Hay un mundo que desaparece sin darse cuenta, convencido de que el tiempo que lo transforma y amputa sólo es un reality de televisión, y que en algĆŗn momento cambiarĆ” el canal y aparecerĆ” de nuevo la teletienda y la clase media. De los periodos prerrevolucionarios asombra la inconsciencia colectiva, igual que sorprende la mansedumbre de las vĆctimas de los grandes genocidios, que casi todos caminan hacia el cadalso o la cuneta con una resignación casi poĆ©tica, como si el Ćŗnico destino del hombre sea dejarse asesinar por sus semejantes.
QuizĆ” las dos imĆ”genes estĆ”n Ćntimamente relacionadas, y los condenados de todos los tiempos – por tener gafas en Camboya o un abuelo judĆo en Alemania, otros por esconder una escarapela blanca en La VendĆ©e, o millones por portar un crucifijo- asumen su cruento final como penitencia por no haber respondido a tiempo a las amenazas, por no advertir los sĆntomas evidentes de que su libertad se agotaba, o por despreciar a sus verdugos cuando estos empezaron a construir el horror.
España padece ahora uno de esos momento de desconcierto e inconsciencia. Durante décadas de educación socialista y separatista, se ha sembrado un odio que ahora florece exuberante, abonado por eso que llaman crisis, y que en realidad es la imposición de una nueva estructura económica -made in China-, una sociedad de ricos estatistas -con carnet de cualquier partido o despacho en cualquier multinacional- y nuevos pobres camino del ranchito.
La historia no se repite, pero sĆ que se versiona. En la que nos toca, podrĆa sorprender que stablishment y populismo coincidan en todos los planteamientos fundamentales, pero tampoco es nuevo, los gobiernos decadentes suelen asumir las ideas que habrĆ”n de liquidarlos. PP-PSOE-Podemos, comparten la misma antropologĆa y defienden con vehemencia las nuevas fórmulas de lo totalitario, el relativismo y la ideologĆa de gĆ©nero. Esa coincidencia en lo esencial -hasta en la corrupción- a lo mejor explica que no haya mĆ”s miedo en los grandes despachos. En realidad, si el PP ha firmado un acuerdo de colaboración con el Partido Comunista Chino, seguro que se ven capaces de repartirse el pastel con los podemistas. Lo cierto es que Rajoy y Soraya, estĆ”n mucho mĆ”s cerca de Pablo Iglesias que de su propio electorado, lo contemplamos en temas tan dispares como el aborto o los impuestos.
AsĆ que el mundo que desaparece no es el de BĆ”rcenas o Pujol, sino que es el nuestro, el de los espaƱoles de a pie, el de las familias, y el de los breves espacios de libertad que nos quedaban. El individualismo de los privilegiados y los colectivos genocidas estĆ”n trabajando en amigable colaboración, y nos han excluido muy a propósito. No serĆ” la primera vez que pactan comunistas y ladrones, ni hace falta irse a PekĆn para verlo.