«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Apocalípticos e integrados

28 de marzo de 2014

Un cromosoma de la levadura sintética ha elevado las esperanzas, éstas naturales, de crear una vida artificial. El equipo de científicos, liderados por un Jef Boeke, han extraído el susodicho cromosoma, lo han troceado, y lo han recompuesto. Es como si tenemos el Santiago Bernabéu hecho con piezas de Lego, lo rompemos y construimos el Halcón Milenario. Sólo que, claro, el cromosoma tiene una función, que es la transmisión de la información genética. Boeke y sus colegas han reescrito el cromosoma de la levadura sintética, y han desarrollado con ella unas células. Estas células tienen un comportamiento normal. Es decir, prosperan, y se multiplican. Los medios proclaman, exultantes, “la vida artificial ya está aquí”. “Ahora”, dice un Christopher Voigt experto, “puedes diseñar cualquier cromosoma que quieras, y ponerlo en marcha”.

Esta es la hora de apocalípticos e integrados. Los últimos sienten como si tomásemos el control de la propia vida. Es como si hubiésemos volado hasta el sol sin que se derritiesen nuestras alas; sin quemarnos, incluso. Le hemos robado a los dioses, incluso a Él, su secreto. El logro confiere el orgullo de los semidioses. Y sus aplicaciones prácticas nos permitirán hacer más cosas y elevar aún más el prestigio de la ciencia y de su aplicación práctica, humana.

Los apocalípticos recurrirán a los viejos mitos, que nos enseñan que el deseo de conocer demasiado, de poseer lo que no nos pertenece, nos lleva al fracaso y la humillación, al castigo divino. Hay otros apocalípticos, que se revisten de ciencia pero que tienen las mismas ideas. La tecnología la carga el diablo (el hombre) y nos lleva a nuestra propia destrucción.

Perplejos ante el nuevo descubrimiento podemos preguntarnos, ¿qué hacer con él? Qué hacer moralmente, es decir. Ni somos semidioses ni tenemos que tenernos más miedo que el que nos aconseja el conocimiento de nuestra historia. El gas calienta nuestras casas. El gas exterminó a centenares de miles de personas en Alemania. La diferencia entre los dos gases son las ideas. Es a las ideas, a ciertas ideas, a las que debemos temer. El común de los mortales quiere mejorar y vivir en un mundo amable. Mientras el uso de esta o cualquier otra tecnología esté en nuestras manos, las del común, prevalecerá el sentido común también.

 

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