«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Ayushow en la casa de todos los acentos

4 de mayo de 2025

El dos de mayo crece con Ayuso, como si quisiera ser una fiesta nacional alternativa.

Empieza muy pronto. A primera hora de la mañana, ABC y El Mundo, los dos ángeles anunciadores, publicaban sendas encuestas sobre el crecimiento de Ayuso en Madrid.

El acto de entrega de premios de la Orden del dos de mayo, meollo de la jornada, se venía realizando en la Real Casa de Correos, pero el deseo de calle, de pueblo, era ya muy fuerte y este año salieron a la Puerta del Sol, donde la Libertad guiaba al Pueblo.

Allí, una voz nombra al premiado, y éste se levanta y se dirige a un gran escenario en el que cabría una orquesta aunque espera, sola, Isabel Díaz Ayuso.

Ella lleva y trae los premios como una azafata y viste el rojo y amarillo de la bandera, pero no como Sonia Monroy; en la presidenta brilla un modoso candor. Los famosos, los actores, los restaurantes, los samaritanos madrileños, los liberales, los deportistas del momento, sin dejarse palo alguno de lo humano (humano es una palabra que se repitió, «somos humanos») van hacia ella, dadora del premio, como si los colores fueran los de un capote taurino. La Comunidad de Madrid, según estrictos códigos liberales, condecoró también a su radio pública, Onda Madrid.

Cuando los galardones se han entregado y todo parece terminado, es cuando empieza: llega el discurso de Ayuso.

Normalmente, al inicio, el orador hace una mención cortés a las autoridades presentes, pero en este caso el concepto autoridades se fue más allá de los «directores generales técnicos» hasta los «amigos de los condecorados». Todo prolijo, todo recargado.   

Porque todo es poco. Hasta los elementos. «Estamos por primera vez en la calle con todos; con lluvia, con sol, con nieve».

Todos con todo. Ganas con ganas. «Aquí estamos, el pueblo de Madrid».

DE REPENTE, EL PUEBLO

Habló mucho del pueblo, que ella conecta directamente con el insurgente del dos de mayo. El pueblo madrileño por aquí, el pueblo madrileño por allá… Pero ¿qué se hizo de la «ciudadanía»?

Ayuso y su mundo se parecen a esos millonarios sudamericanos que llegan a Madrid. Tienen el dinero por castigo y pueden comprarlo todo. Sólo Sánchez tiene más dinero para propaganda. Así que si nos apetece, compramos gotitas de populismo.

El discurso de Ayuso es como una paella de bar madrileño: cabe cualquier cosa siempre que haya guisantes, que serían la palabra «liberal».

Ahora está con los acentos. «Madrid es la región de todos los acentos». Ayuso no hace inmigración, hace hispanidad. «Las mal llamadas bandas latinas», dijo hace poco. Si la Mara Salvatrucha se instala aquí huyendo de Trump, la llamaremos banda hispana. De bienvenida podría servir lo que hace unos días dijo en otro evento, que será por eventos: «Bienvenidos a Madrid, región abierta, mestiza y alegre, la casa de todos los acentos».

Cosa que viene de lejos. «Ya con los Reyes Católicos se oían todos los acentos». Hombre, todos, todos…

Pero ese es el estilo. La historia de España es un saco al que van y de donde cogen.

En el discurso de Ayuso, los enemigos eran por supuesto «los franceses», y contra ellos y por su libertad, el pueblo de Madrid se levantó, sin saber que con esa libertad luego podría sacar terrazas a la calle.

LA LIBERTAD ES DE AQUí, DE MADRID

Contra «los franceses» y, en hilo directo, el comunismo, el nacionalismo, el fascismo, «en fin, el siglo XIX», mal sueño del que España se recuperó al crecer «con la OTAN y la UE con el Rey al frente. De la ley a la ley pasando por la ley». De lo que pasó antes, ni palabrita.

Estos discursos de Ayuso los oyes y se te queda la cara de Millán Salcedo con la empanadilla.

Pero en el público, a cada poco, había vítores, gritos enloquecidos, de un arrebatamiento muy desahogado, como si María Callas hubiese cantado un aria.  

Ya en Londres Ayuso reivindicó la libertad a la madrileña y ahora nos oponemos a los liberales franceses. La libertad es la madrileña genuina, alegre y siempre-humana, tampoco la cristiana tradicional. O sí, ¿por qué no? ¿Alguien nos va a toser en los periódicos y radios y webs que amamantamos liberalmente?

La libertad se inventó en Madrid, quizás en un chispazo, como los huevos rotos, y «con todos los acentos, alegre y humana, porque somos siempre humanos» adquiere unos toques sabinescos («Esta Puerta del Sol, que todo lo sabe») o una cursilería que mira de tú a tú a la yolandesca: «Los españoles sentimos siempre los ojos de nuestras madres y abuelas que nos miran».

La desmesura es total. Lache democrático. Es un régimen autonómico dedicado a la promoción de un liderazgo personal con una ideología a medida, el gran baratillo del centroderecha. Palabrería, farfolla ajena a la realidad pero biensonante al pulserismo. Islote de inconsecuencia donde se refugia el final de una derecha. Funciona Madrid como una ciudad Estado de propaganda donde se proyecta un liberalismo de tripi y un hispanismo acelerado de restaurante de la Puerta de Alcalá, donde vale todo porque las palabras, en habiendo dinero, lo soportan todo.

LO LÍRICO Y LO MILITAR

El discurso, cuya duración, como casi todo, iba cogiendo un algo de novela de García Márquez, tomó derroteros melodramáticos. Mientras Ayuso hablaba, un violinista tocaba con sentimiento. Con las notas lacrimógenas de fondo, la presidenta hablaba del ejército, unos aviones de fondo en la pantalla, y el público de pie, venido arriba, pidiendo orejas, cantando gol, gritando Vivas a la Pepa y a la Virgen…

Hablaba Ayuso, plañía el violín, «el ejército de hombres y mujeres que dan la vida por nosotros… el pueblo de Madrid quiere a su ejército… somos la capital de este reino, Madrid, unida y alegre»… El delirio era total, pastiche zarzuelero, kitsch constitucional. Y todo porque Sánchez había impedido que este año desfilara el ejército, algo que solo podemos agradecerle. Evitó a Evita. Ayuso ya se veía de rojo otra vez pasando revista a las tropas.

(Por tantas cosas, el ayusismo españoliza a Macron)

Cuando el violinista acabó y con ello el speech, llegaron los vivas a Madrid, al rey y a España. Pero antes «¡Presidenta, presidenta, presidenta!». Ya quisiera esa claque el fondo sur. El Mundo Pepero tiene su Macondo en Madrid. Es como si el discurso de las tertulias se hiciera carne, vida, realidad. Parque Temático. El aznar-losantismo vive de alguna forma en ese presupuesto y se proyecta sobre la historia como el niño de La Historia Interminable sobre su dragón blanco pero diciendo «me lo llevo, me lo llevo, me lo llevo».

Al maniqueísmo de la historia socialista le responde este esquema abreviado donde los Reyes Católicos son globalistas multiculturales y los madrileños de 1808 unos liberales «ansiando ser europeos» contra el comunismo, el fascismo y el nacionalismo. Las dos historias culminan, y eso lo tienen en común, en el mismo crecimiento y el mismo esplendor que no vieron los siglos: la España de hoy.

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