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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La amenaza del envejecimiento

5 de diciembre de 2013
  • La política reformista aplicada por el Gobierno de Mariano Rajoy en estos dos últimos años ha orientado en unos casos o atajado en otros, algunos de los grandes problemas de la economía española. Sin embargo, ni este Gobierno, ni ninguno de los anteriores ha prestado atención a uno de los más trascendentales problemas de España: el demográfico. Un problema que, debido a la bajísima natalidad de los españoles, puede ser a la larga tan grave o más que todos los problemas actuales, pero del que apenas se habla en España ni se hace prácticamente nada para abordarlo.

    La tasa de natalidad lleva retrocediendo en España desde el año 2009, pero esta tendencia se está acelerando en los últimos meses. El avance de los datos demográficos de 2013 del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestra cómo en el primer semestre de este año se ha registrado una reducción de nacimientos del 6% respecto al mismo periodo de 2012 (en el que ya hubo un retroceso del 2,5% comparado con 2011). El motivo está no solo relacionado con la disminución de la tasa de fecundidad –número de hijos por mujer– que baja hasta 1,32 –un fenómeno ligado, aunque no exclusivamente, a la crisis– sino también con el menor número de mujeres en edad fértil y al descenso de la tasa de nupcialidad.

    Como consecuencia de la caída de nacimientos y la tendencia del aumento de los fallecimientos por el envejecimiento de la población, el crecimiento vegetativo de la población –la diferencia entre partos y defunciones– se estrecha cada vez más. Este saldo ha menguado hasta 6.384 personas en el primer semestre de este año. Es un 10% menor que el año pasado y un 88% más reducido que el primer semestre de 2008.

    A esta decadencia demográfica, que de no ser remediada a tiempo conduce a una España, y también a una Europa, llenas de ancianos y cada vez menos pobladas, no se le está prestando la atención que merece, pese a su dimensión colosal. Probablemente esto es así porque se ha subestimado el problema, y por una mezcla de ceguera y cobardía de nuestras clases políticas e intelectuales ante un fenómeno cuya causa profunda es la pérdida de los valores tradicionales que fomentaban la natalidad y la estabilidad familiar.

    Pero los problemas sociales que causa y causará la baja natalidad son mucho más inminentes y graves de lo que la mayoría cree, y van mucho más allá del pago de las pensiones. El suicidio demográfico –como lo llama el profesor Macarrón– será nefasto para la economía en general, y para la calidad de la democracia, ya que el segmento mayoritario de votantes sera el de los jubilados, que demandará del resto de la sociedad mayores rentas para sus pensiones y atenciones médicas. 

 

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