En las fiestas patronales de Villaberzas de Arriba se celebraba un partido de fútbol entre el equipo del pueblo y el Villaberzas de Abajo, su eterno rival. En la primera jugada, el ariete visitante recibe un pase entre líneas y se planta frente al portero, que lo placa como si estuvieran jugando al rugby. Penalti, y gol: 0-1.Saca el Villaberzas de Arriba, un pase es interceptado por el extremo visitante, que se escapa y, en el punto de penalti, dos defensas se abalanzan sobre él, lo derriban y lo lesionan.El árbitro vacila, pero pita penalti, que se lanza, y gol: minuto tres, 0-2. Los hinchas del equipo local empiezan a dar golpes en el suelo con sus garrotes. Dos minutos después, dos delanteros del Villaberzas de Abajo trenzan una buena jugada, pero cuando uno de ellos va a rematar de cabeza, el portero le sacude un puñetazo en la cara y lo deja sin conocimiento.El árbitro ve que unos 200 lugareños, tranca en mano, se ponen en pie. Hay sólo dos guardias civiles en el campo. Y pita falta del delantero atacante. Sabe el reglamento, ha visto lo que ha pasado, pero quiere salir vivo de allí.Los políticos de este amado país decidieron un mal día que eso de las responsabilidades políticas no existe, y se encastillaron en sus prebendas mientras no fuesen condenados en sentencia firme a penas de prisión. Y muchos de ellos empezaron a violar el reglamento con entusiasmo.Unos más que otros, no hay más que ver la lista de empapelados de cada partido, y es fácil saber quiénes tienen la medalla de oro en esta carrera. La justicia es lenta, pero acaba llegando.Pero los árbitros también quieren salir vivos de este partido sin reglas. Las causas penales contra políticos se acaban amontonando; llega, inexorable, el momento de dictar sentencia; es muy difícil absolver a los que hay que absolver y condenar a los que hay que condenar, si resulta que los veredictos quedan repartidos en una proporción de 10 a dos. La tentación de repartir estopa por turnos, o por cuotas, es fortísima.En esta situación estamos. La cosa empezó cuando los socialistas, con 202 de 350 diputados en sus filas, se pusieron a hacer equilibrios en el filo de la anticonstitucionalidad, y el árbitro se olvidó de la Constitución para tener más presentes las consecuencias políticas (y para los propios magistrados) de pitar dos, tres, cuatro penaltis seguidos contra el poderoso equipo local. Como es natural, animado por el éxito del felipato, la tanda de mamporros a la Constitución la siguió Zapatero con su perspectiva de género y los disparates que de ella se derivan. Y así hasta hoy.Todo es muy humano, y muy comprensible. Y muy lamentable.
A continuación se detallan los tipos de cookies utilizados en nuestra web. Puede configurar la aceptación o no de las mismas. Lea nuestra Política de cookies.