«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

Broncano, ‘radical chic’

29 de noviembre de 2024

La elevación de Broncano a la categoría de icono antifa es tan auténtica como la de Leonard Bernstein con el antirracismo. En 1970 Wolfe es testigo de la velada que el afamado director de orquesta, príncipe de la izquierda exquisita neoyorquina, ofrece en honor de los Panteras Negras en su formidable piso de Manhattan. El pelo afro se mezcla con la beautiful people WASP entre candelabros, cuencos de plata y criados uniformados que pasean bebidas y canapés. Por supuesto, los camareros, verdadera obsesión para la izquierda caviar, no pueden ser negros: son blancos, pero blancos sudamericanos. No puedes dar una fiesta para apoyar la causa y que los criados sean negros, qué van a pensar los invitados de nosotros.

Algo así percibimos en los planes que Moncloa tiene para reenganchar a una juventud cada vez más alejada de los dogmas del sistema. Amortizados los rostros habituales que aparecen en telediarios y tertulias dirigidos a un público entregado —fidelidad a prueba de imputaciones a esposa, hermano, fiscal general y mano derecha del uno—, el poder usa de anzuelo a un cómico con aires de rebeldía. Donde los Escolares, Inchaurrondos y Ferreras no llegan, ahí aparece Broncano, dicharachero e irreverente, que toca el bombo para entretener a la parroquia sanchista, harta de soportar los bulos que van contando del presidente en las redes.

Broncano combina las deportivas y el traje y ningún símil explica mejor lo que representa: la cultura oficial travestida de contracultura y revolución. Aunque la puesta en escena y los invitados finjan frescura y cierto tono gamberro, ellos son el cascabel de la serpiente antes del bocado final, los bufones de la corte que nos hacen olvidar no sólo la corrupción, sino la gigantesca censura y la estrangulación del debate público a la que contribuyen entre carcajadas.

La rebeldía ha cambiado de bando y Broncano, por más que se empeñe, no es un barbudo recién bajado de Sierra Maestra, sino el elegido —diríase untado— por el Gobierno que estima en 28 millones la factura por los servicios prestados. Este espejismo de tener un pie en la barricada y otro en la moqueta lo han ensayado durante décadas, pero jamás lo vimos con tanta nitidez como en el 15M, cuando parecía que el sistema caería y la Puerta del Sol acabó generando un partido que transformó el descontento en un reparto masivo de sillones y braguetas.

En cierto modo, Broncano es el producto mediático del 15M que Roures, trotskismo caviar, retransmitió casi ininterrumpidamente como si quisiera llevárselos a casa como Bernstein a los Panteras Negras o Carmen Lomana a Monedero, al que invitó a merendar roscón cuando Podemos suscitaba indigestión y asombro a partes iguales en los salones de la jet, tan dados a la frivolidad que luego pagan los más desfavorecidos.

Broncano, en fin, es cortina de humo y banderín de enganche a la vez, escudo y espada al rescate de un poder en plena decadencia, un empleado de quienes promueven el mundo en ruinas del anuncio de Jaguar mientras nos roban la civilización que proyecta el de Volvo. Una farsa así sólo se podía llamar La Revuelta.

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