Netflix se ha lucido este mes. El lucimiento es para mal a lo grande. La plataforma lleva tiempo en eso, disparándose en el pie con constancia y alevosía, de ahí tantos despavoridos de ese formato.
He visto la película «Blonde» basada en la novela de Joyce Carol Oates. Joyce Carol Oates escribía de boxeo y boxeadores hasta que escribió de rubias; o sea, de una rubia en particular, de la Rubia en cuestión con mayúsculas, de la rubia que más dinero genera todavía: Marilyn, o (oh) perdón, de Norma Jean.
La película es casi mala, como la novela, pero tanto novela y película son de esos productos casi malos que pueden llegar a gustar. A mí me ha gustado mucho lo casi malo de América, que no sé cómo siempre le dan la vuelta para que siendo casi malo guste y atraiga, es más, embelese.
Sí, me ha fascinado lo casi malo, varias veces por encima de lo súper bueno, para qué negarlo, no soy perfecta, Nobody is perfect, como decía Bocaza (Joe E. Brown) en aquel final insuperable por maravilloso de ‘Algunos prefieren quemarse’ (‘Some Like It Hot’, 1959; en España: ‘Con faldas y a lo loco’), un clásico de Billy Wilder (y no el único clásico de este cineasta, siendo él mismo un clásico por excelencia), protagonizado por Marilyn (Sugar Kane), Tony Curtis (Joe), y Jack Lemmon (Jerry).
Lo moralizador resulta más interesante en arte que lo supuestamente pecaminoso edulcorado con el mayosesentayochocentista
‘Blonde’ no es un filme malo requetemalo, es una película pasable a la que se le hubiera podido cortar al menos una de las escenas de fetos de los abortos, si no fuera porque —a mi juicio— esas escenas van a hacer chirriar dientes en Hollywood, y eso es precisamente lo que aprecio de la película, su discurso moralista a contracorriente de lo políticamente correcto que tanta basura cinematográfica ha producido en los últimos tiempos… Lo moralizador resulta más interesante en arte que lo supuestamente pecaminoso edulcorado con el mayosesentayochocentista. No voy a detenerme demasiado en el filme, porque en verdad me gustó lo justo, aunque casi malo con una raya menos, me soné las dos horas cuarentaytanto que dura.
Que no me despegara de la pantalla televisiva lo consiguió Ana de Armas, que bajo el maquillaje y el atuendo de ‘Blonde’ consigue magistralmente convertirse en Norma Jean sin que la abandone jamás Marilyn. Ese es precisamente el tema de la película, anunciado en los diálogos hasta el vértigo. Trata de Norma Jean debatiéndose contra sí misma, contra la figura materna de la que nunca se liberó, y la Marilyn creada por otros, que al final consigue devorarla hasta la muerte.
En la época en la que vivimos Marilyn pudo haber sido interpretada por Meghan Markle, pero ésta por suerte se casó con el príncipe Harry en un mal remedo de El Príncipe y la Corista (1957), entonces le tocó a Ana de Armas, hay que agradecerlo.
No voy a tampoco entrar en la pacatería de que si hay demasiados desnudos, escenas sexuales, borracheras, pastillas, lágrimas, que si los pezones, y tal… Esto era la Marilyn íntima, y de eso va la historia: de la intimidad y la excesiva exposición de un símbolo, y no de cualquier símbolo, del sex symbol de toda una época que nadie ha podido derrotar hasta ahora. El que ansíe disfrutar a la Marilyn de sus películas, pues que tenga la amabilidad de ver su filmografía, donde destaca la inmensa e inolvidable actriz que fue. Digo y subrayo actriz y no ‘star’ a propósito, para hacer relevancia de su categoría de comediante, de artista, por encima de la de estrella. Fue actriz y estrella, en ambos estatus consiguió brillar de manera fantástica, soberbia.
SanChe no pasa de ser un sombrío actor de malos presagios por mucha luz que se gaste, inclusive de día, mientras finge que lee el periódico impreso
Ana de Armas, a quien no vi en ‘La Red Avispa’ porque según pude percibir en el trailer y me contaron, decidió traicionar la verdad para interpretar la falacia que le impusieron en una película de muy baja estofa, que es una estafa de principio a fin, la haya dirigido quien la haya dirigido, con ‘Blonde’ logra algo muy difícil en una actuación, que al cabo de pocos segundos el espectador olvide a la intérprete para entregarse por completo al personaje. Merece el Globo de Oro, merece el Oscar, otra cosa es que los alcance. Pero ha probado lo principal: es una tremenda comediante en el sentido histriónico de la palabra.
Después, entre otra mucha minucia baratucha, Netflix se apea con una serie acerca de Antonio José SanChe (Pedro Sánchez), presidente del desgobierno español. Sólo he visto el trailer, que promete en aburrimiento e infundio.
Lo que sí considero esencial en este producto es que por fin SanChe se presente delante de una cámara como el mediocre jefe de oficina que es, okupando un cargo que le queda sobradamente grande. Porque SanChe no pasa de ser un sombrío actor de malos presagios por mucha luz que se gaste, inclusive de día, mientras finge que lee el periódico impreso; eso sí, muy peligroso.
SanChe anhela ser ‘Blonde’, también el Rey de España, y Tamara Falcó. Como sabe que no puede ser ni lo uno ni lo otro, decidió regalarle —dicen, a mí no me crean— 20 millones a una productora para que lo filmara en esta serie a la medida de sus patrañas. O sea, una ficción de la ficción que es SanChe en su vida de inquilinato en Moncloa, para amargura de los españoles.
Tras ver ‘Blonde’ hubiera seguido suscrita en Netflix, pero luego de ver el trailer de ‘Blonde SanChe’ me di de baja.