La Gaceta de la Iberosfera ha llegado cuando más la necesitaba. O para ser más exacto, ha llegado un poco antes, con esa elegancia de no hacerme esperar, para estar ya aquí cuando yo me diese cuenta, que es ahora mismo.
Hasta ahora, mi horizonte político era España en régimen de autarquía. ¿Por una cuestión de patriotismo? Sí, por supuesto; y no, porque también amo a los países de Hispanoamérica (sus gentes, su historia, su literatura, su naturaleza) y otros cuantos. Era, más bien, que veía que el campo de acción política activa era mi país, del mismo modo que para un güelfo blanco de la época de Dante lo era Florencia o para Sócrates lo fue Atenas. España era el lugar donde ejercía mi voto y donde podía influir con mis conversaciones y artículos en las ideas y en el voto de mis compatriotas.
(Pedro Sánchez) al ser un mentiroso compulsivo que jamás cumple sus compromisos ha hecho saltar por los aires el tablero de la lógica política como juego de fuerzas contrarias, pero racionales
Pero Pedro Sánchez ha deshecho esa situación de una forma concienzuda e implacable. Él es estanco a cualquier argumento intelectual, histórico o jurídico contrario a su voluntad de poder. Al ser un mentiroso compulsivo que jamás cumple sus compromisos ha hecho saltar por los aires el tablero de la lógica política como juego de fuerzas contrarias, pero racionales. En política exterior es un inane, como se está viendo en el conflicto del Sahara, en que Rabat le cambia la agenda y lo deja esperando a la puerta. En Europa se le vuelve la espalda con desdén, salvo para darle dinero, que es una forma de sujetarlo más por la espalda. Toda esa impotencia internacional nuestro Gobierno la vuelve, con un obvio mecanismo compensatorio, en ejercicio arbitrario del Decreto Ley con sus ciudadanos. El escritor y pensador Gabriel Insausti explica que los Estados modernos tienen cada vez menos fuerza en el exterior y más en el interior, esto es, se diluye la soberanía, pero crece el poder. Ese mecanismo en España se está exacerbando.
Las decisiones económicas que atañen a nuestro día a día escapan absolutamente del control y quién sabe si del conocimiento de nuestro Gobierno
Todo lo cual me fuerza a salir a toda prisa de mi zona de confort. La política nacional ha dejado de ser el epicentro de nuestra vida nacional. Las decisiones que nos afectan se toman en los organismos internacionales más o menos opacos, nunca transparentes. Las decisiones económicas que atañen a nuestro día a día escapan absolutamente del control y quién sabe si del conocimiento de nuestro Gobierno. Los grandes debates políticos se dirimen muy lejos de nuestras fronteras. Ocurra lo que ocurra con Donald Trump en Estados Unidos, su actividad tiene más peso con respecto a la libertad de expresión y a plantar cara a lo políticamente correcto que lo que haga el Gobierno. Incluso una derrota definitiva de Trump implicaría más libertad de pensamiento que una victoria aquí de Pablo Casado, si proyectamos lo que pasó con la mayoría absoluta de Rajoy, como se vio. En el plano moral, la lucha en Argentina o Ecuador por el derecho a la vida resulta ejemplar y decisiva. En el plano del pensamiento, los grandes asuntos —el transhumanismo, los límites de la democracia, las soberanías nacionales, los movimientos migratorios, el islamismo, la autodestrucción de Occidente— son globales.
Esto no implica ningún tipo de escapismo de nuestra realidad nacional, sino entender bien qué peleas se libran y en qué escenarios y cómo. La poderosa imagen que abre La Cartuja de Parma de Stendhal, con un desnortado Fabrizio del Dongo cruzándose por la batalla de Waterloo sin entender nada de nada de lo que está pasando ni reconocer siquiera al mismísimo Napoleón cuando tropieza con él, nos debe animar a mirar mejor las cosas. Hoy, el verdadero escenario de la batalla es mundial y tiene un punto muy candente en ambas orillas del Atlántico. La Gaceta ha venido oportunamente a abrirnos la perspectiva. Una vez asumidas las dimensiones de cuanto ocurre, hay que volverse a nuestro puesto aquí y ahora, y esforzarse alrededor, empezando por la vida doméstica y la política local, pero con la vista más larga y el pensamiento más profundo.