansiosos de recibir una lobotomización ideológica de manos de instructores pagados por los contribuyentes.
El siguiente paso era aún más sencillo, alcanzar a una ciudadanía desesperada utilizando para expandir el mensaje a propios miembros de las unidades familiares. El resultado ya lo padecemos hoy, políticos mediocres con un discurso de hace dos siglos en todas las instituciones españolas.
El problema se presenta cuando se lleva esa política de panchangueo a un auditorio serio como el Parlamento. Podemos nunca ha pretendido sacar adelante la moción de censura a Rajoy, ni ha intentado, como mantienen algunos, dar un toque de atención al nuevo PSOE de Pedro Sánchez en el Congreso. El único objetivo del circo orquestado por Iglesias y sus fieles es llamar la atención, y no dudan en usar todos los medios a su alcance.
El Congreso de los Diputados no es una aula de la facultad de Políticas y el Presidente del Gobierno no es el chico de la primera fila con la cara llena de granos que atiende embobado al discurso de su profesor.
Los interminables y rancios discursos de Irene Montero, quien lleva la voz de Podemos en la Cámara con el simple currículo de ser la pareja del “macho alfa” y de Pablo Iglesias, recuerdan al Fidel Castro más infumable y han sufrido la réplica de un político más preparado y cuyos argumentos van más allá de los manuales caducos de la biblioteca de la “facu” y están extraídos directamente del mundo real, muy alejado del leninismo amable que pregonan los oligarcas de Podemos.
El resultado, a pesar del trabajo de los trolls morados en las redes sociales, ha sido el esperado, una correlación interminable de “zascas” de Rajoy al discurso demagógico y manipulado de la pareja podemita.
El diputado Rafa Mayoral ha anunciado que Podemos estudia presentar una nueva moción de censura después del verano, y es que “lo importante es que hablen de nosotros, aunque sea mal”.