El Gobierno baja los impuestos. Tiene razones. Son económicas, políticas. Los ingresos fiscales están creciendo más rápidamente de lo que lo hace la economía. Además, la política suicida de Mario Draghi asegura la financiación de la deuda española, que no deja de crecer, sin sobresaltos. Tienen margen. Si las mordidas a las nóminas son menores en 2015, sigue el razonamiento, los argumentos del PP para pedir el voto en mayo de 2015, en las elecciones autonómicas y locales, y en noviembre del mismo año, con las generales, serán más poderosos. Otro algoritmo.
Está bien que bajen los impuestos. Más fuerte será la recuperación, y mejor se comportará el empleo. Pero lo harán como todo lo que toca Mariano Rajoy. Cambia lo mínimo, dejando el sistema impositivo intacto. Reducirá el número de tramos del IRPF, y el tipo en cada uno de ellos. Reducirá a su vez el Impuesto de Sociedades del 30 al 28 por ciento en 2015, y al 25 en 2016. Y el gran titular, el leit motiv, que ya lo ha dado el ABC: “La rebaja del IRPF será mayor que la subida aplicada por Rajoy en 2014”. Y a partir de ahí, los mítines del presidente: “Dijimos que reduciríamos los impuestos que recibimos, y lo hemos cumplido”.
Bien. ¿Y lo que nos han quitado de más en 2012, 2013 y 2014? ¿Es que eso no cuenta? El Gobierno se lava la cara ante los votantes haciéndose pasar por un buen ladrón. Nos quita lo que es nuestro, porque lo hemos ganado nosotros, pero menos. El problema es doble. Por un lado, los impuestos son tan altos que pueden bajarlos año a año durante una década y todavía seguirían siéndolo. Y por otro el verdadero impuesto es el gasto público, porque éste se terminará pagando antes o después. Con impuestos, con inflación o con deuda. Pero lo pagaremos. Y en este lado de la política fiscal, que es el más importante, Mariano Rajoy no ha hecho nada.