En Francia que un político se corrompa tiene consecuencias penales graves. En el caso de los que afecta a Nicolás Sarkozy, diez años de prisión. El ex Presidente de la República está imputado por corrupción violación de secretos y tráfico de influencias y se convirtió -en sólo 24 horas- a la calificación de “ceniza” de político inservible para el liderazgo de la derecha francesa que se decidirá el próximo 20 de noviembre. C’est la vie!
Ayer Sarko tuvo una mañana difícil, primero le sacan de casa antes de las ocho y al juzgado donde tuvo que declarar durante un montón de horas. ¿Qué le reprochan al expresidente? Pues verán, un año después de acceder a Eliseo, en 2007, estalló un caso de financiación ilegal que afectaba a sus fondos de campaña que le hicieron Presidente de los franceses, durante cuatro años.
El país de la guillotina tiene, además de encanto, muy mala leche con el delito, le importa un bledo si coincide con tal o cual proceso, o con qué nueva pretensión política tiene un imputado. Sin ánimo de ser exhaustivo, Sarkozy fue “escuchado” siendo presidente en conversaciones que revelaban su interés por recibir información estratégica de los procesos judiciales que afectaban a su campaña. Los escándalos por sus amigos financiadores, como Vincent Bolloré, o con la empresaria más rica de Francia; los nepotismos con sus hijos, quedaron aparcados en el baúl de las poca-cosas
Para ello se valió de la ayuda de un magistrado (en Francia llevan peluca) que fue tentado por Sarko con cobrara siendo nombrado consejero de estado de Mónaco, el pequeño principado de los Grimaldi que ofrece interesantes oportunidades de empleo, como sabemos por Corina Zu, la amiga especial del Rey Juan Carlos. Seguro que, a estas alturas, ustedes se preguntan: “¿Pero si aquí eso al Presidente se lo hace el Fiscal general del Estado, o el ministro de Justicia?”. Eso es aquí, pero en el país del norte, no te lo hace ni “Rita, la chanteuse”; de ahí que Sarko tuviera que organizarse una red de espionaje afín.
Y si a continuación les digo que no existe la prueba mayor, porque el juez sin moral no consiguió la plaza en Mónaco, seguro que ustedes piensan que los franceses son unos exagerados. Aquí por mucho más el Supremo decretó que Pepiño Blanco “no ejerció suficiente presión” para imputarle tráfico de influencias. Por eso hablamos de la “grandeur” de un país guiado por uno de los grandes asesinos en masa de la humanidad, Napoleón Bonaparte, Boney, le llamaban los ingleses.